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¡Noticia bomba! Un político escribe un libro y no es de autobombo
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Gonzalo López Alba

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¡Noticia bomba! Un político escribe un libro y no es de autobombo

Ignacio Urquizu, candidato del PSOE por Teruel, sostiene en un ensayo sobre 'La crisis de representación en España' que "la negación de la realidad es la que nos ha traído aquí"

Foto: El sociólogo Ignacio Urquizu, junto a la expresidenta del CIS Belén Barreiro.
El sociólogo Ignacio Urquizu, junto a la expresidenta del CIS Belén Barreiro.

Como observó el historiador británico G. M. Trevelyan, “en el siglo XVII, los parlamentarios citaban la Biblia; en los siglos XVIII y XIX, los clásicos, y en el XX, nada”. No tuvo tiempo -falleció en 1962- para añadir que, en el siglo XXI, solo repiten eslóganes publicitarios y manuales de campaña.

Por eso, y por otras cosas que iré desgranando a continuación, es una ¡noticia bomba! que un candidato a sentarse en los escaños del Congreso de los Diputados haya escrito un libro, que no es de memorias ni tiene el propósito de difundir la doctrina oficial de su partido o de publicitar su figura política (aunque lo haga de rebote), sino que responde al empeño de explicarse y explicar cómo y por qué en España “estamos como estamos”, basándose para ello en el análisis de datos empíricos y haciéndose eco del sentir de los ciudadanos sin sectarismos ideológicos.

Su nombre es Ignacio Urquizu, el título de su libro ‘La crisis de la representación en España’ (Catarata) y su principal conclusión es que ha sido “la negación de la realidad la que nos ha traído aquí”. El acertado diagnóstico de cualquier problema es la mitad de su solución y Urquizu, que ha centrado sus esfuerzos en esa tarea, afirma que lo ha escrito guiado por la “voluntad de contribuir a mejorar la sociedad en la que nos ha tocado vivir” porque, si algo no es, es un idiota, en el sentido que a esta palabra le daban los griegos: alguien que se preocupa solo de sí mismo y de sus intereses particulares, sin prestar atención a los asuntos públicos y a la política.

El sociólogo destaca que en España conviven "dos sociedades paralelas", la de los mayores y la de los menores de 55 años, una brecha clave

Urquizu, que centra su ensayo en la crisis de representación, destaca que “los principales partidos no han sabido leer qué estaba sucediendo en la sociedad” española y los ciudadanos, “cuando han visto que no recogían sus demandas”, se organizaron para reivindicar sus derechos tomando las riendas de su destino, una nueva actitud que acabó estableciendo “un nexo” entre las movilizaciones ciudadanas que proliferaron a partir del 15-M y las plataformas políticas que, como Podemos o Ciudadanos, han surgido después nutriéndose en un inmenso caladero de “huérfanos políticos” -en enero de 2014 casi la mitad de los españoles declaraba no saber a quién votar o tener la intención de abstenerse-. Si hay una forma sencilla de explicar el fenómeno de Podemos es -dice- que “han mimetizado de forma enorme las principales ideas, frustraciones y esperanzas de una parte importante de la sociedad” (en las elecciones del 20-D fue la fuerza más votada entre los menores de 55 años).

A este alejamiento del sentir ciudadano añade como factores determinantes de esa crisis la “falta de explicación” de los gobernantes sobre sus decisiones, en algunos casos más rechazadas por el procedimiento que por el contenido -como la reforma exprés que introdujo en la Constitución el principio de estabilidad presupuestaria-, y “un debate público de baja calidad”.

Ante el riesgo pendular de que se pase de gobernar de espaldas al sentir ciudadano a hacerlo “siguiendo la voluntad popular a pies juntillas”, Urquizu sostiene que hay un camino intermedio más sensato: “La elaboración de proyectos políticos que contengan una idea de país coherente con los principios y valores que defiende una formación política”. En su opinión, la tan manida “vuelta de la política” ha de pasar de manera insoslayable por recuperar aquello a lo que la política renunció: “A explicar las cosas y hacer copartícipe a la ciudadanía de las grandes decisiones”, así como a “tener unas instituciones que sean menos permeables a la influencia del poder económico”. Pero, sobre todo, pasa por interiorizar que “estamos ante una nueva sociedad que exige respuestas nuevas a problemas muy antiguos”.

En el análisis de Urquizu ocupa un lugar vertebral el hecho de que existe “una nueva generación de españoles que desean protagonizar una nueva etapa”, menores de 55 años -todos los que no pudieron votar la Constitución-, nacidos y criados en democracia, en un contexto de progreso económico, con un incremento espectacular en su educación media en comparación con las generaciones anteriores y con un consumo masivo de las nuevas tecnologías, pero también severamente castigados por la crisis, no solo en su presente sino también en su horizonte de futuro. Unas diferencias tan profundas cualitativamente que le llevan a afirmar que hoy en España conviven “dos sociedades paralelas”: los mayores y los menores de 55 años; o, en los términos acuñados por Belén Barreiro, expresidenta del CIS, la España analógica y la digital. Y este hecho sociológico tiene su reflejo también en las preferencias partidistas porque la nueva generación “ya no teme a los mismos ‘fantasmas’ políticos que sus padres y abuelos” y el 15-M forma parte de “su relato generacional”, como para otros la II República o mayo del 68.

Advierte de que el gran desafío de los partidos es construir "un proyecto de país por el que merezca la pena comprometerse" y afirma que "está sin definir"

A su juicio, el gran desafío para todos los partidos es ser capaces de construir “un proyecto por el que merezca la pena comprometerse”, pero ese proyecto -según reconoce a pesar de su militancia socialista- “está sin definir”. En este sentido, censuró abiertamente a “los líderes que llaman al demóscopo de turno para que le diga cuáles son las cinco cosas que le gustan más a la gente y con eso hacen su programa, en vez de pensar qué pasa en el país y qué se puede hacer”.

Urquizu, que pertenece a la generación de los menores de 55 años (nació en 1978), lleva por ahora una carrera política meteórica: en ocho meses ha sido diputado autonómico en Aragón, senador por renuncia del que le precedía en la candidatura y diputado electo el 20-D por Teruel, donde repite como cabeza de lista del PSOE. Pero antes de dar el salto a la política se ha ocupado de construir una vida profesional y reflexionar sobre los problemas que aquejan a España y a la socialdemocracia. Profesor de Sociología de la Universidad Complutense, es también autor de ‘La crisis de la socialdemocracia, ¿qué crisis?’ (Catarata, 2012). Se equivocan los que creen que el PSOE no tiene banquillo.

En el coloquio que el lunes siguió a la presentación de su libro en Madrid, un simpatizante -sin duda suyo, pero aparentemente también socialista- le preguntó “si se plantearía encabezar una tercera vía” que evite el choque de trenes poselectoral que se vislumbra entre los partidarios de Pedro Sánchez y los de Susana Díaz. En lugar de responder con los regates al uso, como ignorar la pregunta o refugiarse en el “eso no toca”, se sinceró diciendo que “hay que estar muy loco para eso”. Pero un punto de locura debe tener Urquizu cuando ha desafiado el aserto de que los avatares políticos de Platón ya demostraron “que la política es demasiado difícil para los profesores y los profesores demasiado buenos para la política”. Por lo pronto, no hace mucho que José Luis Rodríguez Zapatero, en un desayuno informativo en el que presentó al presidente valenciano, Ximo Puig, se refirió a él como “uno de los jóvenes del PSOE con mejor cabeza” y su nombre ya está en boca de muchos como apuesta de futuro.

Como observó el historiador británico G. M. Trevelyan, “en el siglo XVII, los parlamentarios citaban la Biblia; en los siglos XVIII y XIX, los clásicos, y en el XX, nada”. No tuvo tiempo -falleció en 1962- para añadir que, en el siglo XXI, solo repiten eslóganes publicitarios y manuales de campaña.

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