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Sánchez pierde el apoyo de la mayoría que lo encumbró al liderazgo del PSOE
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Gonzalo López Alba

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Sánchez pierde el apoyo de la mayoría que lo encumbró al liderazgo del PSOE

Pedro Sánchez ha conseguido, en sólo cuatro meses, enemistarse con la mayoría de los que le dieron su apoyo para suceder a Alfredo Pérez Rubalcaba

Foto: Pedro Sánchez junto a Rubalcaba, González y Zapatero el pasado mes de julio. (EFE)
Pedro Sánchez junto a Rubalcaba, González y Zapatero el pasado mes de julio. (EFE)

Pedro Sánchez ha conseguido, en sólo cuatro meses, enemistarse con la mayoría de los que, en julio, le dieron su apoyo para suceder a Alfredo Pérez Rubalcaba al frente del PSOE. Primero perdió el crédito ante Susana Díaz; después, ante la vieja guardia de la época de Felipe González y Alfonso Guerra; y, la semana pasada, ante José Luis Rodríguez Zapatero, que a última hora cambió su apuesta inicial por Eduardo Madina en favor del ahora secretario general.

El enojo por la manera en que ha “renegado” de la reforma del artículo 135 de la Constitución, que en el verano de 2011 hizo Zapatero para evitar el rescate económico de España, provocó la semana pasada un profundo malestar entre quienes en aquellos momentos desempeñaban puestos de responsabilidad. Se podría decir más alto, pero no más claro de como lo escribió en El Mundo el exministro Miguel Sebastián, a quien hasta ahora se consideraba una de las referencias económicas de Sánchez, del que fue profesor: “El PSOE ha vuelto a sorprender al renegar de una reforma que su propio grupo propuso y votó hace tres años”. Incluido quien ahora propone la rectificación.

En el entorno del secretario general se alega la necesidad dereconciliarse con el electorado de izquierdas, pero en el de Zapatero se recuerda cómo el expresidente supo sacudirse la sombra de Felipe González al tiempo que reivindicaba su legado. Sólo Izquierda Socialista, sumida en su propia crisis;Manuel de la Rocha, que representa a UGT, inmersa en su particular proceso de renovación; yOdón Elorza, un verso suelto, aplaudieron la propuesta desde fuera de la Ejecutiva.

Amén de que el anuncio de la intención de corregir aquel “error” fue seguido, como ya se ha convertido en habitual, de posteriores matizaciones para aclarar que sólo pretende “complementar” ese artículo con la incorporación como derechos constitucionales de un suelo de servicios sociales –algo que ya planteaba Rubalcaba–, para muchos socialistas equivale a “asumir el relato de nuestros adversarios y dar por verdad que traicionamos a la clase trabajadora”, como advirtió en la reunión del grupo parlamentario Rafael Simancas, que nunca fue lo que puede llamarse un zapaterista.

Confusión pública y malestar interno

Así, la semana socialista se cerró con otra palada de confusión pública y malestar interno. Confusión porque en el escaparate del PSOE se acumulan iniciativas y propuestas que son corregidas o matizadas al poco de haber sido formuladas, apilando unas sobre otras sin darles el cuerpo de un proyecto global. Y malestar interno porque el enojo provocado entre los zapateristas ha venido a sumarse al que ya existía entre la vieja guardia del partido, entendida como la que representan quienes ya ocuparon cargos de relevancia con Felipe González.

A estos les ha irritado sobremanera que Sánchez ponga en la picota pública a Manuel Chaves y José Antonio Griñán con decisiones como el anuncio hecho desde Ferraz de que el partido no asumirá el pago de la defensa de sus dos expresidentes en el caso de los ERE fraudulentos de Andalucía cuando ni siquiera han podido acudir todavía a realizar la declaración voluntaria que han solicitado. Si tan convencidos están de su inocencia como dicen, ¿por qué la Ejecutiva se adelanta a un escenario que no tendría que llegar a plantearse? Los que tienen más memoria recuerdan que el PSOE pagó la defensa de quienes luego fueron condenados por los GAL, cuando los indicios de responsabilidad penal eran mucho más evidentes.

Si se tiene presente que Chaves fue uno de los puntales de apoyo a la candidatura de Sánchez y que Susana Díaz es lo que es por voluntad de Griñán, no es de extrañar que los afectados se sientan involuntariamente protagonistas de un argumento de Kafka. En su particular competencia con el secretario general, Díaz destapó la caja de los truenos cuando anunció que pediría la devolución del escaño a todo el que sea imputado por corrupción, pero en su defensa se alega que está “muy acosada” en Andalucía y el PSOE necesita preservar su bastión andaluz. Nadie, sin embargo, considera justificación suficiente –fuera de su equipo– el hecho de que Sánchez no sólo corre contra sus adversarios –externos e internos– sino también contra el calendario puesto que los réditos de su estrategia son por ahora más bien magros.

Así las cosas, sólo el convencimiento generalizado de que Pedro Sánchez es “el último cartucho” del que dispone el PSOE impide que el malestar se traduzca en abierta división. Pero, mientras, se acentúa el temor a un nuevo desastre electoral en los comicios municipales y autonómicos de la primavera próxima. Únicamente los andaluces se muestran relativamente optimistas, confiados en que podrán exhibir la reconquista de alguna capital de provincia.

Pedro Sánchez ha conseguido, en sólo cuatro meses, enemistarse con la mayoría de los que, en julio, le dieron su apoyo para suceder a Alfredo Pérez Rubalcaba al frente del PSOE. Primero perdió el crédito ante Susana Díaz; después, ante la vieja guardia de la época de Felipe González y Alfonso Guerra; y, la semana pasada, ante José Luis Rodríguez Zapatero, que a última hora cambió su apuesta inicial por Eduardo Madina en favor del ahora secretario general.

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