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¿Puede consolidarse en España un discurso de centro?
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Fran Carrillo

En la cocina de la campaña

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¿Puede consolidarse en España un discurso de centro?

El papel que está jugando Ciudadanos parece ser el más coherente, con su visión centrista de la política

Foto: El líder de Ciudadanos, Albert Rivera. (Reuters)
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera. (Reuters)

En las recientes, y aún presentes (y ya veremos si no renovables), elecciones generales, asistimos a la confirmación de un proceso que alteró los tradicionales ejes en los que se situaba, movía, reconocía y articulaba el mosaico político y social español. Desde 1982, el 'factor Adolfo', que había compilado a familias de diferente origen y linaje (de la derecha más conservadora cercana al búnker hasta una socialdemocracia ya real en Europa, pero aún incipiente en España) para dar forma a un centro que pudiera competir con el histórico binomio izquierda-derecha, no ha vuelto a ser una alternativa narrativa con visos de posicionarse en el imaginario colectivo.

El contexto actual, que ofrece la necesidad de coaligarse de formaciones distintas, y hasta ahora distantes, refleja el nuevo sentir político que viene a romper la hegemonía dual reinante. Los nuevos actores políticos emanados del 20-D necesitan construir un discurso predominante al que sumar a otros actores (quizá más secundarios) que, de forma irremediable, deberán quedar subordinados al postulado emisor, sea por la prerrogativa de los votos o por el condicionante mismo de la negociación. La hegemonía, que diría Errejón.

En esta tesitura, el papel que está jugando Ciudadanos parece ser el más coherente, con su visión centrista de la política. No hace falta escorarse para dialogar, no es preciso esconderse para plantear, no es legítimo el acuerdo si viene de la mano del ultimátum, tacticismo que en Podemos se ha vuelto norma. La narrativa de centro, que ya abordé en esta tribuna y a la que volveré en posteriores entregas, es imprescindible que se consolide bajo el irrefutable planteamiento del hecho consumado: ha venido para quedarse. Otra cuestión es si ese espacio lo podrá capitalizar Ciudadanos (como hace ahora, de forma coyuntural) u otro partido. En las negociaciones se está viendo que, por definición, debe empezarse por poner sobre la mesa las semejanzas y no las diferencias para conciliar intereses y no expulsar demonios internos viciados de personalismo.

La narrativa de centro ha venido para quedarse. Otra cuestión es si ese espacio lo capitalizará Ciudadanos (como hace ahora, de forma coyuntural) u otro partido

El discurso de centro ya empezó a germinar en esta Europa de revoluciones conservadoras (planteadas de palabra pero frenadas por la troika de Bruselas. Todo en Europa, nada fuera de ella). Venstre, el partido del liberal Lars Rasmussen, en una Dinamarca fragmentada tras las elecciones, fue el elegido para liderar la formación del Gobierno actual. Siguiendo el ejemplo de Noruega o la propia Holanda, donde Mark Rutte, actual primer ministro, gobernó durante un tiempo con los centristas.

Lo que sucede ahora en Estados Unidos es igualmente ejemplo de cómo el 'establishment' se ve sometido a presiones desde lo externo, con 'outsiders' como Trump y Sanders alterando el ecosistema dinástico preestablecido, ya que estaban en principio para hacer ruido y poco a poco se van creyendo que pueden ganar. En concreto, la irrupción de Sanders demuestra que la confluencia de extremos obedece a una indefinición del centro, acostumbrado al difícil equilibrio que le obliga a alimentarse a diestra y siniestra, coyunturas difuminadas en entornos inestables por movimientos o posiciones más radicales.

Saben que el espacio a ocupar es el moderantismo que ofrece una posición centrada, equilibradora de pulsiones ideológicas tendentes al sectarismo

En Europa, en esa Europa que camina al centro, como España, que no cuestiona el libre mercado ni sus ventajas pero sí tiene en cuenta sus inconvenientes, que no altera el Estado del bienestar pero sí corrige sus abusos, la opción de coaliciones entre partidos obliga a una 'entente cordiale' entre todos. Los partidos y sus asesores, ya excedido el bipartidismo tradicional impuesto, saben que el espacio a ocupar para gobernar es el moderantismo que ofrece una posición centrada, equilibradora de pulsiones ideológicas tendentes al sectarismo y al dogma. La narrativa de derecha a izquierda sustituida por el relato a derecha e izquierda. La clave es dónde quiere ahora situar la ciudadanía el foco. Y dónde ponemos las piezas.

De ahí que aquellos que huyen del centro por indefinido y tibio, y que usan estos mantras para atacar a quien lo defiende en campaña, necesiten ahora usar su mejor persuasión para llegar a un espacio al que tradicionalmente obvian y desprecian en periodo de entreguerras. Un discurso de centro debe articularse a partir de ciertos conceptos de obligado desarrollo y aplicación ulterior. Y tener claro que:

1) Conceder no significa ceder. La apertura de mentes obliga a la confluencia de posiciones. Sumar semejanzas, articulado en un relato convincente, llega más y mejor a quienes son, en definitiva, los depositarios de la soberanía nacional. Elegir estar en el medio de pasiones extremas es una declaración de intenciones perfectamente definida. Ni izquierda ni derecha ahora determinan el nuevo rol del votante, menos definido, más ecléctico y transversal, crítico y movilizado, si bien sean el relato tradicional en el que cómodamente se sitúan los ciudadanos. Un nuevo competidor cuyo mercado puede empezar a fijarse por primera vez en España. Y con un mensaje definido: el libre mercado no es enemigo del Estado del bienestar. Quizá sea su solución.

2) Explicar para ganar. Para que aquello se entienda, hace falta que primero te atiendan, En eso consisten los procesos de centralidad: a) negociaciones a varias bandas: unir voluntades a partir de similitudes programáticas y de proyectos en común; b) discusión con interlocutores donde la persuasión (que mostró Luis Garicano recientemente en su visita a Bruselas) para acercar pareceres será definitoria de un nuevo rumbo político. Pero sin pedagogía no hay victoria, sin el manejo de resortes didácticos no hay razón que penetre en un ciudadano acostumbrado a la decisión visceral. Lo importante no es lo que haces, sino cómo lo vendes.

3) Crecer para vivir. La órbita de expansión del centro siempre será la que le concedan a derecha e izquierda. Pero el nicho actual del partido que representa con legitimidad el moderantismo político está en una derecha (o centro-derecha) descosida y en proceso de reinventarse. Mientras se define, es un caladero al que acudir para ganar músculo político. Ciudadanos debe hablar con todos, pero a izquierda no hay ya sitio. Hay exceso de aforo. Si gira el foco, verá más espacio en su, por otro lado, mayor espectro de captación electoral hasta el momento.

Ciudadanos, desde ese núcleo central que viene para quedarse, tiene una oportunidad histórica

El centro, en suma, es la superación del desgarro histórico. La marca UCD todavía resiste en muchas mentes de votantes, unas por visión (lo vivieron), otras de oídas (lo escuchan repetir a diario), que sienten la necesidad de transformar España desde la ruptura con los extremos del pasado. La trinchera sustituida por la mesa y la silla. El disparo transmutado en argumento. El centro como virtud, como lugar de encuentro y no como punto de partida. De escenario movedizo a ideología fijada. No es por crisis ni ruptura con el bipartidismo, sino por la madurez sociológica de un país que ya no cree en las dimensiones prototípicas del pasado, que no quiere ubicarse en etiquetas sino viajar en la crítica constante. Que prefiere debatir de economía y política antes que asumir que aquello es malo o bueno por tradición y definición.

Ahora mismo, ese espacio de equilibrio, de moderantismo, lo ocupa un solo partido, porque Podemos solo quiere ser la nueva izquierda, arrebatando a IU y PSOE su habitual coto de caza. Ciudadanos, desde ese núcleo central que viene para quedarse, tiene una oportunidad histórica. El electorado solo le va a conceder dos legislaturas. Debe intentar confirmar y consolidar un discurso que demuestre que la tradición de un país donde los extremos sujetaban al centro ya es historia.

En las recientes, y aún presentes (y ya veremos si no renovables), elecciones generales, asistimos a la confirmación de un proceso que alteró los tradicionales ejes en los que se situaba, movía, reconocía y articulaba el mosaico político y social español. Desde 1982, el 'factor Adolfo', que había compilado a familias de diferente origen y linaje (de la derecha más conservadora cercana al búnker hasta una socialdemocracia ya real en Europa, pero aún incipiente en España) para dar forma a un centro que pudiera competir con el histórico binomio izquierda-derecha, no ha vuelto a ser una alternativa narrativa con visos de posicionarse en el imaginario colectivo.

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