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¡Mi fin de semana en híper!
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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

En Nombre de la Rosa

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¡Mi fin de semana en híper!

Se está diciendo tantas veces eso de que las autonomías gastaron sin ton ni son, que, tras veinticuatro años de gobierno en una de ellas, no

Se está diciendo tantas veces eso de que las autonomías gastaron sin ton ni son, que, tras veinticuatro años de gobierno en una de ellas, no voy a tener más remedio que dar la razón a todos aquellos que hacen esa dura crítica del sistema autonómico español. Es cierto que desde que los gobiernos autonómicos, una vez constituidos, comenzaron a tomar conciencia de las carencias que tenían los territorios sobre los que tenían que ejercer la acción de gobierno, se pusieron manos a la obra para compensar tantos años de centralismo y de abandono.

Todo el que hoy circula por España sabe y comenta que se puede ir desde Cádiz hasta Oviedo sin dejar de usar una autovía y sin tener que pasar por ninguna de las peligrosas carreteras nacionales o comarcales que eternizaban los viajes de esas distancias, con el consiguiente riesgo para la seguridad de los viajeros. Es cierto que hoy se puede ir desde Sevilla a Barcelona en un excelente tren de alta velocidad en un tiempo de viaje que, antes de que existieran las Comunidades Autónomas nos habría parecido irreal.

Es cierto que el sistema sanitario español es, seguramente, uno de los más justos, equitativos y eficiente del mundo, sin duda, por culpa de los gobiernos autónomos que decidieron tirar el dinero alegremente construyendo hospitales y centros de salud allí donde antes no había nada o sólo había un médico, de guardia durante veinticuatro horas al día y trescientos sesenta y cinco días al año, donde era más fácil morirse y, por lo tanto, más barato para el sistema sanitario de entonces. Es cierto, también, que el sistema educativo español puede hoy compararse con los más avanzados y eficaces del mundo porque los gobernantes autonómicos no tuvieron mejor idea que dotar de centros escolares a amplias zonas de España que, cuando no los tenían, enviaban a sus hijos, a la edad de once años, a trabajar al campo o a la emigración con sus padres para que aligeraran las listas del paro y para que enviaran remesas de marcos alemanes o francos suizos que hicieran crecer el ahorro español.

Hay que ser muy burros para que nuestros gobernantes autonómicos no se hayan dado cuenta de que la gente no va a necesitar de esas instalaciones culturales o deportivas para pasar los fines de semana, porque las familias, ahora, podrán salir todos juntos a comprar

Y es verdad que a muchos gobernantes autonómicos les dio por la cultura y se dedicaron a invertir parte de los impuestos que pagamos los españoles en levantar museos, bibliotecas, casas de cultura, amén de instituir premios para la creación cultural en sus más variadas gamas y facetas, de tal manera que, hoy, en muchos pueblos se  puede disfrutar de la visión de espectáculos culturales que antes sólo se podían apreciar y visionar en las grandes capitales españolas, con lo que eso significa de derroche para una gente que lo único que deberían tener son buenos, grandes y planos televisores que mantengan a la familia unida al estilo de lo que pasaba cuando todas esas extravagancias no habían hecho su aparición de la mano de gobernantes manirrotos que han dilapidado el dinero en lujos y caprichos.

¿Y por qué digo que llevan razón los que critican ese dispendio, ese desbarajuste y ese derroche? Porque a la vista el acuerdo del Consejo de Ministro de 2012 sobre 'Liberalización de horarios comerciales', lo que tenían que haber hecho los gobiernos autónomos era haber permitido la construcción de más hipermercados, a poder ser uno en cada pueblo, haber hecho la vista gorda en los permisos de apertura de todo tipo de establecimientos comerciales y haber gastado el dinero que emplearon en centros de salud, bibliotecas, piscinas, casas de cultura, teatros y demás zarandajas en peatonalizar las calles más céntricas de cada localidad para que los ciudadanos pudieran comprar libremente y a la hora que les dé la gana en esas grandes superficies o en las infinidad de tiendas que se abrirán al socaire de la liberalización de los horarios comerciales.

Hay que ser muy burros para que nuestros gobernantes autonómicos no se hayan dado cuenta de que la gente no va a necesitar de esas instalaciones culturales o deportivas para pasar los fines de semana, porque las familias, ahora, podrán salir todos juntos a comprar y pasar esos días de asueto, no visitando museos, que es una extravagancia y que no sirve para nada, o participando en competiciones deportivas, o realizando actividades culturales. ¡Cómo se va a comparar el placer de pasar, por ejemplo, un Domingo de Resurrección en una gran superficie, después de haber recorrido las tiendas que ese día estén en rebajas, con perder el tiempo en una biblioteca o en un museo viendo la exposición de pintura de cualquier indocumentado que le ha dado por pintar o esculpir aprovechando las posibilidades que les ofreció un gobernante autonómico cuando decidió malgastar el dinero en un espacio de creación joven!

Qué buenas redacciones harán nuestros alumnos en las escuelas cuando escriban '¡Mi fin de semana en el Híper!'.

Se está diciendo tantas veces eso de que las autonomías gastaron sin ton ni son, que, tras veinticuatro años de gobierno en una de ellas, no voy a tener más remedio que dar la razón a todos aquellos que hacen esa dura crítica del sistema autonómico español. Es cierto que desde que los gobiernos autonómicos, una vez constituidos, comenzaron a tomar conciencia de las carencias que tenían los territorios sobre los que tenían que ejercer la acción de gobierno, se pusieron manos a la obra para compensar tantos años de centralismo y de abandono.

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