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El día que el histórico Custodio (Zalacaín) quiso quedarse por dos duros con la bodega de Jockey
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El día que el histórico Custodio (Zalacaín) quiso quedarse por dos duros con la bodega de Jockey

Es la nariz de la restauración madrileña. Un hombre a un catavinos colgado. Lleva más de 30 años en el negocio y conoce todos los secretos de

Es la nariz de la restauración madrileña. Un hombre a un catavinos colgado. Lleva más de 30 años en el negocio y conoce todos los secretos de la hostelería, sobre todo los del vino. Tanto que su destreza para servir caldos e ilustrar sobre añadas iguala a sus dotes para comprar y abastecer la bodega del restaurante Zalacaín, el viejo templo de la gastronomía capitalina donde trabaja desde 1973.

El olfato del toledano Custodio López Zamarra, el popular y veterano sumiller del Zalacaín, disecciona los matices de un Ribera del Duero con la misma solvencia que huele las oportunidades para comprar a precio de saldo. Porque la crisis, no nos engañemos, ha tirado también por los suelos el precio del vino, a pesar de que este producto es uno de los que más margen deja en la caja de un restaurante.

Tal es así que, en recientes fechas, el popular Custodio se interesó por las reservas de la bodega del restaurante Jockey, otro mítico de la cocina madrileña con el que competía por los clientes de postín y chequera que han fondeado durante décadas por el Madrid del dinero. Ahora, sin embargo, los estragos de la crisis terminaron con su distinguido aire british, para disgusto del heredero Luis Eduardo Cortés.

A pesar del rescate financiado por el empresario Sam Toledano en 2011, que permitió singularidades como dejar fumar en los comedores para congraciarse con los clientes, la segunda vida de Jockey terminó al poco tiempo en concurso de acreedores. Era el final de una historia de éxito que tocaba liquidar bajo la tutela del administrador de turno, ajeno al valor espiritual del viejo restaurante.

Fue entonces cuando se pasó a la subasta del stock de productos, desde la clásica cubertería al mobiliario más demodé, cuando Custodio, desde la recamara del Zalacaín, se interesó por los selectos vinos de la bodega rival. Había una oportunidad de oro para comprar. Sin embargo, los 8.000 euros que puso sobre la mesa fueron insuficientes para quedarse con el tesoro líquido de Jockey.

Custodio pensó que ganaría con un precio de saldo, un perfil comprador que abunda en el mercado. Lo sabe bien el ministro Cristóbal Montoro, que ha comprobado la dificultad de Hacienda para revender en subasta pública los vinos embargados con el objeto de cobrar las deudas con la Agencia Tributaria, como acaba de hacer con el cocinero estrella Sergi Arola. Ya no hay ni espíritu para arrancarse con un "viva el vino". 

Es la nariz de la restauración madrileña. Un hombre a un catavinos colgado. Lleva más de 30 años en el negocio y conoce todos los secretos de la hostelería, sobre todo los del vino. Tanto que su destreza para servir caldos e ilustrar sobre añadas iguala a sus dotes para comprar y abastecer la bodega del restaurante Zalacaín, el viejo templo de la gastronomía capitalina donde trabaja desde 1973.