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"¡Si me queréis, irse!"
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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

En Nombre de la Rosa

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"¡Si me queréis, irse!"

“¡Si me queréis, irse!”, gritó Lola Flores hace 30 años desde el altar de la iglesia de la Encarnación de Marbella cuando se sintió acorralada por el gentío

Foto: Artur Mas y Oriol Junqueras. (Reuters)
Artur Mas y Oriol Junqueras. (Reuters)

“¡Si me queréis, irse!”, gritó Lola Flores el 25 de agosto de hace 30 años desde el altar de la iglesia de la Encarnación de Marbella cuando se sintió acorralada por el gentío. El temperamento y el malestar por el acoso le hizo decir: “Maldigo la hora en que elegí este pueblo para celebrar la boda de mi hija Lolita”. Invitó a tanta gente al casamiento que la ahogaron por el calor y por los besos.

Artur Mas se fue a la Moncloa a pedir a Rajoy un nuevo modelo de financiación autonómica para Cataluña, similar al que la Constitución española reserva para el País Vasco. Se volvió a Barcelona como había salido. Y allí le esperaban unos cuantos cientos de personas que le animaron a pedir la independencia de Cataluña ante la negativa a compensar el supuesto expolio que el resto de España comete con ella. Convencido de que por ese camino oportunista tendría asegurada la mayoría absoluta para gobernar, ni corto ni perezoso, disolvió el Parlamento catalán y convocó nuevas elecciones. El astuto Mas se equivocó una vez más y, en lugar de reforzar su escueta mayoría, lo que consiguió fue debilitar la fuerza de su coalición para poder gobernar.

En su auxilio acudió Esquerra Republicana de Cataluña, beneficiada electoralmente con la jugada de Mas. Teóricamente, Esquerra y su líder Junqueras acudieron a la llamada del débil Mas para acompañarle en la aventura soberanista, pero después de algo más de dos años de ceremonia de la confusión, Mas parece dispuesto a gritar aquella frase que Lola Flores hizo famosa el día de la boda de su hija con el argentino Guillermo Furiase. “¡Si me queréis, irse!”, parece decirle Artur Mas a Esquerra Republicana de Cataluña que, de invitado para acompañar a Mas al juzgado para ser testigo del convenio regulador que pusiera por escrito las condiciones del divorcio, se ha convertido en un Cordobés -padrino que fue de la boda de Lolita que deleitaba al escandaloso público con el salto de la rana-, erigiéndose en el protagonista de la ceremonia. Junqueras no salta, pero cada vez que quiere ocupa el despacho del Honorable para decirle a Mas que le quieren y que, por el momento, no se van de su chepa donde están cómodamente alojados.

Artur Mas permitió, alentó, ayudó, impulsó y avaló algunos movimientos independentista catalanes que, aparentemente, se iban convirtiendo en la guardia pretoriana de quien poco a poco se iba distanciando del nacionalismo para adentrase de lleno en un independentismo táctico y astuto -ya dijo Mas que había que actuar con astucia en este pulso-. “¡Si me queréis, irse!”, grita Mas a Carme Forcadell, representante de la Asamblea Nacional de Cataluña, y a Muriel Casals, de Òmnium Cultural, que se encargaron de llevar público a la ceremonia para engrandecerla hasta el punto de casi asfixiar al protagonista del evento, además de incordiarle constantemente diciéndole a voz en grito, dónde se tiene que poner, qué tiene que decir, qué tiene que hacer y cuándo tiene que hacerlo.

Hasta ahora, Convergencia, el partido de Mas y de Pujol, ha concurrido a todas las elecciones que se han celebrado en España de la mano de Unió, el partido de Duran i Lleida. Duran es el socio españolista de Mas, disfrazado de confederalista, que coquetea con el PSC y que presumiblemente repartirá dote con Mas en las próximas elecciones autonómicas. “¡Si me queréis, irse!”, le dice Mas a los democratacristianos de Unió que disfrazados de catalanistas están en contra de la independencia de Cataluña y de la pérdida de identidad del nacionalismo que ellos representaban hasta ahora.

“¡Si me queréis, irse!”, es la frase que Mas ha utilizado más en estos últimos días, ante la desesperada situación en la que se encuentra por haberse creído tan astuto y sagaz. Se la escuchamos a Lola Flores hace treinta años y se vuelve a escuchar en otros puntos de España cuando se saca el tema de la secesión catalana. Se está juntando el hambre con las ganas de comer.

“¡Si me queréis, irse!”, gritó Lola Flores el 25 de agosto de hace 30 años desde el altar de la iglesia de la Encarnación de Marbella cuando se sintió acorralada por el gentío. El temperamento y el malestar por el acoso le hizo decir: “Maldigo la hora en que elegí este pueblo para celebrar la boda de mi hija Lolita”. Invitó a tanta gente al casamiento que la ahogaron por el calor y por los besos.

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