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Los vecinos de Carriazo (Cantabria) acusan a la pareja Guillermo Morenés-Ana Patricia Botín de ‘relojicidio’
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Los vecinos de Carriazo (Cantabria) acusan a la pareja Guillermo Morenés-Ana Patricia Botín de ‘relojicidio’

Recordarán ustedes (ver El Confidencial del 2 de noviembre pasado) que Ana Patricia Botín, presidenta de Banesto y candidata a sustituir a

Recordarán ustedes (ver El Confidencial del 2 de noviembre pasado) que Ana Patricia Botín, presidenta de Banesto y candidata a sustituir a su padre al frente del Santander, y su marido, Guillermo Morenés, son propietarios de una típica casona santanderina sita en el Barrio de la Iglesia de Carriazo, ayuntamiento de Ribamontán al Mar, en la zona antaño conocida como Trasmiera, Comunidad de Cantabria.

Recordarán también que a 250 metros de la casona (registrada a nombre de la instrumental Inversora Oquendo SL), se halla situada la iglesia de San Martín, que no es precisamente la catedral de León, sino una modesta iglesia rural, provista de una pequeña espadaña de dos huecos, donde se alojan dos todavía más modestas campanas.

Ni que decir tiene que la casona está vacía casi siempre, y que muy difícilmente el matrimonio Morenés-Botín pasará en ella más de una semana al año, normalmente durante el verano, no obstante lo cual, ha planteado una demanda contra el Ayuntamiento de Ribamontán al Mar para obligar al silencio al reloj de la iglesia de San Martín de Carriazo, y es que la elegante pareja del Viso madrileño dice padecer “desde hace años las inmisiones acústicas (sic) provenientes de las campanas de la iglesia, que suenan de forma ininterrumpida desde las 7 de la mañana hasta las 22 horas, cada hora en punto y en las medias horas”, asunto que, más que molestarles, les solivianta.

Como se pueden imaginar, los vecinos de Carriazo están que trinan con la pretensión de la pareja, y tanto el Ayuntamiento de Ribamontán al Mar como la parroquia de San Martín de Carriazo contestaron en su día a la demanda de los señoritos Botín, naturalmente oponiéndose a la misma. “A los señores Morenés-Botín les molesta que suenen las campanas de la iglesia y especialmente las del reloj de su espadaña, y ello cuando ocasionalmente ocupan su casa de Carriazo, cosa chocante en personas que ni son vecinos de Carriazo ni habitan de forma mínimamente continua en ella, y quienes, acaso por no estar acostumbrados a un ambiente rural, sino más bien a uno residencial de la gran ciudad, les molesta el sonido de unas campanas, confundiendo los sonidos rurales de un pueblo de 166 vecinos con los sonidos urbanos de un barrio residencial de Madrid”, aseguraba en su escrito el letrado José Luis Temes, en nombre de la parroquia de San Martín de Carriazo.

Pues bien, resulta que en el acto de conciliación, la parte actora, es decir, los amos del prao, manifestaron un aparente “ánimo conciliador y dialogante”, dispuestos, a sugerencia del juez, a “negociar un acuerdo que conciliase el funcionamiento del reloj de la Iglesia Parroquial de Carriazo con su descanso cuando visitan el pueblo”.

De modo que el alcalde y los vecinos volvieron tan contentos del Juzgado de lo Contencioso nº 1 de Santander, convencidos de que había acuerdo, de que la sangre no iba a llegar al río, y de que el león Botín no es tan fiero como lo pintan. ¡Menos de una semana tardaron en caerse del guindo...! En el escrito de conclusiones que el letrado de la parroquia dirige al juez, de fecha 19 de diciembre pasado, respaldado por la firma (y el DNI), de 120 de los 160 habitantes de Carriazo, puede leerse textualmente:

“Difícilmente puede llegar nadie a ningún acuerdo, en ningún sentido, con quien no está dispuesto a ello de antemano, pues lo que la actora pretende no es ya que se retrase, siquiera una hora, el toque del alba (7 horas de la mañana) del reloj parroquial (pese a ser esta la tradición del pueblo), ni que sea de menor intensidad tal toque en su repique, sino que lo que pretende, lisa y llanamente, es que desaparezca el reloj parroquial, y que, por tanto, deje de sonar en cualquier tiempo y forma. Es decir, un auténtico Relojicidio”.

De modo que el vecindario de Carriazo ha terminado por echarse legalmente al monte, convencidos de que “a los señores Morenés-Botín les molesta que suenen las campanas de la Iglesia y, especialmente, las del reloj de la espadaña”. Los ricos Botín describen así su desgracia: “Estamos pues ante graves limitaciones de uso de la vivienda, ante niveles sonoros superiores al límite permitido, durante todo el tiempo que suena las campanas en el jardín (sic) y por lo tanto en la casa con las ventanas abiertas”. Todo literal y de aurora boreal. Veremos lo que dice el juez. Seguiremos informando.

Recordarán ustedes (ver El Confidencial del 2 de noviembre pasado) que Ana Patricia Botín, presidenta de Banesto y candidata a sustituir a su padre al frente del Santander, y su marido, Guillermo Morenés, son propietarios de una típica casona santanderina sita en el Barrio de la Iglesia de Carriazo, ayuntamiento de Ribamontán al Mar, en la zona antaño conocida como Trasmiera, Comunidad de Cantabria.