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El PSOE, sin pactos: "Desaparecemos con el PP, y con Podemos arruinamos España"
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Gonzalo López Alba

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El PSOE, sin pactos: "Desaparecemos con el PP, y con Podemos arruinamos España"

PP o Podemos. Esa es la encrucijada del PSOE en el horizonte electoral. Y la conclusión es que si pacta con unos, desaparece; y con los otros, "arruinamos España"

Foto: El líder del PSOE, Pedro Sánchez (EFE)
El líder del PSOE, Pedro Sánchez (EFE)

“Si pactamos con el PP, desaparecemos. Y si pactamos con Podemos, arruinamos España”. Esta reflexión de un dirigente del PSOE, ampliamente extendida dentro del partido, resume de forma harto gráfica la diabólica encrucijada hacia la que se encaminan los socialistas en el horizonte de las elecciones generales del año próximo porque la conclusión última es que, tanto si ganan los comicios como si los pierden y tanto si reciben apoyo para gobernar como si lo prestan a otro partido, “estamos jodidos”.

El secretario general, Pedro Sánchez, ya ha dicho de todas las formas posibles que no pactará con el PP y ha pasado de descartar rotundamente cualquier alianza con Podemos a poner como condición previa la clarificación de sus propuestas, para a continuación amarrarse al palo de la vela de un Gobierno en minoría parlamentaria que pueda sustentarse en lo que en su día José Luis Rodríguez Zapatero llamó “alianzas de geometría variable”. Viejas estrategias para tiempos nuevos.

Lo relevante para el caso es que, si se contabiliza la minoría mayoritaria de 1989 como una mayoría absoluta de facto, los seis gobiernos en minoría que hemos tenido, con cuatro presidentes distintos, estuvieron soportados por grupos parlamentarios que disponían de entre 156 diputados (Aznar en 1996) y 169 (Zapatero en 2008) –los otros fueron de Adolfo Suárez (165 en 1977 y 168 en 1979), González (159 en 1993) y Zapatero (164 en 2004)–.

Es decir: hasta la fecha, el partido que asumió el Gobierno con mayor debilidad parlamentaria sólo precisó granjearse el apoyo de otros 20 diputados, un préstamo que tradicionalmente ha venido de los partidos nacionalistas y, singularmente, de CiU. Ahora, sin embargo, ninguna encuesta atribuye al partido ganador más allá del 28-30% de los votos, un porcentaje que, según los expertos, se traduciría en unos 115 escaños –con el 28,76%, el PSOE obtuvo 110 en 2011 y con el 30,4%, 121 en 1979–.

Si estos pronósticos se cumplen, para alcanzar la mayoría absoluta el partido más votado en las próximas elecciones generales tendría que negociar el apoyo de entre 56 y 66 diputados ajenos a su propio grupo parlamentario, una cifra que no sólo queda fuera del alcance de los grupos nacionalistas sino que, con la composición actual del Congreso, ni siquiera llegan a sumar los otros 11 partidos que, junto con el PP y el PSOE, tienen representación parlamentaria.

La gobernación de España, asunto de tres

Con la sacudida que Podemos ha pegado al tablero político, la gobernación de España se convierte en un asunto de tres. Si se descarta por anti natura el entendimiento entre PP y Podemos, sólo quedarían como alternativas para la formación de gobiernos con estabilidad parlamentaria el acuerdo entre PP y PSOE o entre Podemos y PSOE. Es la única buena noticia para los socialistas, aunque para un partido que ha tenido históricamente vocación de fuerza mayoritaria podría resultar dramático verse relegado a la condición de bisagra. Por eso, populares y socialistas ya están haciendo la pinza contra Podemos, como en su día hicieron Aznar y Julio Anguita contra Felipe González.

La mera alusión a un hipotético pacto con el PP provoca que en el edificio de la calle Ferraz donde habita la dirección del PSOE se aparezca el fantasma del Pasok griego, que, tras pactar con la derecha para frenar a la emergente Syriza –su líder apadrinó el encumbramiento de Pablo Iglesias como secretario general de Podemos–, se ha convertido en una fuerza irrelevante. El PSOE tiene algunas experiencias de pactos de gobierno con el PP, como en el País Vasco y Navarra, y, a pesar de su limitado ámbito geográfico y de las circunstancias excepcionales que concurrían, salió mal parado de ambas. Y, por mucho que se invoque el ejemplo de la grosse koalition en Alemania, la historia y la idiosincrasia germanas favorecen ese gran acuerdo tanto como lo entorpecen la historia y la idiosincrasia española.

Si el pacto con el PP despierta esos fantasmas, la posibilidad de que la cohabitación se produzca con Podemos resucita otros. Entre los más mayores, y la militancia del PSOE no ha dejado de envejecer a pesar del rejuvenecimiento de su dirección, evoca la inestabilidad de los gobiernos de la II República a causa de las permanentes rencillas entre las fuerzas de la izquierda, que, además de contribuir a otras consecuencias más trágicas, dejaron la huella de un odio visceral entre socialistas y comunistas que prácticamente ha perdurado hasta nuestros días. Pero si esta inquina hereditaria ha estado muy presente en, por ejemplo, la actitud de los comunistas extremeños, que con su abstención prefirieron dar el gobierno regional al conservador José Antonio Monago antes que al socialista Guillermo Fernández Vara, ahora ocurre que el único dirigente de otro partido del que se escuchan elogios a Pedro Sánchez es Cayo Lara, el líder orgánico de Izquierda Unida, que procede del PCE.

Así pues, todo está por escribir. De momento, no puede ser más indicativo del ánimo ciudadano que, según el barómetro del CIS de octubre, los españoles tengan una percepción peor sobre la evolución de la situación política que sobre la de la economía. Si el 82,2% de los encuestados calificaron de mala o muy mala la situación económica y el mismo juicio mereció la situación política para el 80,5%, los términos se invierten cuando la pregunta se refiere a las expectativas para dentro de un año: el 70,3% cree que la economía seguirá igual o irá a peor y este porcentaje sube al 75,4% cuando se trata de la política.

“Si pactamos con el PP, desaparecemos. Y si pactamos con Podemos, arruinamos España”. Esta reflexión de un dirigente del PSOE, ampliamente extendida dentro del partido, resume de forma harto gráfica la diabólica encrucijada hacia la que se encaminan los socialistas en el horizonte de las elecciones generales del año próximo porque la conclusión última es que, tanto si ganan los comicios como si los pierden y tanto si reciben apoyo para gobernar como si lo prestan a otro partido, “estamos jodidos”.

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