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Lamparones, desconchados, rotos...: tanta fiesta deja huella en el Teatro Real
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Lamparones, desconchados, rotos...: tanta fiesta deja huella en el Teatro Real

Una visita al Teatro Real deja la impresión de mucho uso. Hay quien lo achaca a la proliferación de fiestas privadas para tratar de cuadrar las cuentas

Foto: Mármol roto, alfombras con lamparones, restos de canapés... se pueden observar en el Teatro Real.
Mármol roto, alfombras con lamparones, restos de canapés... se pueden observar en el Teatro Real.

Es un edifico imponente, digno de una visita. Inaugurado por primera vez en 1850 por Isabel II, el Teatro Real guarda salones incomparables de mullidas alfombras centenarias, pequeñas salas cirulares —rotondas, las llaman— que sirven de paso de uno a otro y una impresionante sala: un prodigio de ingeniería para la ópera. Pero el visitante no tiene que fijarse mucho para darse cuenta de que entre tanto lujo hay otra realidad más prosaica: notables lamparones salpican las alfombras, alguien ha arrumbado en una esquina una mesa de mármol que se ha roto... ¿Qué está pasando?

placeholder Las imponentes alfombras de los salones del Teatro Real están salpicadas de lamparones.
Las imponentes alfombras de los salones del Teatro Real están salpicadas de lamparones.

Hay quien conoce bien el Real y culpa de todo a la proliferación de cenas, ágapes, eventos, reuniones y demás actos privados con los que el Teatro Real pretende cuadrar sus cuentas. "Hay gente casi todos los días de la semana. Montan comidas sobre las alfombras sin nadie controlando. Es normal que pase lo que está pasando", explica una persona que conoce bien el teatro. Los jarrones de porcelana son arrinconados al lado de los sofás para evitar que un codazo involuntario los tire —no sería el primero, nos dicen— y en los tresillos no solo hay manchas sino que el otro día amaneció con un canapé que parecía un resto de piña.

La web del Teatro Real promociona estos eventos privados: "El teatro es un lugar único con diferentes espacios llenos de encanto, donde podrá celebrar aquellos actos de empresa a los que quiera dotar de la excelencia y el prestigio impregnado en todos los rincones de este edificio, con casi dos siglos de historia y símbolo indudable de la vida cultural de Madrid".

Desde el Teatro Real niegan que la culpa sea de los eventos privados, esos que se producen casi a diario —el pasado jueves tenían cerrada una de las salas por un desayuno—. "El edificio tiene 20 años [tras la última reforma, abrió en 1997] y las cosas se van deteriorando con el uso, con el incremento de actividad, afortunadamente. Afortunadamente tenemos una actividad amplísima. Los eventos son una vía de ingresos, pero no se les puede achacar los desperfectos", señala una portavoz, que destaca que van reparando el teatro poco a poco y que ahora le ha tocado el turno a la fachada principal. Esta considera que los desperfectos son los normales del uso y que en los entreactos de las óperas y otros conciertos también hay desperfectos. Otras fuentes conocedoras de la institución no lo ven así y no se resignan a pasear entre lamparones.

Es un edifico imponente, digno de una visita. Inaugurado por primera vez en 1850 por Isabel II, el Teatro Real guarda salones incomparables de mullidas alfombras centenarias, pequeñas salas cirulares —rotondas, las llaman— que sirven de paso de uno a otro y una impresionante sala: un prodigio de ingeniería para la ópera. Pero el visitante no tiene que fijarse mucho para darse cuenta de que entre tanto lujo hay otra realidad más prosaica: notables lamparones salpican las alfombras, alguien ha arrumbado en una esquina una mesa de mármol que se ha roto... ¿Qué está pasando?

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