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Ángeles Caballero

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"Qué ilusión que Pepito sea alcalde"

Dentro, en el pleno, todos sonríen y celebran. Martínez Almeida, “flamante alcalde” en palabras de Andrea Levy, miraba repetidamente a las alturas

Foto: Martínez-Almeida recibe el bastón de mando de Manuela Carmena. (EFE)
Martínez-Almeida recibe el bastón de mando de Manuela Carmena. (EFE)

“Qué ilusión que Pepito sea alcalde”. Esperanza Aguirre es la sabia de la política y también la savia. Ella lo sabe y lo alimenta, así que cuando llegó a Cibeles sabía exactamente lo que tenía que decir a los periodistas, cansados y con más ojeras que los negociadores del pacto. Por eso cuando vio a Ángel del Río, cronista oficial de la Villa, se abrazó a él gritándole “¡Angelito!”. Por eso él la correspondió con un “¡Amor!”. No Espe, no party.

placeholder Esperanza Aguirre (dcha). junto a Gallardón, Ana Botella y Álvarez del Manzano. (EFE)
Esperanza Aguirre (dcha). junto a Gallardón, Ana Botella y Álvarez del Manzano. (EFE)

La última vez que estuve en el patio de cristales del Ayuntamiento de Madrid fue para ver, en el cine de verano, ‘Reservoir Dogs’. Ésa de Quentin Tarantino en la que como todas las de Quentin Tarantino muere mucha gente. Aquí ha pasado algo parecido.

[Directo: Sigue aquí la última hora de la constitución de los Ayuntamientos]

Aunque también hay hueco para la resurrección. Como las de José María Álvarez del Manzano, Alberto Ruiz Gallardón y Ana Botella (otra como Aguirre vestida de azul PP, con zapatos de esos que las revistas de moda denominan ‘ugly shoes’, compitiendo fortísimamente en bronceado con Villacís). Luis Cueto pululaba buscando amigos, pero hoy la gente no tenía tantas ganas de darle charla como hace cuatro años.

Apareció Pablo Casado con el pelo recién cortado, Isabel Díaz Ayuso con brackets invisibles a los que aún no se ha acostumbrado y le dificultaban la dicción. Como siempre, echó mano de las tenacillas para el peinado. Ambos, como Teodoro García Egea, obedientes con el argumentario y repitiendo el mantra de que todo esto, en el fondo, es una victoria de la libertad.

Los familiares de los concejales estaban como habría estado yo en cualquier función escolar de mis hijos. Contentos, recién teñidos y planchados los trajes. Íñigo Errejón entró con gafas de sol y zapatillas con suela de esparto. También se vio a un Pepu Hernández apesadumbrado, lamentando lo que se celebraba hoy, y advirtiéndole a Ciudadanos de que ya puede ir borrando del diccionario las palabras “regeneración” y “centro”. Pero el Mundial de 2006 en Japón no te lo quita nadie, José Vicente.

Mi compañera Paloma Esteban me ha chivado que el pacto de los populares con Vox se ha fraguado la pasada noche en el Hotel Orfila. Miro al cielo de Madrid y suplico que no haya sido en la misma alcoba donde pasé mi noche de bodas hace 15 años.

Dentro, en el pleno, todos sonríen y celebran. Martínez Almeida, “flamante alcalde” en palabras de Andrea Levy, miraba repetidamente a las alturas. Ha estado juguetón, haciendo chascarrillos, con guiños a la alcaldesa saliente. Feliz. Habría que recordarle que el pesquero de los pantalones, por mucho que le guste a la derecha, tiene un límite. Begoña Villacís, nueva vicealcaldesa, lleva una B tamaño gigante en la funda de su móvil. Es la nueva primera dama del consistorio. Va a hartarse de besar niños y ancianos en estos cuatro años.

En el público, familiares, amigos, fans y Ángel Carromero, acompañado de un joven con un perímetro pectoral que ni en la época dorada del culturismo. Pobre camisa blanca, lo que ha debido sufrir. Y cómo no, el padre Ángel, que es la máxima autoridad competente en materia de transversalidad. Por supuesto, no se olvidó de la bufanda roja. Rita Maestre miraba con ternura a sus compañeros de partido. Entre ellos, un Nacho Murgui con una camiseta de Fred Perry comprada en la sección infantil o bien víctima de un ciclo de lavadora con agua demasiado caliente.

placeholder José Luis Martínez Almeida y Begoña Villacís tras la sesión constituyente. (EFE)
José Luis Martínez Almeida y Begoña Villacís tras la sesión constituyente. (EFE)

¿Y los discursos? Ortega Smith hablando del rey y acabando con un ¡Viva Madrid! y ¡Viva España!. Pepu Hernández con palabras que ni siquiera se admitirían en un funeral, porque solo nos acordamos de las bondades del muerto. Menos mal que al volver al patio de cristales recuperó ese tono bonachón que le caracteriza y alabó lo bien que se había portado la hija de una concejal de su partido. Le dejé citando frases de la película ‘Bajarse al moro’.

Villacís estaba contenta y criticó el mal rollo del portavoz socialista. Andrea Levy, en cambio, le recordó que “la frustración solo lleva a la melancolía” y le recetó ilusión. Fue ella, la nueva portavoz del grupo popular en el Ayuntamiento, la única de su partido que asintió y aplaudió alguna de las frases de la alcaldesa saliente. Recitó a Calderón de la Barca. Mantuvo el gesto típico de no acabar de creérselo.

Carmena no necesitó papeles y agua para su discurso, pidió cuidar la democracia y las instituciones, respeto entre los partidos pero sobre todo respeto a todos los votantes. Fue amable con Martínez Almeida, habló de feminismo y de violencia de género mirando a Ortega Smith, que estaba muy entretenido mirando el móvil. Una señora.

El nuevo alcalde recurrió a un cuadro de Lucio Muñoz que se encuentra en la Asamblea de Madrid, ‘La ciudad inacabada’. Habló de eficiencia y de eficacia, también mostró cariño y abrazó a la persona a la que hoy acaba de sustituir en el cargo. Parece un tipo simpático al que prefiero no conocer, como a todos, porque eso dificulta el colmillo.

placeholder José Luis Martínez Almeid y Andrea Levy durante el pleno. (EFE)
José Luis Martínez Almeid y Andrea Levy durante el pleno. (EFE)

Levy, a la que Carmena bautizó como “señora Lastra”, enseñaba orgullosa las medallas que ha recibido como nueva concejal. Que tenían un aire a Galería del Coleccionista. El lapsus con su apellido pareció molestarle en el Pleno pero fuera decidió tomárselo con humor. “Bueno, Rajoy me llamaba Eva”, bromeó.

Fuera, en la calle, la misma ciudad, la misma gente. Las mismas colas en el Museo del Prado, los mismos manteros de Atocha, los mismos turistas despistados, las mismas cervezas con patatas y aceitunas de las terrazas. Que la prudencia les acompañe.

“Qué ilusión que Pepito sea alcalde”. Esperanza Aguirre es la sabia de la política y también la savia. Ella lo sabe y lo alimenta, así que cuando llegó a Cibeles sabía exactamente lo que tenía que decir a los periodistas, cansados y con más ojeras que los negociadores del pacto. Por eso cuando vio a Ángel del Río, cronista oficial de la Villa, se abrazó a él gritándole “¡Angelito!”. Por eso él la correspondió con un “¡Amor!”. No Espe, no party.

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