Es noticia
El momento propicio para una crisis de gobierno
  1. España
  2. Interiores
Gonzalo López Alba

Interiores

Por

El momento propicio para una crisis de gobierno

 Si Mariano Rajoy decide dejar de surfear la ola de la indignación social en lugar de seguir esperando a que desaparezca bajo la próxima marea, no

placeholder

Si Mariano Rajoy decide dejar de surfear la ola de la indignación social en lugar de seguir esperando a que desaparezca bajo la próxima marea, no es en absoluto descartable que acuda al Debate de la Nación de la semana próxima (miércoles, día 20) llevando bajo el brazo, además de un plan contra la corrupción, una remodelación del Gobierno. Así lo esperan muchos en el PP y lo presumen muchos en el PSOE. Es la típica jugada al contraataque que figura en los manuales de todos los entrenadores para cuando el equipo está acorralado en su área y no por predecible resulta menos eficaz cuando se ejecuta bien, aunque el estilo del presidente recuerda más a la escuela de Javier Clemente, propenso a poner el autobús en la portería.

En el punto al que se ha llegado, el discurso de Rajoy no puede limitarse a la situación económica ni a acusar a Alfredo Pérez Rubalcaba de intentar “desestabilizar” al Gobierno, entre otras razones porque la fuente de la inestabilidad está en sus propias filas. Anunciar una remodelación ministerial le permitiría llevar la iniciativa y marcar el guión en el debate del año, al tiempo que deshacerse del lastre de algunos ministros que están abrasados por su gestión. Ana Mato, que además está salpicada por presuntos favores de la trama Gürtel, es el tapón. Si ella salta, le seguirán otros y eso también envolvería su salida del Gobierno. Si ella continúa, será Rajoy el que acabe quemándose en la hoguera, que con indisimulado oportunismo atiza desde dentro Esperanza Aguirre, a pesar de que Madrid aparece como uno de los epicentros de la Gürtel durante su mandato. Rajoy podría anunciar el día 20 una remodelación ministerial, según esperan en el PP y presumen en el PSOE

Lo que el presidente se va a encontrar la próxima semana en el Congreso de los Diputados es a la mayoría absoluta sumida en la incertidumbre sobre la veracidad de los cuadernos de Bárcenas y anhelante de algún gesto de liderazgo activo, y a las minorías buscando alejarse lo más posible del PP. De modo que la posibilidad de que pueda regresar a la Moncloa con algún pacto en la cartera es prácticamente inexistente.

El escándalo Bárcenas ha generado una dinámica diabólica, porque cuando más necesarios son los pactos, frente a la crisis y frente a la corrupción, más difíciles se perciben. La situación reclama a gritos que los políticos ofrezcan alguna señal 'potente' para restaurar la confianza en la política. Pero la declaración hecha el día 3 por Rubalcaba exigiendo en nombre del PSOE la dimisión del presidente desató la 'guerra de los partidos', que se presume tan larga como sea la legislatura.

El dilema de Rubalcaba

Rubalcaba tenía sobre su mesa un “plan integral” para prevenir y combatir la corrupción que podría haber sido la base para negociar un pacto con el Gobierno, imprescindible porque la mayoría de las reformas posibles son de carácter legal. Pero los socialistas temen que un pacto de esa naturaleza en estos momentos fuera interpretado por los ciudadanos como un apaño para tapar las mutuas vergüenzas, de modo que la dirección ha optado por ir desgranando sus propuestas con iniciativas como proponer una enmienda al proyecto de ley de transparencia para incluir a los partidos en esta norma. Así, lo más probable es que en el debate veamos al presidente del Gobierno y al líder de la oposición arrojándose a la cara medidas contra la corrupción.

La situación del PSOE es tal que obliga a su líder a medir cada paso para no quedarse corto ni pasarse de largo. Por eso tomó la precaución de recabar el apoyo de los barones y de los notables (Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero) antes de lanzar la exigencia de que Rajoy renuncie a la presidencia. El partido ha cerrado filas en torno a este planteamiento y desde la Ejecutiva se asegura que hay unanimidad al respecto, pero entre los dirigentes hay quien duda sobre la oportunidad temporal de esta vuelta de tuerca, mientras que las bases no cesan de pedir más “contundencia”. Este es el continuo dilema de Rubalcaba, el mismo que justifica el silencio de quienes dudan sobre el acierto de la petición pero tampoco ven claro qué otra estrategia sería mejor. Las bases quieren más agresividad, pero ¿cómo mantener la presión frente a un Gobierno al que todavía le quedan casi tres años de mandato y que goza del soporte de la mayoría absoluta? En términos de censura política, la escalera acaba con la exigencia de elecciones anticipadas (que no le interesan) y en la moción de censura (abocada al fracaso aritmético y prematura en términos de tiempo político).

“Los de arriba y los de abajo”

Los que dudan apuntan que, en el improbable supuesto de que Rajoy tirara la toalla, lo que vendría sería peor: el regreso del aznarismo. Pero también les preocupan los posibles efectos colaterales de emprender una cruzada contra la corrupción con medidas “de telediario”.La “guerra de los partidos” aleja la posibilidad de un gran pacto contra la corrupción

Como señala el documento “para la restauración del proyecto socialista” elaborado por el exministro Juan Fernando López Aguilar, “el PSOE se encuentra, inocultablemente, en el epicentro mismo de la marejada antipolítica” y “defender la política exige ahora, más que nunca, un combate implacable contra la corrupción”, que abarque no sólo a los corrompidos (políticos), sino también a los corruptores (empresarios). Pero hay medidas que pueden provocar a la larga un destrozo de la política. Hacer de la mera “imputación” causa de inhabilitación puede convertir esta figura jurídica en un instrumento de destrucción del adversario, del mismo modo que suprimir el sueldo de los cargos públicos so pretexto de acabar con su 'profesionalización' implica otorgar carta de naturaleza al descrédito de la tarea pública, alejando de ella a los que no tienen otro medio de vida que la remuneración por su trabajo. El crédito de lo público sólo se podrá recuperar rescatando el prestigio de la política.

Y todo eso en un contexto en el que, como advirtió en una reciente reunión de la dirección del PSOE el secretario general de sus Juventudes, Nino Torre, “antes la gente distinguía entre derecha e izquierda; ahora, sólo distingue entre los de arriba (políticos y banqueros) y los de abajo”.

placeholder

Si Mariano Rajoy decide dejar de surfear la ola de la indignación social en lugar de seguir esperando a que desaparezca bajo la próxima marea, no es en absoluto descartable que acuda al Debate de la Nación de la semana próxima (miércoles, día 20) llevando bajo el brazo, además de un plan contra la corrupción, una remodelación del Gobierno. Así lo esperan muchos en el PP y lo presumen muchos en el PSOE. Es la típica jugada al contraataque que figura en los manuales de todos los entrenadores para cuando el equipo está acorralado en su área y no por predecible resulta menos eficaz cuando se ejecuta bien, aunque el estilo del presidente recuerda más a la escuela de Javier Clemente, propenso a poner el autobús en la portería.