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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

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Hacerse el pesado

Ganó Pedro Sánchez, y quienes no quisieron presentarse no pueden venir ahora a dar la lata como candidatos a la Presidencia del Gobierno

Foto: Pedro Sánchez, en Sevilla (Efe).
Pedro Sánchez, en Sevilla (Efe).

Ganó Pedro Sánchez. La Secretaría General del PSOE pasará en el próximo Congreso Federal de la mano de Alfredo Pérez Rubalcaba a quien han dicho los militantes del partido socialista que, en votación individual y secreta, designaron a Pedro Sánchez como el candidato preferido para liderar al PSOE. A las diez de la noche del pasado domingo los medios de comunicación comunicaban el resultado de la votación y el electo realizaba una comparecencia en la sede de la calle Ferraz, acompañado del secretario general saliente y de los dos candidatos derrotados.

El resultado obtenido por Sánchez fue similar al que obtuvo Madina en el conjunto de las federaciones socialistas. No salía de ojo el resultado a favor de uno o de otro salvo en la federación andaluza, donde el éxito del primero fue arrollador, con algo más del 61% de los votos emitidos. Se sabía que Pedro Sánchez tenía muchas posibilidades de ganar en Andalucía pero no creo que nadie imaginara un resultado tan aplastante, teniendo en cuenta que no estamos ante un líder consolidado, sino ante un militante algo desconocido que ocupa un escaño en el Congreso de los Diputados como consecuencia de que la lista socialista de Madrid corrió por la dimisión de algún diputado electo en las elecciones generales de 2011.

El resultado cosechado por Sánchez en Andalucía obliga preguntarse por las razones de semejante éxito. Puede ser que los militantes socialistas andaluces apreciaran en el nuevo secretario general unas virtudes que los demás no fueron capaces de ver, como lo pone de manifiesto el resultado, lo que demostraría que los socialistas andaluces no sólo son los más numerosos de todas las federaciones del PSOE sino que, además, son los que más vista tienen. Si esa no fuera la explicación, habría que encontrar otra que hiciera comprensible el arrebato andaluz por Sánchez.

Al día siguiente, lunes, todos los medios de comunicación tenían puestos sus objetivos en la sede de Ferraz porque allí se instalaba quien ganó el sondeo. Era indudable que ese era el día de Pedro Sánchez pero, de pronto, el protagonismo pasó de su rostro al de la secretaria general del PSOE de Andalucía que caminaba por la calle de Ferraz, acompañada por Pedro Sánchez, con dirección a la sede central del PSOE. Algunos creyeron encontrar en ese paseíllo las razones del espectacular éxito electoral de Sánchez en Andalucía.

De cualquier manera, el fin de semana próximo los delegados al Congreso Extraordinario socialista tendrán que votar irremediablemente a Pedro Sánchez como Secretario General socialista. Y digo irremediablemente, no porque me parezca mal, sino porque los delegados, que se seguirán llamando así, en realidad dejarán esa condición para pasar a ser compromisarios, lo cual no tiene nada que ver con la cultura histórica del PSOE. Quienes asistan a ese Congreso no tienen la delegación de los afiliados de su federación, sino el compromiso de votar a quien ha querido la mayoría de los militantes.

Y a continuación no tendrán más remedio que votar la dirección que quiera presentar el secretario general electo. Y en esa dirección se esconderá la respuesta a las preguntas que formulaba más arriba. El nuevo secretario general tiene dos caminos: O hacer un equipo corto, eficaz, prestigioso y reconocible como el gobierno en la sombra del PSOE, o volver a repetir los errores de etapas recientes, donde la pretendida sensación de unidad lo que escondía era la debilidad del liderazgo para llegar a un contubernio en el que todos querían aparecer en la dirección no para ser eficaces, sino para estar. Los militantes le han dado la confianza a Pedro Sánchez para que sea él el que elabore y dirija un equipo solvente, con autoridad y con prestigio. Nadie más, por tanto tiene derecho ni mandato para imponerle condiciones a la hora de elaborar su equipo. Si así lo hace y así se visualiza, no habrá ninguna duda de que el PSOE volvió a encontrar a su líder.

Pedro Sánchez tiene la obligación de convocar las primarias en la fecha convenida y todos los demás tienen la obligación de hacer saber públicamente que no habrá más candidatos a la Presidencia del Gobierno que el nuevo secretario general. Todos han tenido la posibilidad de presentar su candidatura a la Secretaría General del PSOE, como hicieron Madina y Pérez Tapia. Quienes no quisieron o no pudieron hacerlo no pueden venir ahora a dar la lata postulándose como candidatos a la Presidencia del Gobierno de España. ¿Qué pasa, que era poca cosa la Secretaría General? No hay cosa peor que hacerse el pesado y que los demás lo perciban y lo sufran; y algunos ya comienzan a parecerlo.

Ganó Pedro Sánchez. La Secretaría General del PSOE pasará en el próximo Congreso Federal de la mano de Alfredo Pérez Rubalcaba a quien han dicho los militantes del partido socialista que, en votación individual y secreta, designaron a Pedro Sánchez como el candidato preferido para liderar al PSOE. A las diez de la noche del pasado domingo los medios de comunicación comunicaban el resultado de la votación y el electo realizaba una comparecencia en la sede de la calle Ferraz, acompañado del secretario general saliente y de los dos candidatos derrotados.

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