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Las cenas perdidas de Artur Mas por apostar que sacaría mayoría
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Las cenas perdidas de Artur Mas por apostar que sacaría mayoría

Eran días de euforia y optimismo. Hasta sólo 48 horas antes de la cita, la cúpula de CiU vivía en la ensoñación de una mayoría absoluta.

Eran días de euforia y optimismo. Hasta sólo 48 horas antes de la cita, la cúpula de CiU vivía en la ensoñación de una mayoría absoluta. No en vano, su líder y máximo dirigente, Artur Mas, reinventado como icono mesiánico para su imagen electoral, tenía una fe ciega en la movilización masiva de los catalanes para refrendar su órdago soberanista. Nada ni nadie osó llevar la contraria de puertas adentro, pese a la recatada incredulidad de la familia democristiana de Antoni Durán Lleida.

Durante su campaña, el presidente y candidato a la reelección mantuvo almuerzos y cenas con un nutrido grupo de representantes del establishment catalán. Esta confianza absoluta hizo que en varias de estas citas, Artur Mas apostara con sus comensales de manera informal una próxima cita en torno a un buen mantel de acuerdo al resultado de los comicios. Y en su caso, la apuesta era entre 64-68 escaños, llegando a obtener en el mejor de los escenarios la mayoría absoluta.

Visto el batacazo electoral, tras obtener sólo 50 escaños, es difícil imaginar que alguno de los apostantes, como el abogado Emilio Cuatrecasas o el financiero Jaime Guardiola, reclamen al cuestionado Artur Mas que cumpla con la apuesta cruzada. El líder de CiU bastante tiene con sacar adelante una coalición de Gobierno que le aúpe al trono de la Generalitat, aunque sólo sea por gobernar durante un año y volver a convocar de nuevo elecciones, para las que probablemente no sería candidato.

No obstante, el desconcierto entre los dirigentes de CiU fue más allá de Artur Mas. La misma noche electoral, ya en los cuarteles del partido, algunos responsables como Josep Sánchez-Llibre todavía preguntaban en voz alta quién podía explicar lo que estaba pasando. Ahora, la reflexión es todavía más existencial, al necesitar pactar en Barcelona con ERC para poder gobernar y en Madrid para poder estar al corriente de pagos. Un equilibrio que ni en el mejor de los tiempos del estanque dorado catalán.

Eran días de euforia y optimismo. Hasta sólo 48 horas antes de la cita, la cúpula de CiU vivía en la ensoñación de una mayoría absoluta. No en vano, su líder y máximo dirigente, Artur Mas, reinventado como icono mesiánico para su imagen electoral, tenía una fe ciega en la movilización masiva de los catalanes para refrendar su órdago soberanista. Nada ni nadie osó llevar la contraria de puertas adentro, pese a la recatada incredulidad de la familia democristiana de Antoni Durán Lleida.

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