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Juan Luis Cebrián, en la cuerda floja de Prisa, multiplica su actividad 'intelectual'
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Juan Luis Cebrián, en la cuerda floja de Prisa, multiplica su actividad 'intelectual'

Los tiempos están cambiado que es una barbaridad. Y en algunos sitios han cambiado tanto ya que nunca volverán a ser lo que fueron. Cualquier tiempo

Los tiempos están cambiado que es una barbaridad. Y en algunos sitios han cambiado tanto ya que nunca volverán a ser lo que fueron. Cualquier tiempo pasado fue mejor. Un hombre representa como pocos esa idea del tempus fugit: Juan Luis Cebrián, todavía consejero delegado del grupo Prisa y reconocido por todos como uno de los hombres que más poder y, sobre todo, influencia, ha atesorado en España en las últimas décadas. Ahora, cuando el grupo editorial había llegado a su aparente apogeo, de repente se derrumba por la senda de una deuda imposible de saldar, víctima del mismo mal del dinero fácil que a tantas empresas españolas tiene en un sin vivir.

Cebrián está hoy en la cuerda floja, y lo está dentro de su propio grupo: si no consigue superar la actual situación, será pasado a cuchillo dentro de las propias murallas de Prisa. Hay quien le está esperando dentro con la guadaña preparada. El dead line está fijado para el 31 de marzo de 2009, fecha en que el grupo deberá haber reducido su endeudamiento bancario lo suficiente como para poder evitar el concurso de acreedores.

Y mientras tanto el financiero Cebrián, a la vez poeta, prosista, periodista y académico de la Lengua, entre otras muchas cosas, multiplica de forma frenética su actividad. Hace apenas unos días se le vio comiendo en Horcher, el templo gastronómico madrileño situado a la vera del Retiro, con Rodrigo Rato, ex ministro, ex responsable del FMI y algunas otras cosas más también. ¿Charla financiera o política entre viejos amigos? ¿Simple encuentro entre lisiados ricos, dispuestos a lamerse mutuamente las heridas?

El caso es que en el sector crítico de Prisa no deja de sorprender esa frenética actividad ‘cultural’ emprendida por un hombre que, en buena lógica, debería vivir entregado en cuerpo y alma las 24 horas del día a sacar al grupo del atolladero de futuro en que se encuentra. Ni hablar. Cebrián pasa de angustias dinerarias y escribe artículos (sobre la crisis y la cumbre de Washington); redacta reseñas poéticas (para la colección que El País comenzará a publicar el próximo domingo); prepara conferencias (para el Premio Internacional Jesús Polanco); dicta semblanzas (a Joaquín Ruiz-Giménez, con ocasión de la concesión del XIV premio para Juristas de Reconocido Prestigio); diserta en desayunos informativos (Foro de Nueva Economía, el último) y, en fin, prepara vuelo transatlántico para participar en el homenaje al escritor  Carlos Fuentes.

Eso sí, genio y figura, entre tanto tráfago literario, cuyo detalle pormenorizado resultaría prolijo en exceso, al consejero delegado de un grupo en situación de quiebra técnica también le da tiempo para sentar cátedra en el V Congreso de la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE), ante los que habló (fin de semana pasado en Zaragoza) naturalmente de… ¡política!

Los tiempos están cambiado que es una barbaridad. Y en algunos sitios han cambiado tanto ya que nunca volverán a ser lo que fueron. Cualquier tiempo pasado fue mejor. Un hombre representa como pocos esa idea del tempus fugit: Juan Luis Cebrián, todavía consejero delegado del grupo Prisa y reconocido por todos como uno de los hombres que más poder y, sobre todo, influencia, ha atesorado en España en las últimas décadas. Ahora, cuando el grupo editorial había llegado a su aparente apogeo, de repente se derrumba por la senda de una deuda imposible de saldar, víctima del mismo mal del dinero fácil que a tantas empresas españolas tiene en un sin vivir.