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Las ‘ovejas descarriadas’ de PP y PSOE visitan el mismo despacho de Castellana
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Las ‘ovejas descarriadas’ de PP y PSOE visitan el mismo despacho de Castellana

Dicen las malas lenguas que las situaciones de crisis hacen extraños compañeros de viaje. Eso es lo que sucede últimamente en la entrada de un edificio

Dicen las malas lenguas que las situaciones de crisis hacen extraños compañeros de viaje. Eso es lo que sucede últimamente en la entrada de un edificio del madrileño Paseo de la Castellana, cuyos inquilinos no paran de sorprenderse de los visitantes que llegan, a pares, a visitar un despacho en la zona noble de la instalación.

Ayer, sin ir más lejos, y mientras varios cientos de dirigentes del PP se reunían a apenas un par de kilómetros de distancia, Castellana arriba se veía llegar a Luis Bárcenas, a paso ligero, y meterse en el citado edificio sin apenas reparar en la escultura del antepenúltimo Papa que vigila la entrada.

Cuentan quienes vieron llegar al extesorero del Partido Popular que apretó el paso, cruzó los controles y subió en el ascensor para encerrarse casi dos horas en el despacho de su interlocutor.

Sin embargo, lo curioso es que Luis ‘el Cabrón’ no era el único que tenía necesidad de reunirse con el mismo interlocutor y, sin solución de continuidad, un nuevo visitante arribaba a las mismas instalaciones. Pelo blanco, cuerpo enjuto, Rafael Vera, el exsecretario de Seguridad del PSOE de Felipe González, que ya conoció las hieles de la imputación y la condena de las que ahora quiere escapar Bárcenas, pisaba la misma moqueta y se sentaba en la misma silla del despacho en la que minutos antes había estado Bárcenas.

Las ‘ovejas descarriadas’ de PP y PSOE, Bárcenas y Vera, buscaron ayer cobijo e intentaron hacer negocio en el despacho del mismo empresario. En los próximos días, en papel y televisión, veremos el resultado de las conversaciones.

Dicen las malas lenguas que las situaciones de crisis hacen extraños compañeros de viaje. Eso es lo que sucede últimamente en la entrada de un edificio del madrileño Paseo de la Castellana, cuyos inquilinos no paran de sorprenderse de los visitantes que llegan, a pares, a visitar un despacho en la zona noble de la instalación.