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Los cuadros del PSOE empiezan a resignarse al rol de 'bisagra'
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Gonzalo López Alba

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Los cuadros del PSOE empiezan a resignarse al rol de 'bisagra'

Los socialistas se presentan como gentes "con experiencia de gobernar" para no quedar fuera del juego político

Foto: El líder del PSOE, Pedro Sánchez, durante un acto preelectoral del partido en Torrelavega, Cantabria, el pasado 1 de junio. (EFE)
El líder del PSOE, Pedro Sánchez, durante un acto preelectoral del partido en Torrelavega, Cantabria, el pasado 1 de junio. (EFE)

No está siendo un proceso nada fácil para los socialistas, acostumbrados a gobernar o a esperar para, después de un cierto tiempo de reciclaje en la oposición, volver a gobernar. Ahora, su horizonte es poder ejercer como ‘bisagra’, una función a la que no están acostumbrados los goznes del PSOE. Pero un cambio de rol tan significativo no se asimila con facilidad ni rapidez. ¿Qué ocurre cuando se pasa de ser gobierno, o alternativa de gobierno, a ser la parte más pequeña de la izquierda? Primero hay que aceptarlo y asumirlo. El mundo se ha movido y no se encuentran.

En este proceso inicial de reflexión están muchos cuadros que no ostentan cargos institucionales ni orgánicos. Son militantes ya veteranos, que dedican su tiempo libre a trabajar para el partido, los que llenan los mítines con su presencia y acarreando simpatizantes, los que siempre están dispuestos a echar una mano con independencia del líder de turno, los que ponen su granito de arena cotidiano mientras ven cómo el partido se desangra en luchas de poder y contradicciones.

Pasar del ático a un piso de entreplanta requiere algo más que una simple mudanza. Requiere, para empezar, un cambio de mentalidad o, si se prefiere, de estrategia. Los socialistas catalanes, quizá porque fueron de los primeros en perder la primacía en su territorio, son los que han recorrido un trecho más largo y a ellos miran ahora desde otros lugares. Aunque sus resultados fueron malos en los comicios municipales, de la mano del pragmático Miquel Iceta, “nacido para pactar”, han entrado a formar parte de los principales gobiernos locales, incluido el de Barcelona. Los de Madrid están a la espera de que, tras las elecciones del 26-J, se les permita hacer lo mismo en el Ayuntamiento de la capital que gobierna Manuela Carmena. Y los valencianos intentaron, sin éxito por el veto de Pedro Sánchez, configurar una candidatura conjunta de izquierdas para salvaguardar su presencia en el Senado.

Desde otros territorios miran a los catalanes, que son los que han recorrido un trecho más largo

Son tres ejemplos de ese cambio de mentalidad forzado por las realidades territoriales que, analizados globalmente, ponen de manifiesto otro de los grandes problemas del PSOE: la fragmentación territorial del partido. Aunque desde la aparición de los barones, que emergieron como poderes autónomos cuando se quebró el tándem Felipe González-Alfonso Guerra, el PSOE ha venido operando en la práctica más como una confederación de partidos que como un partido federal, se ha llegado al extremo de que en sus posiciones predomina el territorio, que siempre es limitado, sobre la ideología, a la que antaño se otorgó el papel de aglutinante universal (sustituida ahora por las identidades). Nada tiene que ver la relación que Susana Díaz mantiene en Andalucía con Podemos con la que tiene Emiliano García-Page en Castilla-La Mancha o Ximo Puig con las confluencias de Podemos en Valencia.

placeholder Emiliano García-Page, Ximo Puig y Susana Díaz, en julio de 2015. (EFE)
Emiliano García-Page, Ximo Puig y Susana Díaz, en julio de 2015. (EFE)

Estos tres territorios, junto con Asturias, se han convertido en una suerte de “reserva espiritual” del socialismo. Pero lo serán solo mientras les acompañen los resultados electorales porque la política es 'resultadista', como se vio en el proceso de la fallida investidura de Pedro Sánchez. No se premian las intenciones, sino los resultados. En política lo contrario de lo bueno no es lo malo, sino las buenas intenciones que no conducen a ninguna parte.

Sánchez había conquistado en diciembre una posición de centralidad que tenía un valor superior al número de escaños, pero el propio PSOE debilitó a su negociador al maniatarlo por una desconfianza tan evidente que no podía pasar desapercibida para el electorado, y el candidato, seguramente llevado por la excitación de verse en la Moncloa, pecó de un exceso de testosterona en sus desplantes a Mariano Rajoy.

El PSOE tendrá que hacer tras el 26-J una “profunda e intensa reflexión con luces largas”

Extremadamente sensibles a los oráculos demoscópicos, que no han dejado de emitir malos augurios desde que se consumó la coalición Unidos Podemos, y al medio ambiente, que es pesimista, los cuadros socialistas creen que tras el 26-J el PSOE tendrá que hacer una “profunda e intensa reflexión con luces largas”, no solo para decidir qué rumbo toma ante la complejidad de las alianzas poselectorales que pueden plantearse sino con una perspectiva más amplia.

De momento, mientras todo esto se digiere, los cuadros socialistas han empezado a encargar nuevas cartas de presentación en las que puede leerse: “Con experiencia de gobernar”.

No está siendo un proceso nada fácil para los socialistas, acostumbrados a gobernar o a esperar para, después de un cierto tiempo de reciclaje en la oposición, volver a gobernar. Ahora, su horizonte es poder ejercer como ‘bisagra’, una función a la que no están acostumbrados los goznes del PSOE. Pero un cambio de rol tan significativo no se asimila con facilidad ni rapidez. ¿Qué ocurre cuando se pasa de ser gobierno, o alternativa de gobierno, a ser la parte más pequeña de la izquierda? Primero hay que aceptarlo y asumirlo. El mundo se ha movido y no se encuentran.

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