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El PSOE se libra de la pesadilla, pero ahonda su crisis interna
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Gonzalo López Alba

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El PSOE se libra de la pesadilla, pero ahonda su crisis interna

Los socialistas están abocados a afrontar de urgencia y en profundidad la reconstrucción de su proyecto y el fallido liderazgo de Sánchez

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (c), durante su comparecencia ante los medios en la sede del partido. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (c), durante su comparecencia ante los medios en la sede del partido. (EFE)

Los cimientos de Ferraz 70 temblaron durante la tarde-noche del domingo hasta que se cerró el recuento con el alivio que siempre busca el perdedor: pudo haber sido mucho peor. La pesadilla que lleva seis años persiguiendo a los socialistas los rondó muy de cerca, pero no se hizo realidad y, a pesar de la unanimidad de las casas de encuestas en el fatal pronóstico, no hubo ‘sorpasso’ en la izquierda. Como los viejos edificios que han pasado por todas las circunstancias, incluso en ruinas el PSOE se resiste a dejar de seguir jugando un papel medular en la política española.

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Se notaba en el ambiente que iba a ser una noche triste, probablemente la noche más triste, porque no solo fue la de la tercera derrota consecutiva sin paliativos sino la de la confirmación del estado comatoso del enfermo tras el canto del cisne del “resultado histórico” que Pedro Sánchez proclamó en la noche del 20 diciembre. Desde su fallida investidura -el recuerdo que dejará para la posteridad-, Sánchez ha estado aferrado a sí mismo y a la esperanza de que fuera verdad aquello de que los expertos en demoscopia tratan peor a los socialistas que los ciudadanos. Pero, aunque cierto, esa diferencia fue insuficiente para evitar una nueva peor marca en la historia electoral moderna del PSOE. Sánchez tuvo su segunda oportunidad y empeoró el resultado del examen.

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Una hora antes del cierre de los colegios ya repicaban las campanas en la contigua iglesia del Inmaculado Corazón de María. El PSOE, que vive en situación de respiración asistida desde el viraje liberal con el que José Luis Rodríguez Zapatero intentó responder a la crisis, sigue aferrado a la vida como esos enfermos con una muy mala salud de hierro. Sus 85 diputados -cinco menos que en diciembre- todavía pueden decir mucho para marcar el rumbo que tome España porque configuran el bloque principal de la oposición, pero menos que después de las elecciones de diciembre. Esta es la gran paradoja del socialismo español y su drama, en su momento más frágil, de liderazgo y de ideas.

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Con PP y Ciudadanos al borde de la mayoría absoluta, al PSOE le toca empezar a reconstruirse, una tarea que debió abordar hace ya tiempo en lugar de dilapidar los días en luchas de poder, que es a lo que queda reducido un proyecto político cuando la única aspiración es gobernar. Un objetivo legítimo y hasta consustancial a un partido político, pero insuficiente en el juego democrático, donde no se puede gobernar sin convencer más que el adversario.

A Sánchez le abren la puerta para que deje paso a otro, pero a Susana Díaz ya no se le espera tanto como se la esperaba

Hay que remontarse a los tiempos del fragmentado Parlamento de la República, mucho más fragmentando que el actual, para encontrar un cosecha tan exigua de diputados socialistas. El 20D, el PSOE obtuvo 5.545.315 votos (22%); ayer -con el 98,8% escrutado-, 5.370.849 votos, el 22,6% y 85 escaños.

Nadie de los que han protagonizado los últimos años del PSOE está en condiciones de sacar pecho, ni siquiera la tan esperada Susana Díaz, que ya no es tan esperada como lo fue. No lo está Sánchez, que tiene la puerta de salida abierta, pero no lo están tampoco los que lo pusieron al frente del partido ni los que alardeaban de haber convertido sus territorios en Álamos socialistas. Solo quedan ruinas, desesperanza y frustración.

El PSOE, que no logra ganar en escaños en ninguna provincia, se enfrenta a una dramática paradoja: con menos apoyo popular y diputados que nunca, se resiste a dejar de ser una fuerza política medular

En diciembre, el PSOE se impuso en Andalucía como primera fuerza, con un escaño más que el PP (22 por 21), aunque solo ganó en Jaén y Sevilla. Este domingo, ni eso: no pudo ganar en escaños tampoco en ninguna de estas dos provincias y perdió frente al PP en el cómputo global de la comunidad. Y otro tanto ocurrió en Extremadura, donde los socialistas también perdieron la ventaja de un escaño que tenían en el bastión de Badajoz. Ni en una sola circunscripción logró ser el partido con más escaños.

Pero la reacción en el entorno del candidato durante la noche de autos apuntaba a que no se irá 'motu proprio': “Hubiéramos preferido conservar los 90 escaños, pero es para estar satisfechos, teniendo en cuenta que nos han atacado por tierra, mar y aire. Seguimos siendo la primera fuerza de la izquierda y todo lo que Podemos ha conseguido es engordar al PP”.

Cuando dejen de enjugar las lágrimas, mirarse al ombligo y pensar en sus carreras personales, los socialistas están llamados a reinventarse. Ya lo dijo hace décadas Felipe González: renovarse o morir.

Los cimientos de Ferraz 70 temblaron durante la tarde-noche del domingo hasta que se cerró el recuento con el alivio que siempre busca el perdedor: pudo haber sido mucho peor. La pesadilla que lleva seis años persiguiendo a los socialistas los rondó muy de cerca, pero no se hizo realidad y, a pesar de la unanimidad de las casas de encuestas en el fatal pronóstico, no hubo ‘sorpasso’ en la izquierda. Como los viejos edificios que han pasado por todas las circunstancias, incluso en ruinas el PSOE se resiste a dejar de seguir jugando un papel medular en la política española.

Susana Díaz Pedro Sánchez