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Pilar García de la Granja

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Pilar García de la Granja

Sobre impuestos, tasas y recaudación

Esta semana el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ha anunciado un nuevo impuesto bancario “sin afán recaudatorio”, aunque el Estado recaudará entre 200 millones o 300

Esta semana el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ha anunciado un nuevo impuesto bancario “sin afán recaudatorio”, aunque el Estado recaudará entre 200 millones o 300 millones de euros. Las afirmaciones del ministro, catedrático de  Hacienda Pública, son pasmosas. Efectivamente, todo impuesto y toda tasa tienen afán recaudatorio. La diferencia estriba en que la tasa tiene un objeto definido, es decir, financiar un determinado servicio “tasado” – que tiene un precio” -, mientras que el impuesto es una “obligación sin relación directa con ningún servicio”.  Fuera bromas,  uno puede pagar impuestos y no utilizar ningún servicio público. Con las tasas y los impuestos, directos e indirectos, se financian las administraciones públicas, y éstas proveen los servicios públicos.

Dicho esto, el nuevo impuesto sin afán recaudatorio que plantea Montoro es a la banca. A los bancos. A juicio del ministro es poca cosa, poco menos que un impuesto “sin importancia”, tan sólo el 0,1% o el 0,2% sobre los depósitos. Esta ligera contribución del sistema financiero, voluntaria como todo el mundo sabe, se trasladará inmediatamente a los depositantes – usted y yo-. Aunque el impuesto recaiga legalmente sobre los bancos, lo soportarán íntegramente las familias. La razón es que, en condiciones de competencia, un impuesto aumenta el coste marginal y se traslada totalmente al precio. Es decir, a pesar de lo que ha dicho el ministro, el nuevo impuesto será soportado exclusivamente por las familias.

Los bancos, efectivamente, no están para perder dinero, y cuando lo pierden tampoco lo pierden porque “se les rescata”. Lo mismo pasa con el estado, que cuando está a punto del shock,  pues le rescatamos los contribuyentes. ¿Y cómo? Pues por ejemplo con un impuesto a la banca.

El nuevo impuesto de Montoro será soportado exclusivamente por las familiasEn los próximos meses veremos que la remuneración de los depósitos de las familias y de las empresas disminuye en la cuantía del nuevo impuesto. Y puesto que los depósitos constituyen la fuente más directa de la liquidez y del crédito, de los que andamos tan sobrados en España, esta medida resulta cuando menos sorprendente. No me imagino una operación bancaria con swaps para financiar con recursos propios o con cargo a beneficios de las entidades financieras el nuevo impuesto. Seguro que usted tampoco.

Y las derivadas de todo esto, a mi juicio son dos ‘no’ menores. La primera tiene que ver con esa frivolidad que hace que algunos tomen por tontos a la mayoría. La falta de transparencia y gallardía en la toma de decisiones y en la explicación de las mismas al personal. El Gobierno ha decidido voluntariamente que, como el Tribunal Constitucional ve bien que Extremadura, Andalucía o Canarias cobren esta tasa, para no “distorsionar el mercado” se apruebe para toda España. Es decir, el Gobierno da un vehículo adicional a todas las Comunidades Autónomas para que incrementen su recaudación y hacer frente a su déficit. Se trata de una homologación de tasas en el territorio nacional, a costa del ciudadano, y gracias al Tribunal Constitucional que deberíamos dejar de financiar inmediatamente porque va en contra de los intereses de quienes lo financiamos.

En segundo lugar, está la incertidumbre que se crea. Efectivamente, en Chipre se ha pretendido – todavía están en ello- un atraco a las cuentas corrientes de los ahorradores, chipriotas y extranjeros. La consecuencia de esta medida made in Argentina, validada por la UE, está siendo el corralito en un país de la Unión, cuyos ciudadanos no pueden sacar dinero de sus cuentas, no pueden hacer transacciones económicas, y, por lo tanto, ha quedado suspendida la libre circulación de capitales y – de personas- porque un chipriota sin dinero no puede viajar. Y nadie se pone colorado, y nadie en Bruselas se inmuta.

La gestión política de la crisis de Chipre – que era una anécdota en el PIB Europeo- se va a convertir en catástrofe. Si se mantiene el impuesto confiscatorio a los ahorros, los bancos quebrarán porque todo el mundo sacará su dinero, y si no se mantiene, los bancos quebrarán porque todo el mundo pensará que “es posible” y sacará su dinero de los bancos chipriotas. Vamos unos linces. ¿Solución?  Pues o una línea ilimitada de financiación del BCE a Chipre, o la salida voluntaria de la eurozona de los chipriotas. Todo catastrófico.

Pero volviendo a España y a la tasa bancaria de nuevo cuño. Alguien debería pensar, en vez de dar instrumentos a los políticos para financiarse a costa de los contribuyentes, en reducir el gasto público de una bendita vez, ¿no?

Esta semana el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ha anunciado un nuevo impuesto bancario “sin afán recaudatorio”, aunque el Estado recaudará entre 200 millones o 300 millones de euros. Las afirmaciones del ministro, catedrático de  Hacienda Pública, son pasmosas. Efectivamente, todo impuesto y toda tasa tienen afán recaudatorio. La diferencia estriba en que la tasa tiene un objeto definido, es decir, financiar un determinado servicio “tasado” – que tiene un precio” -, mientras que el impuesto es una “obligación sin relación directa con ningún servicio”.  Fuera bromas,  uno puede pagar impuestos y no utilizar ningún servicio público. Con las tasas y los impuestos, directos e indirectos, se financian las administraciones públicas, y éstas proveen los servicios públicos.