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El PSOE busca refugio
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Gonzalo López Alba

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El PSOE busca refugio

Dicen los socialistas que empieza a cundir el miedo a Podemos. Ahora que se aproxima la hora de decidir, no está la cosa para experimentos, ¿o sí?

Foto: Pedro Sánchez. (Efe)
Pedro Sánchez. (Efe)

Dicen los socialistas –algunos socialistas– que entre los votantes –algunos de sus antiguos votantes– ha empezado a cundir el miedo a Podemos. Mientras que era el Pepito Grillo que denunciaba los males del sistema, el partido creado por Pablo Iglesias cabalgando la ola el malestar social en lugar de limitarse a surfearla, fue acogido como el invitado sorpresa que introducía una bocanada de aire fresco en la fiesta para dos que ha sido el periodo democrático, caracterizado por el bien llamado bipartidismo imperfecto. Pero ahora que se aproxima la hora de decidir quién parte y reparte, el ánimo puede cambiar. No está la cosa para experimentos, ¿o sí? Por eso, mucho del futuro de Podemos o, lo que en estos momentos es lo mismo, del futuro Gobierno de España, va a depender de cómo resulte la experiencia griega de Syriza.

Pero para el PSOE de Pedro Sánchez el último barómetro del CIS ha sido demoledor porque mantenerse como segunda fuerza, es decir, como la opción alternativa de Gobierno ante la opinión pública, se ha convertido en una cuestión de supervivencia. Sin expectativas de triunfo, a corto o medio plazo, la travesía socialista por el desierto puede eternizarse porque nadie, salvo los adeptos y los adictos, apuestan a perdedor.

Entre el voto ‘razonado’ y el ‘emocional’

Por eso los socialistas han empezado a difundir que “la gente nos dice que no podemos dejar que gobiernen estos de Podemos”. Esa gente, según el retrato que hacen quienes lo transmiten, son en su mayoría jubilados –temerosos de quedarse sin lo que tienen– y parados –la parte del colectivo que todavía confía en que la situación económica mejore y puedan rehacer su vida laboral–. Entre quienes no temen a Podemos estarían, según este relato, los funcionarios y trabajadores que no sienten peligrar sus puestos, pero quieren explicitar su rechazo a la política de recortes, y los desesperados, los que ya no esperan que nadie dé solución a sus problemas y tienen en el voto su única propiedad.

El equilibrio entre el voto razonado y el voto emocional se rompe cuando, como ahora ocurre, las emociones socialmente dominantes son negativas. En estas coyunturas de exasperación, sólo un voto emocional puede neutralizar otro voto emocional.

Y hacer que –sin que se vea la mano– cunda el miedo social a Podemos es parte clave de la estrategia de recuperación del PSOE, aunque sabido es que las estrategias no se cuentan, se aplican. Y el PSOE, a pesar de su extrema debilidad, cuenta con algunas fortalezas, como la memoria colectiva de que es un partido acostumbrado a gobernar y con una hoja de servicios brillante en algunos apartados.

Otra parte clave de esa estrategia es recuperar la dialéctica de que el Gobierno de España es cosa de dos, de PP o PSOE, y aquí entra en escena Susana Díaz, con fuerza suficiente para fajarse en el cuerpo a cuerpo con Mariano Rajoy y evitar que el presidente del Gobierno ponga todo el foco de atención en el peligro Iglesias para ningunear al PSOE.

Sánchez sigue dando volantazos

Pero Sánchez sigue acumulando volantazos: tras el controvertido pacto contra el terrorismo yihadista, propuso un gran acuerdo sobre educación y a las pocas horas de que el ministro del ramo, José Ignacio Wert, recogiera la invitación con una sonrisa de oreja a oreja, desde la Ejecutiva socialista se reclamaba su destitución. Como los gobernantes que al cabo de un tiempo buscan una válvula de escape en la política internacional para evadirse el ambiente “irrespirable” que sienten en casa, Sánchez ha querido salir de la refriega interna potenciando su agenda internacional, con visitas a EEUU y Bruselas, pero los problemas no dejan de existir porque se les vuelva la espalda.

Susana Díaz ha cogido las armas y se ha embarcado en la guerra electoral de Andalucía con la mirada puesta en La Moncloa. La presidenta andaluza confía en que vuelva a funcionar la estrategia de denuncia de “la pinza” que tan bien le salió en los años noventa a Manuel Chaves. Pero entonces las campañas recaían en gran medida sobre Felipe González, que conservó un alto predicamento en Andalucía cuando ya lo había perdido en el resto de España.

Dicen los socialistas –algunos socialistas– que entre los votantes –algunos de sus antiguos votantes– ha empezado a cundir el miedo a Podemos. Mientras que era el Pepito Grillo que denunciaba los males del sistema, el partido creado por Pablo Iglesias cabalgando la ola el malestar social en lugar de limitarse a surfearla, fue acogido como el invitado sorpresa que introducía una bocanada de aire fresco en la fiesta para dos que ha sido el periodo democrático, caracterizado por el bien llamado bipartidismo imperfecto. Pero ahora que se aproxima la hora de decidir quién parte y reparte, el ánimo puede cambiar. No está la cosa para experimentos, ¿o sí? Por eso, mucho del futuro de Podemos o, lo que en estos momentos es lo mismo, del futuro Gobierno de España, va a depender de cómo resulte la experiencia griega de Syriza.

Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) Susana Díaz Pedro Sánchez Mariano Rajoy