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Pilar García de la Granja

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Pilar García de la Granja

Y ahora, la Sanidad

La profundísima crisis económica y de modelo que estamos viviendo ha ido tocando todos los mundos posibles: las empresas, grandes y pequeñas, los bancos, los funcionarios,

La profundísima crisis económica y de modelo que estamos viviendo ha ido tocando todos los mundos posibles: las empresas, grandes y pequeñas, los bancos, los funcionarios, los profesores, las universidades, los empleados del sector privado... No ha habido parte alguna de nuestra sociedad que no se haya visto tocada, en mayor o menor medida. Estos días es el mundo de la sanidad pública, especialmente en la Comunidad de Madrid, el que toca las campanas a rebato, transmitiendo a los españoles la queja profunda del que se resiste al cambio, del que no quiere que le toquen.

Es lo lógico. La estructura territorial de la que nos hemos dotado ha traído montones de elementos buenos para todos. La esperanza de vida en España es de las más altas del mundo y seguro que eso tiene mucho que ver con nuestro clima y nuestra dieta. Pero también tiene mucho que ver con el sistema sanitario público del que nos hemos dotado, universal y gratuito, probablemente de los mejores del mundo en su categoría.No hay dinero para mantener lo que hemos construido, vamos a pensar en cómo racionalizar, fomentar la especialización, crear hospitales de referencia que permitan a España y a los españoles seguir siendo un referente en la sanidad de calidad

Además de las capacidades de los médicos y personal sanitario en España, hay que hablar de la inversión de todos los españoles durante décadas en la sanidad en España, para que se haya convertido en la sanidad más valorada y gratuita del mundo. Según los datos del Informe sanitario de PwC, desde 1990 en España hemos invertido en torno al 6,5% del PIB en sanidad, llegando a máximos del 9% del PIB en el 2008. Esto significa que solo en ese año se invirtió en ella 90.000 millones de euros. Muchos miles de millones de euros destinados a I+D+I, a instrumental y a personal cualificado. Es cierto que, desde que comenzó la crisis, el gasto sanitario se ha reducido, sobre todo en los años 2010 y 2011. 

De hecho, España tiene un gasto total per cápita de 3.067 dólares al año, frente a los 3.223 dólares de media en la OCDE. En este punto hay que explicar que en todos los países de nuestro entorno (Francia, Reino Unido, Alemania o Italia) existe el copago sanitario desde hace décadas. Es decir, se paga por acudir al médico primario y también por especialidad. En España la sanidad es absolutamente gratuita y universal. De momento, solo se paga lo que se denomina el gasto farmacéutico, y en niveles inferiores a la media de la UE, en donde se paga por ir al médico y también un porcentaje del medicamento recetado.

En España, el 90% del gasto público sanitario corresponde a las Comunidades Autónomas, que son las que deciden -en base a sus criterios demográficos, entre otros- los objetivos de gasto. En el periodo 2002-2009, el gasto sanitario se incrementó en las CCAA un 75,5%. Un incremento a todas luces insostenible en un entorno macroeconómico recesivo y con caída brutal de los ingresos. Creo que debiéramos hablar de una estructura que ha creado, a los efectos de la sanidad pública, 17 miniestados en los que ser atendido en una Comunidad Autónoma diferente de la tuya puede ser un verdadero problema.

En este contexto, hay hospitales de titularidad pública y de gestión totalmente privada como Alcira (Valencia), cuyos pacientes están muy satisfechos con la atención, diagnóstico y tratamiento. En Cataluña hay hospitales como el San Juan de Dios que tienen gestión pública y privada. En la propia Comunidad de Madrid ya hay tres hospitales de titularidad pública y gestión de servicios –no médicos- privados (Valdemoro, Torrejón de Ardoz, y el Hospital Juan Carlos de Móstotes). La Comunidad de Madrid, en el plan de racionalización del gasto y de búsqueda de eficiencia, ha anunciado que externalizará los servicios sanitarios de seis hospitales públicos cuya gestión hasta ahora era mixta. Lo hará a través del modelo captativo, es decir, se paga una cantidad fija por cada habitante de la población de referencia. Los pacientes en Madrid seguirán pudiendo escoger libremente médico y hospital, independientemente de su zona de referencia -tal y como sucede ahora-.  Es posible que no todo el mundo esté de acuerdo con esta iniciativa, pero no es menos cierto que no está claro que la gestión privada de los servicios públicos sea peor que su gestión pública.

En los años de extraordinario crecimiento del gasto público –sustentado hasta el 2007 en ingresos también extraordinarios-, España, los españoles, hemos hecho un esfuerzo sin precedentes para tener los hospitales cerca, a los mejores profesionales, en muchos casos de forma no pensada ni planificada, simplemente por competición entre CCAA. La salud y el sistema nacional de nacional de salud son demasiado serios, demasiado importantes como para ser objeto de debates partidistas. Es tan necesario un buen sistema de salud, como eficiente y, sobre todo, pagable. No hay dinero para mantener lo que hemos construido; vamos a pensar en cómo racionalizar, fomentar la especialización, crear hospitales de referencia que permitan a España y a los españoles seguir siendo un referente en la sanidad de calidad.  Esta cuestión tendría que ser fundamental para el ministerio de Ana Mato: diseñar un plan nacional de sanidad con carteras de servicios y con hospitales de referencia en España para tratar patologías específicas. Algunos médicos con los que he hablado piden una gran red de atención primaria, bien dotada y capacitada, y centros de referencia. Bueno, pues igual es una idea. Desde luego, ahora es el momento. 

La profundísima crisis económica y de modelo que estamos viviendo ha ido tocando todos los mundos posibles: las empresas, grandes y pequeñas, los bancos, los funcionarios, los profesores, las universidades, los empleados del sector privado... No ha habido parte alguna de nuestra sociedad que no se haya visto tocada, en mayor o menor medida. Estos días es el mundo de la sanidad pública, especialmente en la Comunidad de Madrid, el que toca las campanas a rebato, transmitiendo a los españoles la queja profunda del que se resiste al cambio, del que no quiere que le toquen.

Ministerio de Sanidad