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Las veladas de Millet con Aznar y las corbatas que llegaron a Moncloa
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Las veladas de Millet con Aznar y las corbatas que llegaron a Moncloa

Hubo un tiempo en que los obsequios y las deferencias que propensaba el presidente del Palau de la Música de Barcelona, Fèlix Millet, eran signo de

Hubo un tiempo en que los obsequios y las deferencias que propensaba el presidente del Palau de la Música de Barcelona, Fèlix Millet, eran signo de distinción, de clase y de élite. Hoy, las tornas han cambiado y aquellos obsequios  pueden ser una bomba de relojería de la que todos quieren alejarse. Pero Millet dominaba tanto la ingeniería social que nadie estuvo a salvo de su influencia, ni siquiera las más altas instancias políticas del país. Porque el mismísimo presidente del Gobierno se inclinaba ante los presentes del que al final se demostró que era un interesadísimo capitoste y delincuente confeso.

 

Cuando José María Aznar ocupaba la presidencia del Gobierno, Millet tenía hilo directo con él. Y Aznar fue una de las amistades que con más mimo cultivaba el entonces presidente del Palau. Uno de los obsequios que recibió Aznar fue un lote de corbatas, aunque no quedó constancia si éstas habían venido directamente de París o Milán o si pertenecían a la producción de la leridana Agramunt (la población donde se fabrican las mejores corbatas del mundo para las marcas más prestigiosas, que luego se venden como “auténticas seda italiana”, por ejemplo). Lo cierto es que el 12 de junio del 2002, una carta del Presidente del Gobierno llegaba a las instalaciones del Palau, dirigida a Félix Millet. “Querido amigo: mi agradecimiento sincero por tu carta de 30 de mayo y por las corbatas que has tenido la amabilidad de obsequiarme”, decía la misiva enviada por Aznar. Era una de las pocas ocasiones en que Félix Millet daba algo en lugar de recibir, ya que su verdadera habilidad era abrir el saco sin fondo del Palau y meter el dinero a espuertas, ya fuese de instituciones oficiales o de empresas particulares.

La relación de Aznar y Millet fue intensa y fluida durante años. Era, claro, una relación de presidente a presidente (Millet solía firmar las cartas con su nombre y, debajo, un escueto Presidente; se suponía que del Palau, a pesar de que en la misiva no figuraba nunca el nombre o el símbolo de esta institución). La de ambos era una amistad forjada desde sus respectivos cargos de responsabilidades públicas, alimentada luego por una cortés e interesada comunicación personal tanto a lo largo del año como durante el periodo vacacional.

El arquitecto Carles Díaz, socio de Óscar Tusquets, admitió ante la comisión de investigación del caso Palau que se constituyó en el Parlamento catalán que Aznar fue uno de los políticos a los que Millet invitó a comer en las propias dependencias de la institución musical. Una de las comidas, en las que estuvo presente el arquitecto, se celebró hacia octubre del año 2002 y el objetivo era que el presidente del Gobierno apoyara el proyecto de construir un hotel de lujo en unos solares adyacentes a la institución, proyecto que ahora está paralizado, además de insistir en que el Gobierno central debía poner más dinero para sufragar las obras de ampliación de la institución.

Ésta era una prueba de la relación “de trabajo” que ambos mantenían. Pero los dos matrimonios (Aznar Botella y Millet Mas) solían verse en la isla de Menorca durante los veranos. Fuentes relacionadas con el entonces presidente del Palau admiten a este diario que Millet concovaba a la flor y nata de la burguesía que veraneaba en la isla para que tuviesen contacto directo con los Aznar, encantados de esta intensa actividad social. Fornells era el segundo huerto de Millet. Bajo la canícula estival, solía codearse con los empresarios y políticos que pasaban por aquel feudo. El presidente de CiU, Artur Mas, o el líder convergente en el Ayuntamiento de Barcelona, Xavier Trias, eran dos de los asiduos en la mesa del mandamás del Palau.

En julio del 2003, con el PP en el poder, Millet escribía de nuevo a Aznar emplazándole a verse de nuevo en la isla y a compartir una velada entre ambos matrimonios, “como hicimos el año pasado”. Se ofrece incluso a prepararle una cena informal para los Aznar Botella y las personas que ellos quieran invitar. Un mes antes, el patrono del Palau había entrado a formar parte de la Fundación Catalunya i Futur, la FAES catalana, con el beneplácito de la cúpula popular. Y después del verano, el Gobierno central hizo una aportación extraordinaria de 3 millones de euros al Palau de la Música. Las investigaciones deberán dictaminar si parte de este dinero se desvaneció de las cuentas corrientes y fue a parar a los bolsillos particulares de Millet y de su segundo, Jordi Montull. Porque la habilidad del prohombre catalán era tal que había conseguido que el Ministerio de Cultura sufragase la ampliación del Palau de la Música con un total de 12,6 millones de euros.

La relación continuó incluso después de que Aznar dejase el Gobierno. El 17 de mayo del 2004, Millet dirigía una nueva carta al dirigente popular en la que le comunicaba que le enviaba un ejemplar de su libro Ocho años de Gobierno. Una visión personal de España. “Te agradecería que, si fuera posible, me lo pudieras dedicar para así guardarlo en un lugar destacado de mi biblioteca particular. Recibe un fuerte abrazo”, decía el patrono del Palau.

Muchos eran los libros que iban al lugar destacado de la biblioteca particular de Millet. Pero era la costumbre que tenía para engrasar sus relaciones de amistad. Lo peligroso son las corbatas. Dependiendo de las circunstancias, los nudos pueden tornarse corredizos. Y más si quien los ha trenzado es el antaño idolatrado presidente del Palau de la Música y hoy apestado social y delincuente confeso.

Hubo un tiempo en que los obsequios y las deferencias que propensaba el presidente del Palau de la Música de Barcelona, Fèlix Millet, eran signo de distinción, de clase y de élite. Hoy, las tornas han cambiado y aquellos obsequios  pueden ser una bomba de relojería de la que todos quieren alejarse. Pero Millet dominaba tanto la ingeniería social que nadie estuvo a salvo de su influencia, ni siquiera las más altas instancias políticas del país. Porque el mismísimo presidente del Gobierno se inclinaba ante los presentes del que al final se demostró que era un interesadísimo capitoste y delincuente confeso.

Fèlix Millet José María Aznar Botella