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PP y PSOE: con incertidumbre electoral, es la hora de los candidatos
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Enrique Cocero | José Barros

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PP y PSOE: con incertidumbre electoral, es la hora de los candidatos

Unas semanas atrás, en un anterior post de IdV, tomamos el resultado de las pasadas elecciones europeas como termómetro de la intención de voto a nivel

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (d), y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (d), y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (EFE)

Unas semanas atrás, en un anterior post de IdV, tomamos el resultado de las pasadas elecciones europeas como termómetro de la intención de voto a nivel provincial español. Así, pudimos ver cuáles son las provincias tradicionalmente ganadoras para ciertos partidos, y también apreciamos cuáles son las provincias en las que a ciertos partidos no les conviene insistir mucho porque las posibilidades reales de lograr allí buenos resultados son escasas.

En otro post de IdV también enfrentamos a Podemos con IU y UPyD. No analizamos la eterna batalla que mantienen PP y PSOE porque en ese momento consideramos que los dos grandes partidos estaban a gran distancia entre sí. Es tiempo de revisar este planteamiento ya que desde entonces han sucedido varios hechos que sería interesante tener en cuenta.

El primero es la situación del PSOE en la Comunidad Valenciana y Madrid. En las primarias del PSOE percibimos que la base socialista ha iniciado una fase de creciente dinamismo, sensiblemente marcado en Valencia. En un gráfico donde mostrábamos la relación entre avales y militantes por cada comunidad autónoma, Valencia destacaba por la intensa actividad de sus primarias regionales, es decir; que los militantes valencianos del PSOE, efectivamente, están siendo muy activos:

Ante esta realidad, uno puede preguntarse: “Bien, ¿y qué? ¿Acaso la gente no puede preocuparse por su partido?” Lo que nos hizo seguir investigando fue que una actividad tan intensa y focalizada, muy por encima de lo que correspondería al número de militantes en esta región –la provincia con mayor número de militantes socialistas es Andalucía, seguida de Cataluña; sólo en tercer lugar aparece Valencia, seguida de Madrid y Castilla-La Mancha–, hizo que la Comunidad Valenciana, en avales, estuviera dos puntos por encima de la media del PSOE a escala nacional.

Junto a Valencia también nos llamó la atención el alto número de votantes que acudieron a las urnas en las primarias del Partido Socialista en Madrid y Aragón. Esto, desde luego, no es un dato determinante –el único que sí lo es el voto depositado en la urna–, pero nos indica que en las bases de los partidos hay movimiento; y visto el resultado de las últimas europeas –fulgurante irrupción de Podemos incluida–, nos parece significativo prestar atención a lo que se está cociendo en las bases de un partido, el PSOE, que no quiere perder ni al votante de centro-izquierda ni al de la izquierda descontenta.

Con estos antecedentes, fijémonos ahora en los resultados del PSOE en la Comunidad Valencia el día de las elecciones al Parlamento Europeo:

Si prestamos atención a los datos, observamos tres cosas: de las tres provincias que conforman la Comunidad, Valencia es la más debilitada para el PP, aunque también lo es para el PSOE, y también es la provincia en la que menos diferencia porcentual hay entre PP y PSOE. De estos datos deducimos dos noticias: la primera es la pérdida de hegemonía, tanto en la provincia de Valencia como en la comunidad autónoma, del Partido Popular; la segunda es la fragmentación y la alta actividad de la izquierda.

¿Cómo pueden recuperar votos los dos principales partidos españoles? Con anterioridad ya hemos comentado que a la hora de recuperar el voto cada partido debe focalizarse en los caladeros donde tiene posibilidades reales de obtener alguna ganancia real. Por ejemplo, para el PSOE el votante de IU es mucho más captable que el del PP o el de Podemos. En cambio, Podemos tiene dos caladeros en los que pescar: IU y PSOE.

La situación de un PSOE acosado por distintos flancos quizás fue la que a finales del pasado mes de septiembre llevó a Pedro Arriola a afirmar que el PP sólo necesitará el 35% de los votos para ganar en las próximas elecciones generales. Comprobar la plausibilidad de esta tesis es otro de los motivos que nos ha llevado a prestar más atención al comportamiento del PSOE durante las pasadas elecciones europeas. En el siguiente gráfico podemos ver el voto del PSOE por provincias en las europeas:

El PSOE obtuvo una media del 23% del voto y alrededor de este coeficiente se sitúa en 21 provincias, es decir, la concentración es enorme y el potencial decrecimiento, por tanto, también lo es. Es más, sólo en 10 provincias está por debajo del 20%. El problema para el PSOE es que una de ellas es Madrid y la otra es Barcelona y ambas suman muchos votos.

Barcelona, para el PSOE, a día de hoy parece irrecuperable –está en el 15,23%–, pero en Madrid ya tiene candidato a alcalde y, presumiblemente, a la presidencia de la Comunidad. Mientras que el candidato al concejo madrileño, Antonio Miguel Carmona, todavía no es muy conocido –aunque todo indica que será un buen aprendiz de Pedro Sánchez en la búsqueda de notoriedad y de vías mediáticas para darse a conocer–, el candidato a la presidencia de la región, Tomás Gómez, quizás tenga el problema contrario: es conocido de sobras por los madrileños.

El PSOE ha sido el primero en iniciar con claridad la carrera electoral del 2015. El PP, en cambio, todavía no ha hecho sus nombramientos, es más; los populares han suspendido los sondeos internos sobre candidatos a Madrid porque, en la situación actual –tarjetas black de Bankia, virus del Ébola–-, los resultados de dichas encuestas no hubiera sido concluyentes. El PP madrileño puede permitirse el lujo de esperar a nombrar sus candidatos; goza de la ventaja que siempre proporciona ser el dueño del castillo y no su asaltante, con la consiguiente flexibilidad que ello proporciona a la hora de dibujar la estrategia electoral. De momento, sabemos que Ignacio González ya se ha postulado de nuevo como candidato a la Comunidad –todavía falta conocer su confirmación por parte de Rajoy– y queda por nombrar el candidato popular a la alcaldía de la capital de España.

Hasta aquí hemos analizado la situación del PSOE. ¿Y la del PP? El argumento de Arriola sale reforzado porque sobre el papel, ciñéndonos a los resultados de las europeas, los populares no presentan mal aspecto –el efecto de las tarjetas black y el caso del ébola no lo tenemos en cuenta porque todavía no hay datos sobre su posible efecto entre los votantes–. Lo que sí podemos afirmar es que para los populares las expectativas son recuperables, aunque también hemos de indicar que el PP para ’pescar’ votos tiene el caladero más significativo entre votantes previos que, desencantados, se ha ido posicionando hacia la abstención. Entraremos en breve en esta cuestión, pero antes queremos analizar el siguiente gráfico:

Observamos cómo la masa crítica del PP comienza muy cerca del coeficiente de su resultado global, que es el 26,06%. Hasta en 36 provincias están por encima de este resultado. De las provincias que están por debajo, nueve sobrepasan el 22,9%. Luego tenemos las muy alejadas de la masa crítica del PP: son las cuatro provincias catalanas y las tres vascas, aunque Álava, cuya capital tiene un alcalde del PP, sube al 15%, situándose como provincia en tierra de nadie.

Esta es la foto fija tomada en mayo de la situación del PP. Al haber sido hecha en una elecciones –europeas, en este caso– es la única imagen demoscópica de la que nos fiamos al 100%, máxime cuando aún no sabemos el nombre de muchos candidatos a las próximas elecciones.

Sea como fuere, el principal problema que para el PP se advierte en el horizonte ya lo avanzábamos antes: es la abstención. La última encuesta de Metroscopia, publicada el pasado 4 de octubre en El País, apunta en este mismo sentido. Del 30,37% de votos –sobre censo– que lograron en las generales del 2011, los populares pasarían al 15,9% que muestra este sondeo. Pero si nos fijamos en la encuesta, veremos que la realización del trabajo de campo se realizó en los días 29 y 30 de septiembre, a los pocos días de la dimisión del ministro Gallardón por la retirada del anteproyecto de ley de la reforma del aborto.

Si la encuesta hubiese sido realizada ahora mismo -crisis por las tarjetas Black, virus del Ébola, desaceleración de la economía- el resultado podría ser incluso peor para los intereses del PP. Como comentamos arriba, posiblemente influido por estos factores, el PP de Madrid acaba de suspender un sondeo sobre sus potenciales candidatos (por cierto, en el mismo sondeo de Metroscopia advertimos cómo la movilización de las bases del PSOE de la que venimos hablando en IdV está comenzando a dar sus frutos a nivel nacional; pasaría del 20,3% al 20,7% sobre censo, una recuperación de apenas unas décimas, cierto, pero que ya sitúa a los socialistas en una posición mejor que en las europeas).

Pero volvamos a nuestro tema principal. Aunque los datos de Metroscopia han sido recogidos en un momento singularmente complicado para el PP, lo cierto es que los populares tienen un problema con la abstención de sus votantes. Ante esta situación podría formularse la misma pregunta que ya lanzó Lenin en su día: ¿qué hacer?

En la situación actual, el PP cuenta con tres bazas movilizadoras: la mejora de la economía, el auge evidente de la actividad de la izquierda –percibido como amenaza– y la fragmentación del voto de la izquierda –utilizado como oportunidad–. Por paradójico que parezca, Podemos, desde un punto de vista táctico, es una corriente que podría favorecer al PP: la formación de Iglesias y Monedero, como ya decíamos antes, se nutre de votantes de IU y del PSOE, es decir, debilita al principal rival de los populares. Además, su irrupción en la política nacional puede generar temor entre las bases desencantadas de los populares; un temor que, en la práctica, haga que dichas bases vuelvan a votarles.

Y si a esto sumamos que: primero, todavía queda una año para la convocatoria de las próximas elecciones generales –y un año en política es un siglo–, segundo, la ley D´Hondt prima a las listas más votadas de cada provincia y penaliza a las minoritarias –recordemos los buenos resultados provinciales del PP en las europeas– y, tercero, la economía puede volver a dar señales de mejora; vemos que, efectivamente, el PP podría llegar al 35 % de los votos y con ello gobernar una segunda legislatura, siempre y cuando el PSOE se mantenga más próximo a la Gran Coalición que a IU y Podemos.

Dicho esto, recordamos algo que ya señalaba Aristóteles: el mundo práctico –y ya no digamos el mundo político– por definición es azaroso y contingente; los seres humanos siempre vemos al futuro envuelto por una densa bruma. Esta bruma es la que nos motiva en IdV para vislumbrar qué sucederá en el próximo curso político. Para hacerlo, seguiremos por misma senda que hemos tomado hasta ahora, que es la de ceñirnos a los hechos.

*José Barros (@barrospress) es periodista y consultor de comunicación. Enrique Cocero (@EnriqueCocero) es fundador de la consultora de análisis 7.50 y miembro del consejo asesor de Government Consulting Group.

Unas semanas atrás, en un anterior post de IdV, tomamos el resultado de las pasadas elecciones europeas como termómetro de la intención de voto a nivel provincial español. Así, pudimos ver cuáles son las provincias tradicionalmente ganadoras para ciertos partidos, y también apreciamos cuáles son las provincias en las que a ciertos partidos no les conviene insistir mucho porque las posibilidades reales de lograr allí buenos resultados son escasas.

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