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Luis Chicharro prepara sus irreverentes memorias sobre el capital riesgo español
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Luis Chicharro prepara sus irreverentes memorias sobre el capital riesgo español

Prometen tener miga, aunque masticada. El que fuera protagonista del capital riesgo español durante dos décadas, el financiero madrileño Luis Chicharro (1954), ha decidido poner negro

Prometen tener miga, aunque masticada. El que fuera protagonista del capital riesgo español durante dos décadas, el financiero madrileño Luis Chicharro (1954), ha decidido poner negro sobre blanco sus memorias profesionales. Retirado de la primera línea desde hace casi cinco años, el reconocido gestor de Ibersuizas, firma señera de esta industria que lideró durante años y que al poco de su marcha desapareció por diferencias entre socios y accionistas, promete descubrir algunos de los secretos mejor guardados sobre el mundo empresarial español.

Mucho ha llovido desde los inicios en 1989, cuando tres exejecutivos de JP Morgan, los entonces treintañeros Luis Chicharro, Carlos Dexeus y Ricardo Iglesias, decidieron dejar el banco de negocios JP Morgan para levantar un fondo de inversión. Con el apoyo de SBS, germen del banco suizo UBS, y el ya millonario Juan Abelló convencieron a otros ricos españoles de la época para adentrarse en el incipiente mundo del capital riesgo. Desde entonces, la alianza entre ibéricos y suizos dio de sí para estar 20 años en la brecha de la industria.

Especializada en inversiones en compañías de tamaño medio, Ibersuizas ha sido testigo de varias burbujas, de internet al ladrillo, terminando por el propio boom del capital riesgo. Por su destacado papel en el fondo, Chicharro ha comandado mil batallas y pelotazos, como la inversión en la incipiente operadora móvil Airtel o la fracasada Ola Internet, además de figurar en cotizadas con nombre como La Seda de Barcelona, Tafisa, SOS Cuétara, Befesa y Cie Automotive, blanco de los inversores más bolseros del mercado.

En el libro de memorias que prepara, escrito sin prisa pero sin pausa, a medio camino entre su despacho madrileño y el chalet que tiene en el Valle de Lozoya, el financiero madrileño desgrana algunos de los episodios más sonados de su trayectoria, incluida la inversión en FCC, el golpe maestro de su carrera y al mismo tiempo el principio de su final en Ibersuizas. En una inversión sui generis, Chicharro lideró en 2005 a un grupo de inversores para comprar el 15% de la constructora de Esther Koplowitz, necesitada de consolidar un núcleo duro amigo.

En plenos años de bonanza, Ibersuizas aprovechó el pico bursátil de FCC a finales de 2007 para vender su 5,5% en la constructora a 56 euros, precio al que Koplowitz recompró la participación. En menos de tres años, Chicharro hizo ganar más de 200 millones de euros a sus inversores, que a pesar del pelotazo pusieron pegas para pagar una comisión de éxito de 7,5 millones de euros al intermediario de la operación. Este episodio, que puso en duda la honorabilidad del ejecutivo, enfrentó de manera irreconciliable a la propiedad con su gestor estrella.

Desairado con sus señoritos, Chicharro salió de un portazo en Ibersuizas a comienzos de 2008, convirtiendo su marcha en el principio del fin de la propia firma. Entonces, el bastón de mando recayó en el banquero Jorge Delclaux, fichado por él mismo a mediados de 2006 procedente de la cúpula de Rothschild, banco de negocios que participó en la operación de FCC. La sucesión de poderes resultó artificial y a finales de 2010, dos años después, todo saltó por los aires ante la oposición del resto de socios: Sánchez Asiaín, Cerdeiras, Chinchurreta

Aunque bien podría escribir una versión a la española de Memorias de África por su conocida afición a la caza, Chicharro quiere dejar por escrito muchas de las hazañas y sinsabores de 20 años de oficio en el sinuoso mundo del capital riesgo. A pesar de su formación financiera y jurídica, los modos del fundador de Ibersuizas estuvieron siempre muy alejados del prototipo de traje, corbata y gomina. Fumador incansable, mejor comensal y tahúr de las cartas, el madrileño desarrollo una escuela propia que terminó el día que se cortó la coleta.