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Limitación de mandatos: ¿constitucional?
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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

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Limitación de mandatos: ¿constitucional?

¿Por qué Ángela Merkel, que será canciller de la República Federal Alemana durante un mínimo de 12 años, va a ser menos demócrata que Aznar o Zapatero, que estuvieron 8 años y se marcharon?

Foto: La canciller alemana Angela Merkel, en su escaño del Bundestag. (Reuters)
La canciller alemana Angela Merkel, en su escaño del Bundestag. (Reuters)

Son muchos los teóricos que ven en la limitación de mandatos de los presidentes autonómicos y del Gobierno de España uno de los remedios a los males que aquejan al sistema democrático español. Algún partido de la nueva hornada ha decidido que quien busque su apoyo tiene que jurar que el mandato al que aspira sólo durará un máximo de ocho años. Un importante medio de comunicación nacional editorializaba, hace unas pocas semanas, sobre la dedicación exclusiva o no de los políticos, advirtiendo de que la exclusividad debería serlo por un tiempo determinado.

Resulta chusco defender la limitación de mandatos y no aplicarse el cuento cuando se deja de ejercer un cargo para, sin solución de continuidad, pasar a ejercer otro. ¿Y por qué limitar el mandato de los presidentes y no el mandato de los diputados, senadores, alcaldes, presidentes de Diputaciones provinciales, parlamentarios autonómicos, concejales...?

Es sorprendente que algunos pretendan limitar el mandato de aquel político que gana elecciones y, sin embargo, no se aplique la misma regla, y con más razón, al político que las pierde. Ejemplos hay en la política española de candidatos que habiendo perdido unas elecciones no han visto limitadas sus expectativas políticas, sino que han sido premiados con otros cargos más relevantes. Sólo en la actividad política se pretende actuar de esa forma. En las empresas suele ocurrir lo contrario. Y en la medicina. Y en la Universidad. Y en el deporte.

La Constitución no pone ni tiempo ni límites. Por tanto, los limitadores de mandato pretenden situarse por encima del común de los mortales

Quienes mantienen que la limitación de mandatos es una buena medicina para evitar ataques de corrupción en el cargo público, es porque consideran que robar es una cuestión de tiempo y no de ética.

¿Qué pensarán los ciudadanos que votaron a una misma persona en más de dos elecciones cuando escuchen a sesudos dirigentes políticos defender las bondades que para la democracia significa la limitación de mandatos? ¿Cómo es que los electores que votaron a la misma persona durante más de dos legislaturas cayeron en ese error sin que nadie lo advirtiera? Sin duda porque no son tan inteligentes ni tan perfectos demócratas como los que quieren prohibir ganar más de dos veces.

Resulta necesario volver a recordar que el artículo 68,5 de la Constitución española dice que “son electores y elegibles todos los españoles que estén en pleno uso de sus derechos políticos”. La Constitución no pone ni tiempo ni límites. Es la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, la que declara inelegibles a los delincuentes que cumplen condena, a los sediciosos condenados por rebelión o a los terroristas. Los limitadores de mandato pretenden situarse por encima del común de los mortales que, por lo visto, no saben por dónde se andan cuando se dejan cautivar más de dos veces por un mismo candidato. ¿Cuáles son las credenciales de los que deciden cortar la decisión libre de los ciudadanos a la hora de decidir la finalización o la continuidad de un cargo electivo? Basta que los votantes quieran votar a tal candidato para que los que más saben digan que no. ¡Así andan los pobres alemanes que han elegido ya tres veces a la Merkel!

¿Por qué Merkel, que estará un mínimo de 12 años en la Cancillería alemana, va a ser menos demócrata que Aznar o Zapatero que estuvieron 8 años y se fueron?

Los argumentos de los defensores de la limitación son débiles de solemnidad.Parece que estamos ante el ataque más furibundo contra la política realizada por quienes se dedican a ella. Si lo que pretenden es que los electores sepan comprender que, si los votan, lo dejarán en cuanto reúnan lo suficiente para dedicarse a otra cosa más decente o si creen que la brevedad en el cargo los exime de ser sospechosos, los votantes no deberían jugarse su futuro con quienes parecen querer ir al gobierno con la misma mala conciencia que quienes se dedican temporalmente a una actividad poco limpia. Lo mejor sería no hacerles pasar por ese trance.

En el caso de EEUU o Francia, los presidentes son Jefes de Estado, con todo el poder, incluido el de veto, lo que explica la limitación de mandatos para un poder personal excesivo. Nada que ver con la situación de las democracias parlamentarias como la española, en las que el poder del Presidente del Gobierno emana de un parlamento que representa la soberanía nacional y que somete a control permanente al titular del Ejecutivo. Por eso, no se entiende que se considere más democrático salir corriendo de un cargo a los ocho años que permanecer en el mismo sitio mientras se tengan proyectos que ofrecer y ciudadanos que los avalen con su voto. ¿Por qué Ángela Merkel, que estará un mínimo de doce años en la Cancillería de la República Federal Alemana, va a ser menos demócrata que Aznar o Zapatero que estuvieron ocho años y se marcharon? ¿Por qué aquellos que se dicen seguidores de Olof Palme no recuerdan que el primer ministro sueco llevaba 125 meses ocupando la jefatura del gobierno sueco sin que nadie, salvo un asesino, limitara su fructífero mandato?

Son muchos los teóricos que ven en la limitación de mandatos de los presidentes autonómicos y del Gobierno de España uno de los remedios a los males que aquejan al sistema democrático español. Algún partido de la nueva hornada ha decidido que quien busque su apoyo tiene que jurar que el mandato al que aspira sólo durará un máximo de ocho años. Un importante medio de comunicación nacional editorializaba, hace unas pocas semanas, sobre la dedicación exclusiva o no de los políticos, advirtiendo de que la exclusividad debería serlo por un tiempo determinado.

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