La memoria de opositora de Soraya (PP) ‘pilla’ a Soraya (PSOE)

La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, demuestra que, por el hecho de estar rodeada de asesores, al menos no ha perdido sus facultades de opositora, incluida una memoria fuera de lo común. Se enfrentaba ayer en el pleno del Congreso a las preguntas de su rival habitual, la (tocaya) y portavoz del grupo socialista Soraya Rodríguez, empeñada en incluir en su enmienda a la totalidad de la labor de coordinación de la vicepresidenta desde la reforma del Código Penal en materia de "violencia de género" a la asignatura de "Educación para la Ciudadanía". Para rematar su intervención y requerir los aplausos de sus compañeros de escaños espetó a la Soraya del PP: "Señora vicepresidenta, ¡a la Comisión de subsecretarios!  ¡A trabajar y a corregir los errores!”

Rodríguez triunfó con sus imprecaciones, cosechó grandes aplausos y Sáenz de Santamaría se la guardó. Recordó después que el PSOE se apoyó en Ponferrada en un acosador para hacerse con la Alcaldía y achacó a Alfredo Pérez Rubalcaba en persona el fracaso del sistema educativo. Pero la auténtica perla la reservaba para después del debate.

En los pasillos de la Cámara, de camino al coche oficial que le esperaba en la puerta, reclamó la autoría del broche final de la intervención de la portavoz socialista. Le sonaba, dijo. "Consultad el diario de sesiones de marzo de 2009". Y allí estaba, el mismo recurso y en los mismos términos que había empleado Rodríguez. Se trataba de una de las 'broncas' que por entonces echaba Sáenz de Santamaría a la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega por la parálisis del Gobierno de Zapatero ante la crisis: "Son las nueve y veintitrés; le están esperando impacientes los subsecretarios. Admítame una sugerencia: no les riña más y póngales a trabajar".

La actual vicepresidenta y la portavoz del PSOE en el Congreso comparten nombre y ciudad de origen (Valladolid), pero no parece probable que tengan los mismos asesores. Plagio o mera coincidencia. Las actas del diario de sesiones no perdonan y la memoria de Sáenz de Santamaría tampoco.