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Entre la UVI y el tanatorio: de Mulas a Bárcenas
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Gonzalo López Alba

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Entre la UVI y el tanatorio: de Mulas a Bárcenas

El demoledor impacto del interminable goteo de comportamientos corruptos ha provocado un giro en el estado general de la opinión española: si hasta hace poco todo era

El demoledor impacto del interminable goteo de comportamientos corruptos ha provocado un giro en el estado general de la opinión española: si hasta hace poco todo era culpa de Zapatero, ahora toda la culpa de nuestros males es de la política, que está a medio camino entre la UVI y el tanatorio. La necesidad de identificar un culpable de nuestras desdichas es consustancial a la condición humana, pero limitar la búsqueda de las causas a un agente exógeno inhibe la reflexión necesaria para hallar el remedio.

Veinticuatro horas antes de que al PSOE le estallara en la cara el escándalo Mulas-Amy Martin, un miembro de la Ejecutiva ilustraba con un dato el estado de sus finanzas: “No es que no haya ni un euro en negro, es que se puede decir que no tenemos ni un euro. Los miembros de la Ejecutiva ni siquiera disponemos de gastos de representación para invitar a comer. El máximo que se nos permite, si se trata de un compromiso muy especial, es un menú de 15 euros”.

Venía a respaldar con la divulgación de esta pauta interna -de la que están eximidos el secretario general, la vicesecretaria general y el secretario de organización- la proclama hecha por Alfredo Pérez Rubalcaba para intentar evitar que el escándalo Bárcenas propague aún más la especie de que todos los políticos “son iguales”. Desde la cúpula del partido se aporta otro dato sobre sus finanzas: si el presupuesto para 2012 fue de 48 millones de euros, el que en enero aprobó el Comité Federal para este año se ha reducido a 20 millones.

Al calor de aquella proclama y pertrechado con estas pautas de austeridad, planeaba Rubalcaba la presentación de una batería de propuestas para reforzar la prevención y persecución de la corrupción. Y de aquella tarde del martes a la mañana del miércoles se verificó una sospecha que hacía tiempo circulaba con sordina por algunos círculos socialistas: en el PSOE no hay un euro en negro, pero sí había quien tenía una negra que le proporcionaba un sobresueldo en blanco.

El escándalo de Bárcenas fractura el PP entre quienes temen verse salpicados y los que están escandalizadosEntre el caso Mulas y el caso Bárcenas hay un abismo, tanto por la cuantía económica como por el hecho de que de lo conocido no puede desprenderse en el primer caso la sospecha de financiación irregular del PSOE que el segundo sí ha sembrado en torno a la del PP, aunque hasta la fecha no existan pruebas fehacientes. Pero los dos casos presentan al menos dos notas comunes: Mulas y Bárcenas, Bárcenas y Mulas, se prevalieron de los cargos que ocupaban para su provecho personal y/o el de sus allegados más directos y los dos han ahondado la fosa en la que ya estaba el prestigio de la política. En definitiva, como señala un diputado con densa trayectoria política, “el mal ya está hecho” y no se limita al dinero obtenido por métodos cuando menos inmorales.

 

División en la clase política

La clase política española se manifiesta dividida entre quienes creen que esta tormenta también pasará sin que nada pase y quienes se muestran conscientes de que “esto no puede seguir así”, so pena de que toda la arquitectura político-constitucional construida durante la Transición se venga abajo.

Sostienen los primeros que en España está más que probado que la corrupción no pasa factura electoral, como se demostró en la Comunidad Valenciana cuando Francisco Camps amplió su mayoría en las urnas, pero olvidan que fue la causa última del final de la era de Felipe González.

Y temen los segundos que la crisis abierta en el PP por el escándalo Bárcenas haga inviable un auténtico pacto contra la corrupción porque ha fracturado al partido en el Gobierno entre quienes temen acabar siendo los que paguen los platos rotos y quienes están sinceramente escandalizados. Es esta división de una naturaleza que, según quienes a mediados de la década de los noventa vivieron en la sala de máquinas el escándalo socialista de Filesa, acaba provocando una situación de bloqueo en la toma de decisiones y que, en el caso del PSOE, derivó en un cisma que estuvo en un tris de hacer saltar por los aires el partido.

Hastío y responsabilidad social

El fraude de Mulas le estalla al PSOE cuando Rubalcaba iba a presentar una batería de propuestas contra la corrupciónEl hastío ciudadano es ya de tal calado que no puede extrañar que exista un clamor para que se legisle “a golpe de telediario” contra la corrupción, pero las reacciones de esta naturaleza entrañan el riesgo de que con las prisas por amputar el miembro gangrenado se acabe cortando también el que estaba sano. Así, por ejemplo, el imperativo de devolver lo sustraído, con los intereses correspondientes, como requisito inexcusable para la extinción de la condena a que hubiere lugar, es de justicia mínima. Pero la pretensión de que cualquier imputado sea inmediatamente expulsado de la actividad política conlleva el peligro de convertir esa medida en un instrumento para la eliminación del adversario, pues cualquier denuncia bien formulada ante un tribunal deriva con la regulación actual en una imputación.

Una legislación más dura reducirá las tentaciones de meter la mano, pero sabido es que a toda mejora en los sistemas de seguridad sucede una sofisticación en las técnicas delictivas, porque las leyes no cambian por sí solas los comportamientos. Los políticos son, con sus defectos y virtudes, exponentes de la sociedad a la que pertenecen. Camps no pudo ser reelegido con una mayoría absoluta más amplia de la que ya tenía si el cuerpo electoral no hubiera estado también corrompido. Existe una responsabilidad social en la corrupción, esa que, queramos reconocerlo o no, se manifiesta con normalidad social en la pregunta de marras: “¿Con IVA o sin IVA?”. Pero, incluso si se acepta que hay una culpa compartida, el ejercicio de la política conlleva la exigencia de la ejemplaridad, y es aquí donde el mal ya está hecho y por donde debe comenzar la terapia. Las listas abiertas pueden contribuir a implantar el concepto de corresponsabilidad porque permiten el juicio individual.

El demoledor impacto del interminable goteo de comportamientos corruptos ha provocado un giro en el estado general de la opinión española: si hasta hace poco todo era culpa de Zapatero, ahora toda la culpa de nuestros males es de la política, que está a medio camino entre la UVI y el tanatorio. La necesidad de identificar un culpable de nuestras desdichas es consustancial a la condición humana, pero limitar la búsqueda de las causas a un agente exógeno inhibe la reflexión necesaria para hallar el remedio.

Luis Bárcenas