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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

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Mentiras y excusas

El paso del tiempo se encarga de poner a cada cual en su sitio, de gastar las palabras y de anular las excusas

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El paso del tiempo se encarga de poner a cada cual en su sitio, de gastar las palabras y de anular las excusas.

Durante todo el periodo democrático que llevamos vivido desde las Elecciones Generales de 1977, determinadas fuerzas políticas se han venido quejando de lo injusta que para ellos era la ley electoral española. El lloriqueo por los resultados obtenidos siempre tenía un destinatario: la ley electoral. Por culpa de ella, algunos no obtenían los diputados que creían iban a conseguir por su cara bonita. Una elección tras otra, siempre la misma cantinela. Cambiaban de nombre y volvían a obtener malos resultados: El recurso a la nefasta ley electoral estaba siempre a disposición de sus dirigentes que, así, evadían su responsabilidad.

Pero, resulta que, de pronto, irrumpe en el escenario una nueva formación política que, con la perniciosa ley electoral, casi elimina del escenario a los llorones, poniendo de manifiesto, una vez más, que el problema de determinados partidos y coaliciones reside en sus dirigentes y en sus propuestas y no en el sistema electoral. El tiempo se ha encargado de poner a cada cual en su sitio y en deshacer las excusas de los malos perdedores. No era la ley electoral. Eran ellos los que nunca acertaron con la receta que les permitiera complacer el gusto de los ciudadanos.

Y como ya no se le puede echar la culpa al maestro armero, ahora se acude a la manida frase de regenerar la democracia. 'Hay que regenerar la democracia' es el mensaje que más veces se oye salir de la boca de los dirigentes políticos, hasta el punto de que cualquier cosa que proponen en su propio beneficio se encuadra dentro de la regeneración democrática.

“Que gobierne la lista más votada en los Ayuntamientos”, propone el Presidente del Gobierno y del PP, a lo que le responde el Presidente de la Junta de Extremadura aumentado la propuesta de regeneración: “Que gobierne la lista más votada en los Ayuntamientos y en las Comunidades Autónomas”.

Quienes quieren regenerar la democracia no se conforman con eso. Aspiran a limitar a ocho años el mandato de alcaldes, presidentes autonómicos y presidentes de Gobierno. “Que las listas sean abiertas” y “que puedan entrar en los parlamentos quienes cuenten con su voto y el de su vecino”. A todo eso le llaman regeneración democrática, de lo que se deduce que algunos alcaldes del PP que gobiernan habiendo encabezado la lista que quedó en segundo lugar, son unos degenerados democráticos. Y también lo son los presidentes de La Rioja y de Castilla y León, que llevan gobernando más de ocho años en sus comunidades autónomas. Y degenerados son todos aquellos que a lo largo de estos casi cuarenta años han ido en listas cerradas y bloqueadas municipales, autonómicas y generales.

No resulta extraño que la ciudadanía cada vez se vaya apartando más de quienes tratan de vender una mercancía averiada llamando regeneración a lo que no lo es. Se repite tanto lo de la regeneración que la palabra se ha gastado sin haberla llenado de contenido.

Los ciudadanos entenderíamos que los partidos se han propuesto regenerar la democracia si, por ejemplo, se asumieran responsabilidades políticas por quienes deberían hacerlo, pidiendo disculpas a la población, por haber permitido que todos los tesoreros de un determinado partido estén imputados por presunta corrupción, y uno de ellos lleve más de un año en la cárcel por corrupción y evasión fiscal.

Regeneración democrática sería si quien ahora aparece como el mirlo blanco para ganar la alcaldía de Madrid dimitiera de su responsabilidad partidaria por la sencilla razón de que más de una veintena de militantes y cargos públicos del partido que lidera el supuesto mirlo blanco están imputados en el llamado caso Gürtel.

Regeneración democrática es asumir responsabilidades por liderar un partido y haber ocupado altas responsabilidades en un gobierno de quien hace un mes se declaró evasor fiscal durante más de treinta años, y tratar de situar el delito en la esfera de lo particular como si con él no fuera la cosa.

Regenerar la democracia es tener el coraje de dirigirse a la opinión pública para asumir la responsabilidad por no haber sabido evitar el abuso en el uso de medidas dictadas para salvar empresas y formar trabajadores y no para enriquecer a unos cuantos sinvergüenzas.

Regenerar la democracia sería enviar a su casa al dirigente político que como el de Esquerra de Cataluña anuncia su clara intención de no cumplir ni acatar las leyes que no se ajustan a lo que él quiere.

Prueben a tomar esas medidas y otras similares y ya verán como los ciudadanos comienzan a recuperar la confianza en la democracia, en la política y en los políticos. ¿O son tan ilusos como para creer que los ciudadanos van a confiar sólo porque se cambie la forma de elegir a los alcaldes o porque se limite el mandato de los electos?

El paso del tiempo se encarga de poner a cada cual en su sitio, de gastar las palabras y de anular las excusas.

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