Es noticia
PSOE: un partido de barones para un tiempo de ciudadanos
  1. España
  2. Interiores
Gonzalo López Alba

Interiores

Por

PSOE: un partido de barones para un tiempo de ciudadanos

El PSOE termina 2014 con los dos grandes problemas con los que empezó: con el liderazgo pendiente de unas elecciones y sin convencer de un proyecto alternativo

Foto: Pedro Sánchez y Susana Díaz, en un acto del PSOE en septiembre. (EFE)
Pedro Sánchez y Susana Díaz, en un acto del PSOE en septiembre. (EFE)

El PSOE termina 2014 con los mismos dos grandes problemas de fondo con los que empezó el año: con el liderazgo pendiente del resultado de unas elecciones a celebrar en mayo y sin haber logrado transmitir la sensación de que ha conseguido construir un proyecto alternativo de Gobierno.

Si a comienzos de año el examen eran las europeas, que se llevaron por delante a Alfredo Pérez Rubalcaba, a finales la prueba señalada son las municipales y autonómicas, que amenazan seriamente con hacer realidad los pronósticos de quienes desde el primer momento dieron por sentado que Pedro Sánchez sería Pedro el Breve.

El cambio de líder ha sido bien acogido, dentro y fuera del partido –salvo entre los poderes fácticos, económicos o de otra naturaleza– porque Rubalcaba constituía por su pasado un lastre con el que era imposible que el PSOE levantara el vuelo. Pero se ha demostrado insuficiente.

Atorados en Despeñaperros

Así, el PSOE sigue bloqueado en el desfiladero de Despeñaperros, donde se quedó atorado en febrero de 2012. Entonces, la tetrarca andaluza, Susana Díaz, era sólo el ama de llaves de José Antonio Griñán y, como tal, se afanó cuanto pudo para cortar el paso a Rubalcaba y entregar el bastón de mando a Carmen Chacón. Ganó Rubalcaba y el socialismo andaluz se sintió ninguneado.

El precio colectivo a pagar fue la pérdida de autoridad del secretario general, algo que ya había ocurrido entre 1997 y 2000 con Joaquín Almunia, una experiencia que vacunó de similares intentos contra José Luis Rodríguez Zapatero, a pesar de que el expresidente se impuso a José Bono por la mínima diferencia de nueve votos. Pero, puesto que los partidos políticos reproducen los vicios y virtudes de las personas que los integran y, por tanto, no escapan al hecho de que la experiencia es lo que más tarda en adquirirse y con mayor facilidad se olvida, contra Rubalcaba pesó más la diferencia de 22 votos que su victoria congresual.

La historia del tropiezo en la misma piedra se repite en los partidos con terquedad humana: Almunia fue elegido sucesor de Felipe González en 1997, formalmente por los delegados al 34º Congreso, pero nunca fue reconocido como un auténtico secretario general porque, a los ojos de todos, su elección había sido el resultado de un pacto entre bastidores protagonizado por los barones territoriales. Tenía la legitimidad formal, pero no la real, y eso fue lo que le impelió a embarcarse en unas primarias que perdió frente a José Borrell.

Ahora, Pedro Sánchez es el secretario general con mayor legitimidad democrática de cuantos ha tenido el PSOE en su historia porque, por primera vez, fue elegido por el voto directo de los militantes, pero a los ojos de todos lo es como fruto de un pacto entre aparatos territoriales que ejercieron toda su capacidad de influencia sobre una militancia cada vez más menguada y clientelar. La historia se repite.

Una partida de barones

Los presidentes autonómicos obtuvieron el título de barones entre finales de los ochenta y comienzos de los noventa no sólo por mimetismo con el modelo político del Estado de las autonomías sino, sobre todo, a raíz del ocaso de Alfonso Guerra y la fractura del partido entre sus seguidores y los de Felipe González.

Durante la II República, el PSOE había sido un partido de fracciones asociadas a un racimo de dirigentes con fuerte personalidad y, para evitar que eso se reprodujera, Guerra impuso desde la sede central un fuerte control de toda la organización al servicio de Felipe González, que convirtió al secretario general en una figura intocable. Tras el desmembramiento de la etapa de Almunia, antes de volver a incurrir en el cesarismo de Felipe, Zapatero logró neutralizar a los barones a base de darles abrazos del oso. Y vuelta a empezar.

De nuevo los barones intentan marcar el paso al secretario general. Por eso pusieron a Sánchez. Y sólo los que tienen una cultura de partido más arraigada, que curiosamente son los que no apoyaron su elección en julio –el asturiano Javier Fernández y el extremeño Guillermo Fernández Vara– lo respaldan ahora con firmeza, no porque crean en él, sino porque creen en el modelo que encarna la figura del secretario general y no en una organización que opera como una partida de barones, un modelo que, además, choca con la dirección del renacer ciudadano que marca el viento de la historia.

Pánico electoral

Si todo lo relatado no fuera suficiente para explicar algunos comportamientos en el marco de una actividad en la que, como ocurre con la política, la ambición es un requisito imprescindible para alcanzar el éxito, todo ello ocurre cuando el pánico electoral se ha instalado en el PSOE como nunca antes en su historia moderna.

Desde Ferraz se dibuja otro mapa poselectoral, de tonalidad mucho más roja. Al decir del nuevo aparato, el PSOE podría no sólo retener Asturias y mantener el pacto de gobierno en Canarias con Coalición Canaria, sino también reconquistar Extremadura, Castilla-La Mancha, e incluso Valencia, Baleares y Aragón, siempre a partir de la premisa de que el PP perderá sus mayorías absolutas. Si esto se produce, los incondicionales de Pedro Sánchez creen que su apodo podría cambiar de El Breve a otros que también ostentaron algunos de sus tocayos, como el Cruel o el Grande.

Al decir de los socialistas andaluces, ellos pueden recuperar varias capitales de provincia, empezando por la simbólica Sevilla. Pero, para los más críticos con Sánchez, no hará falta comparar los cromos de cada quien. “Aunque en Andalucía nos vaya mal y en el resto de España vaya bien, Pedro está sentenciado y si Susana se presenta a las primarias para ser la candidata presidencial, arrasa”, según pronostican los más críticos con el actual secretario general. El argumento de fondo ya es sabido: “Si no rectificamos y cambiamos a tiempo, desaparecemos”. Y lo peor para los socialistas es que algunos ya parecen haberse resignado al nuevo batacazo, que puede ser definitivo.

El reloj parece haberse detenido para el PSOE, que ensimismado en reencontrar su identidad ideológica y su modelo de organización transmite la impresión de vivir en el autismo, creyendo que los problemas de sus dirigentes son los problemas de la gente. Pero el reloj del país sigue corriendo, a toda velocidad. Y el tren de la Historia no espera.

El PSOE termina 2014 con los mismos dos grandes problemas de fondo con los que empezó el año: con el liderazgo pendiente del resultado de unas elecciones a celebrar en mayo y sin haber logrado transmitir la sensación de que ha conseguido construir un proyecto alternativo de Gobierno.

Pedro Sánchez Susana Díaz José Antonio Griñán Carme Chacón