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Parte de guerra en el PSOE tras el fiasco del 21-O: “Esto no se sostiene"
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Gonzalo López Alba

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Parte de guerra en el PSOE tras el fiasco del 21-O: “Esto no se sostiene"

  La marea que reclama cambios en el PSOE es de una intensidad desconocida desde el trienio negro de Joaquín Almunia (1997-2000) y, en un clima de

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La marea que reclama cambios en el PSOE es de una intensidad desconocida desde el trienio negro de Joaquín Almunia (1997-2000) y, en un clima de abatimiento y depresión, se extiende ya al núcleo de la mayoría que se ahormó en torno a Alfredo Pérez Rubalcaba en el congreso de febrero. “Esto ya no se sostiene. El liderazgo de Alfredo es irrecuperable”, reconocen en privado miembros de su Ejecutiva que le apoyaron entonces, aunque en público se atengan al discurso oficial.

Sólo su círculo de hierro, con Elena Valenciano a la cabeza, cree que aún es posible encauzar la crisis abierta por las derrotas electorales del domingo. “A nadie en su sano juicio se le ocurre plantear que el secretario general del PSOE, elegido hace ocho meses, tenga que irse por una derrota en Galicia y en Euskadi”, sostiene su guardia de corps. Esgrimen un dato cierto: los resultados del domingo se enmarcan en la horquilla en la que históricamente se ha movido el PSOE en ambas comunidades. La excepcionalidad fueron los resultados del PSE en 2009, cuando se vio favorecido por la ausencia de los proetarras y Patxi López se convirtió en lehendakari sin haber ganado las elecciones (con apoyo del PP); y los del PSdG en 2005, cuando Emilio Pérez Touriño alcanzó la presidencia de la Xunta en el apogeo de Zapatero, también sin ganar las elecciones (con apoyo del BNG). Pero la dinámica de los tiempos presentes es ajena a la perspectiva histórica y hay una variable nueva de alcance impredecible: el avance de los nacionalistas y la izquierda radical en detrimento del PSOE.

Las facciones en liza quieren un cambio de rumbo, de líder o las dos cosas

Por ello, ni siquiera los colaboradores más cercanos de Rubalcaba se atreven a vaticinar el devenir de los acontecimientos cuando pase “la tregua catalana”, cuya necesidad es asumida por todos. Rubalcaba, con el interesado beneplácito del PSC, aprovechará la convocatoria del 25 de noviembre en Cataluña para intentar ganar tiempo. Mientras, pedirá “menos navajazos” y “más aportaciones de ideas”. Su hoja de ruta es convocar después, si es que no se ve forzado a hacerlo antes, a todos los secretarios generales, para seguir con el Comité Federal y la Conferencia Política. “Y después ya se verá”.

Pero hay quien cree que esa Conferencia debería celebrarse ya sin Rubalcaba al frente y ser sustituida directamente por un congreso extraordinario. El parte de guerra en la familia socialista refleja tres facciones: partidarios de cambiar el rumbo, partidarios de cambiar el líder y partidarios de cambiar ambas cosas. Los defensores de Rubalcaba se alinean en la primera facción y creen que puede bastar con acelerar la renovación del proyecto, que, según opinión generalizada, habrá de tener tres pilares: estructura territorial, reforma fiscal y modelo de partido. Pero otra facción cree que el cambio de proyecto debe llevar inexorablemente aparejado el cambio de líder y una tercera es partidaria de empezar por el cambio de líder.

Esta disparidad de posiciones anticipa otro frente de batalla. Hay partidarios de que el problema de liderazgo se resuelva con un congreso extraordinario, que podría reducir las primarias para elegir candidato a un mero trámite por falta de alternativas (como ocurrió con Zapatero); partidarios de cumplir la hoja de ruta prevista eligiendo al candidato electoral antes del verano de 2014, con el riesgo de bicefalia si Rubalcaba se presentase y el de tener que hacer después un congreso extraordinario si perdiera; y los que abogan por resolver los dos trámites en uno, con la elección del secretario general en primarias, la fórmula que menos gusta a los aparatos porque el modelo se tendría que implantar en toda la organización.

La Ejecutiva intenta ganar tiempo con la “tregua catalana” para aplacar la marea

El pulso Rubalcaba-Griñán

Mientras estas opciones se decantan, el teatro de guerra socialista presenta a dos contendientes principales, Alfredo Pérez Rubalcaba y José Antonio Griñán, con otros dos, Carme Chacón y Eduardo Madina, velando armas. Y, además, Patxi López se ha convertido en “un problema”, un jarrón de esos con los que nadie sabe qué hacer.

Rubalcaba y Griñán libran desde hace meses un pulso soterrado para determinar quién marca el paso en el PSOE, con muchos roces y desencuentros que no han trascendido. Griñán es, a priori, partidario de cumplir los calendarios internos previstos, pero reclama un cambio de rumbo. De las declaraciones en las que el lunes anticipaba su propósito de exigir más influencia andaluza en la política federal del PSOE se mutiló el vínculo que establecía con el avance electoral de los nacionalismos y su inquietud por el problema territorial y el peso de Andalucía, económico y político, en el conjunto de España. También reclama una política federal de entendimiento con Izquierda Unida, el socio que le sostiene en el Gobierno, un pacto con el Gobierno sobre la política ante Europa y más dureza en la oposición, con propuestas concretas, en educación, sanidad y política laboral. Ninguno de estos planteamientos ha sido, a su juicio, suficientemente atendido por Rubalcaba.

El entorno de Rubalcaba, a su vez, sostiene que ha sido Griñán quien ha puesto freno a una política de oposición más agresiva y que Rajoy no ha querido ningún pacto; le recuerda que le hizo presidente del partido después de apoyar a Chacón en el congreso de Sevilla y ahora pretende ejercer ese cargo con un poder que no se acomoda a la tradición del PSOE, y hay hasta quien le atribuye la ambición de sustituir a Rubalcaba.

Fuentes próximas a Griñán reconocen su propósito de forzar un cambio de rumbo e incluso de algunos miembros de la Ejecutiva (no de Rubalcaba) y rechazan que tenga otra ambición que asentar su gobierno en Andalucía. En cuanto a la posible renovación de su apoyo a Chacón, el mensaje es tan preciso como ambivalente: “Lo que ella quiera, tendrá que ganárselo”. Y lo mismo con Rubalcaba: “Él sabrá lo que tiene que hacer” (algunos opinan que, antes o después, Rubalcaba dirá que se va, pero muchos creen que lo hará como una finta para recabar adhesiones).

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La marea que reclama cambios en el PSOE es de una intensidad desconocida desde el trienio negro de Joaquín Almunia (1997-2000) y, en un clima de abatimiento y depresión, se extiende ya al núcleo de la mayoría que se ahormó en torno a Alfredo Pérez Rubalcaba en el congreso de febrero. “Esto ya no se sostiene. El liderazgo de Alfredo es irrecuperable”, reconocen en privado miembros de su Ejecutiva que le apoyaron entonces, aunque en público se atengan al discurso oficial.