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La rivalidad entre Pedro Sánchez y Susana Díaz amenaza la unidad del PSOE
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Gonzalo López Alba

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La rivalidad entre Pedro Sánchez y Susana Díaz amenaza la unidad del PSOE

Pedro Sánchez y Susana Díaz corren con los mismos colores, pero por calles distintas. El pulso entre ambos tiene en vilo a los dirigentes socialistas

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. (EFE)

Pedro Sánchez y Susana Díaz corren con los mismos colores, pero por calles distintas, la competición por reconquistar para el PSOE el Palacio de la Moncloa. Y, apenas cumplidos los primeros cien días de la elección del primero como secretario general, que se produjo en julio con la ayuda imprescindible de la segunda, en esa competencia abundan ya más los codazos que los relevos.

Tanto es así que, aunque entre los dirigentes socialistas existe unanimidad al afirmar que su mayor preocupación política en estos momentos es Cataluña, lo que los tiene en vilo es que la tensión entre ambos líderes ha trascendido ante la opinión pública como un pulso entre los dos por ver quién se alza con el título de Don Limpio, a riesgo de hacer saltar el partido por los aires, como ya estuvo a punto de ocurrir en 1993 a raíz del descubrimiento de Filesa. La guerra abierta que entonces se desató entre felipistas y guerristas por determinar quién se comía el marrón de la financiación ilegal del partido, tiene ahora su correlato entre la vieja guardia y los profetas de una versión revisada del Nuevo Testamento socialista que se han hecho con el poder en una iglesia con cada vez menos feligreses.

Si Manuel Chaves y José Antonio Griñán acaban siendo imputados formalmente, la mácula de la corrupción no caerá sólo sobre ellos individualmente, sino sobre todo un cuarto de siglo de gestión de gobierno de los socialistas -Chaves asumió la presidencia de la Junta de Andalucía en 1990 y Griñán fue sustituido por Díaz en 2013, y antes, ambos ya habían sido ministros de Felipe González, y el primero también de José Luis Rodríguez Zapatero, amén de ser los presidentes nacionales del PSOE entre 2000 y 2014-.

Los "Virgilio Zapatero” de Díaz

Hasta que, el 6 de noviembre, Díaz soltó la bomba del compromiso de reclamar su escaño a quienes sean imputados, la vieja guardia tenía más confianza en la presidenta andaluza que en el nuevo líder del PSOE. Pero aquel anuncio, realizado sin aviso previo a los afectados, descolocó a todos. La primera reacción de la mayoría fue preguntarse si era algo pactado con Chaves y Griñán –a quien debe los cargos que ahora desempeña–. Desde que contrastaron que no había sido así y solo recibieron explicaciones a posteriori, nadie sabe bien a qué atenerse.

“No, no lo creo”, aseguró a este diario Sánchez cuando le preguntó si el distanciamiento explicitado por Díaz en la entrevista que concedió a El País el 19 de octubre tenía algo que ver con la investigación sobre los ERE y las ayudas para la formación de parados. Sin embargo, desde el entorno de la presidenta de Andalucía se achaca al secretario general la presión que la indujo a endurecer su planteamiento e ir un paso más allá que la Ejecutiva federal con su Código Ético, que solo establece esa exigencia para el momento de la apertura de juicio oral.

Sánchez, según esta versión, habría venido a decirle a Díaz que Chaves y Griñán son sus Virgilio Zapatero, el exministro al que él expulsó del PSOE por el uso de las tarjetas negras de Caja Madrid, a pesar de haber devuelto el dinero por iniciativa propia y antes de que saliera a la luz el escándalo. Dicho en términos coloquiales: que él ya barrió su parte, se lava las manos en esos casos de ámbito andaluz y que ese marrón es de ella. Y “de ella” quiere decir de quien hizo bandera de la lucha contra la corrupción cuando Sánchez era tan solo un diputado de repesca y también de quien enfatizó que la ciudadanía ya solo acepta decisiones ejemplares, “caiga quien caiga y cueste lo que cueste”. Es decir, que ante la dinámica colectiva que reclama cabezas, aunque luego resulten inocentes, ella no podía quedar atrás.

Tal ha sido el terremoto interno que provocó su movimiento que Díaz ha ido reculando con los días. Primero afirmó: “Cualquier persona que resulte imputada, cualquiera, va a tener que dejar su escaño”. Entonces intentó apaciguar a los dos principales afectados, molestos por haber sido puestos en el disparadero desde su propio partido, asegurándoles que, por la información de que dispone, ninguno llegará a ser imputado formalmente. Pero, cuando el Tribunal Supremo abrió la causa oral para investigar a los aforados, atemperó el planteamiento y cambió la imputación por el momento en que aquel órgano aprecie indicios de delito. Esta posición ha sido mejor aceptada, pero ha quedado un poso de malestar y el clima interno en el PSOE se ha enrarecido notablemente.

Agendas y calendarios diferentes

De este asunto fue prácticamente de lo único que no se habló el martes durante la cena en la que Sánchez reunió en Madrid a los barones del partido. Díaz puso el acento en que, en estos momentos, todos en el PSOE deben olvidarse de cualquier otra cosa que no sean las elecciones municipales y autonómicas de mayo –en Andalucía no las habrá regionales, pero sí locales, y son de la máxima trascendencia para su consolidación–.

Este discurso de cierre de filas hecho por Díaz con un horizonte temporal, que todos compartieron, fue formalmente impecable, pero algunos lo interpretaron como la confirmación definitiva de que “tiene su propia agenda y calendario”, ya que, por defecto, se reserva anticipar cuál será su actitud el día después. También el trato con el secretario general fue correcto, pero, “aunque guardan las formas, se nota que no se producen entusiasmo y no se relacionan bien”, señala uno de los asistentes, de manera eufemística.

Algunos de los comensales del martes apreciaron también su falta de compenetración en la petición que Díaz hizo –ampliamente compartida– para que desde el PSOE se deje de entrar al trapo de posibles pactos con Podemos, punto a propósito del que subrayó que esta formación actúa pensando principalmente en las próximas elecciones generales, mientras que los socialistas tienen que pensar en las autonómicas y municipales, donde están los cimientos de su estructura de poder.

Cataluña, Andalucía y el modelo territorial

A los que les quedaba alguna duda sobre la rivalidad entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, se les despejó al día siguiente de la cena, cuando desde Andalucía se filtró que su lideresa asumía la coordinación de la posición territorial del PSOE con vistas a su cumbre oficial de este domingo en Zaragoza. Efectivamente, se trata de la primera reunión del Consejo de Política Federal, el sanedrín de presidentes autonómicos y secretarios regionales que ella preside tras desplazar del puesto al presidente de Asturias, Javier Fernández, pero Sánchez se reservó expresamente la redacción de la declaración política que fija la postura oficial del PSOE. En el partido provoca recelos la pretensión de los socialistas andaluces de erigirse como referentes de garantía de la unidad de España porque, aunque así sea, acostumbran a conjugar esta posición con un “nacionalismo andaluz” que es el fundamento de su hegemonía política en la región.

A alguno no le pasó desapercibido desayunarse el miércoles en El País con la letra de la música que entonó Díaz durante la cena del martes, que se sustancia en: la reforma de la Constitución, si prospera, será un camino largo, de modo que habría hacer, antes y de inmediato, algún gesto hacia Cataluña; y, como telón de fondo, si Rajoy no logra tomar las riendas de la situación, tal vez la legislatura no llegue a noviembre de 2015.

Así las cosas, y ante las crecientes evidencias de que Díaz “va por libre”, hay entre los dirigentes del PSOE quien apostilla: “Algunos creíamos que en julio elegimos a un nuevo líder”.

Pedro Sánchez y Susana Díaz corren con los mismos colores, pero por calles distintas, la competición por reconquistar para el PSOE el Palacio de la Moncloa. Y, apenas cumplidos los primeros cien días de la elección del primero como secretario general, que se produjo en julio con la ayuda imprescindible de la segunda, en esa competencia abundan ya más los codazos que los relevos.

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