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El joven Cayo Lara y la adolescente Rosa Díez
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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

En Nombre de la Rosa

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El joven Cayo Lara y la adolescente Rosa Díez

 El PSOE anda esta semana debatiendo sobre la democracia dentro de los partidos políticos, tratando de adaptar las viejas estructuras a los aparentes deseos de modernidad

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El PSOE anda esta semana debatiendo sobre la democracia dentro de los partidos políticos, tratando de adaptar las viejas estructuras a los aparentes deseos de modernidad de amplios sectores de la sociedad. Y digo aparentes deseos porque, en lo que hace referencia al PSOE, todo aquel que quiere decir algo sobre el futuro del partido socialista se arranca con el mantra de que se necesita gente joven para dar el relevo a la generación de Rubalcaba, que representa el pasado. Lo que no acierto a entender es ese afán de renovar y modernizar al PSOE, tanto por los que lo rechazan como opción política, como los que piensan que una democracia como la española necesita una opción socialdemócrata que equilibre el peso de la derecha y por eso se apuntan a la renovación.

Los que no creen en el socialismo andan todo el día preocupados por el futuro del PSOE, no ahorran consejos sobre la forma en que ese partido debería afrontar su proceso de renovación y modernización interna. “No es posible que con líderes tan mayores el PSOE pueda conectar con el electorado joven”, dicen quienes desean ver fuera del escenario político a Rubalcaba. Su diagnóstico y su preocupación serían creíbles si esa misma opinión se extendiera sobre el conjunto de las fuerzas políticas.

¿Cómo se explica que esa misma recomendación no se oiga cuando se trata de hablar del PP, de IU, de UPyD, de Convergencia y Unió, del PNV o de otras formaciones, cuyos líderes no es que estén precisamente en la edad del pavo? Mariano Rajoy tiene 58 años; Cayo Lara ya ha cumplido los 61, exactamente igual que Rosa Díez; esos son, también, los años que tiene Durán i Lleida; algo menos, pero ya maduro, tiene Artur Mas, que ya ha llegado a los 57. El más joven de todos es Urkullu, que ya tiene 52. Un año más, 53, tiene Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid. Con 60 años, ejerce de presidente de La Rioja, Pedro Sanz; le sigue de cerca Ramón Luis Valcárcel, presidente de Murcia; 52 es la edad de Núñez Feijóo, Presidente de la Xunta gallega. Como puede apreciarse en estos cuantos ejemplos, nuestros dirigentes políticos no son precisamente unos pimpollos, por lo que parece extraño, cuando no sospechoso, que teniendo una clase política cuyos máximos responsables ya cumplieron el medio siglo, superándolo la mayoría de ellos, los comentaristas, tertulianos y demás politólogos sólo se hayan aprendido la edad de los dirigentes socialistas, recomendando al PSOE que haga aquellos que ni piden ni señalan como hándicap en el resto de los partidos y coaliciones del arco parlamentario y autonómico español.

Parece extraño, cuando no sospechoso, que teniendo una clase política cuyos máximos responsables ya cumplieron el medio siglo, superándolo la mayoría de ellos, comentaristas y demás politólogos sólo se hayan aprendido la edad de los dirigentes socialistasDe igual forma el PSOE, creyendo que el movimiento 15-M y todos los que a partir de él han ido surgiendo en España como consecuencia del declive de los partidos tradicionales tenían entre sus principales aspiraciones la elección democrática elevada al grado sumo de sus candidatos electorales, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, ha decidido tirar la casa por la ventana y prepara para su conferencia política una serie de modificaciones estatutarias por las que se elegirá al candidato a presidente del Gobierno por un sistema de primarias, donde podrán votar todos los afiliados y los que se declaren simpatizantes. Y como eso parecía poca rebaja, aprovechando el viaje, también quieren que se elija por ese procedimiento al secretario general del partido. La primera pregunta que se me ocurre es: ¿Y qué pasará cuando el secretario general, elegido por los afiliados, y el candidato a presidente del Gobierno, elegido por militantes y simpatizantes, no coincidan en la misma persona?  Cuando uno y otro no compartan criterios sobre asuntos transcendentales, ¿qué opinión prevalecerá, la del secretario general o la del candidato? ¿Qué órganos estatutarios serán los encargados de dirimir el conflicto? Ya se plantearon esos conflictos en la época de Borrell, candidato, y Almunia, secretario general, y ya sabemos cómo se resolvió el conflicto.

Recuerdo que los reunidos en la Puerta del Sol hace dos años, lo primero que acordaron fue no perder el tiempo eligiendo líder y ponerse a discutir sobre propuestas y soluciones. Ahora algunos aparecen como líderes de ese movimiento, sin que nadie haya pedido explicaciones de cómo han sido elegidos, si por primarias o secundarias. Lo que no recuerdo es la forma en que Ada Colau ha sido elegida cabeza visible y portavoz del movimiento antidesahucios. Y creo que a nadie le importa un pimiento; sencillamente importa lo que dice y qué causas defiende.

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El PSOE anda esta semana debatiendo sobre la democracia dentro de los partidos políticos, tratando de adaptar las viejas estructuras a los aparentes deseos de modernidad de amplios sectores de la sociedad. Y digo aparentes deseos porque, en lo que hace referencia al PSOE, todo aquel que quiere decir algo sobre el futuro del partido socialista se arranca con el mantra de que se necesita gente joven para dar el relevo a la generación de Rubalcaba, que representa el pasado. Lo que no acierto a entender es ese afán de renovar y modernizar al PSOE, tanto por los que lo rechazan como opción política, como los que piensan que una democracia como la española necesita una opción socialdemócrata que equilibre el peso de la derecha y por eso se apuntan a la renovación.

Cayo Lara Rosa Díez