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La guerra de los dos Pedros
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Gonzalo López Alba

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La guerra de los dos Pedros

El principal enemigo de Pedro II es Pedro I, que le hace cargar con el costal de los vaivenes y errores cometidos durante su primer mandato

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante uno de sus mítines de campaña de las primarias. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante uno de sus mítines de campaña de las primarias. (EFE)

El principal enemigo de Pedro II, tras su triunfal retorno al trono de Ferraz, no es Susana Díaz ni el resto de la ‘nobleza’ socialista o los llamados poderes fácticos —sean mediáticos o financieros—, ni siquiera el PP o la competencia de Podemos, sino Pedro I. Tras su errático primer mandato, pesa sobre él la incógnita del rumbo que fijará y la duda de si llegará a desembarcar en el puerto de La Moncloa. Y, a pesar de su promesa de pasar página, sigue actuando —o consintiendo que lo hagan algunos de sus colaboradores más directos— con sectarismo vengativo.

Desde el día siguiente a las primarias, los que le han acompañado en el viaje de regreso están en campaña de ‘pedagogía’ y aseguran a todo el que presta oídos que Sánchez “ha cambiado, no es el mismo”. Pero no explican ni cómo ni en qué. La argumentación se reduce a que desde que llegó al cargo en 2014 hasta que lo recuperó el domingo pasado, “le han hecho pasar las de Caín y eso te obliga a madurar aceleradamente”. Los errores los endosan a “los que lo rodeaban”, que mayoritariamente desertaron de su bandera, pero algunos siguen a su lado y el costal es suyo, porque todo jefe que se precie de serlo responde también por las actuaciones de sus subordinados.

Las primeras decisiones de Pedro II apuntan a que, efectivamente, algo ha aprendido. El planteamiento de hacer listas de consenso para evitar que la guerra de las primarias prosiga por los territorios es sensato, porque mantener el pulso supondría enfrentar públicamente a quien gobierna el PSOE con los socialistas que gobiernan —a excepción de la balear Francina Armengol—; y también es hábil, porque le garantiza, como mínimo, una reproducción mimética en el congreso de junio de los resultados de la primarias y estimula su ampliación.

Sánchez ha acertado en las primeras decisiones que se anuncian tras su retorno al trono de Ferraz: listas de consenso, ejecutiva de integración sin barones y Ábalos de secretario de Organización

También acierta al querer formar una ejecutiva de integración, pero sin barones, aunque en este caso el planteamiento es más fruto de las circunstancias que de la inteligencia política, porque, en 2014, por mucho que hubiera querido, no hubiera podido prescindir de ellos y ahora casi ninguno querría estar y alguno tan destacado como el asturiano Javier Fernández ya ha confirmado la retirada que planeaba desde hace tiempo.

Y, si se confirma la perspectiva de que José Luis Ábalos será su número dos como secretario de Organización, acumulará otro acierto porque el valenciano, a diferencia de su predecesor, César Luena, no solo tiene una larga trayectoria orgánica, sino, sobre todo, mano izquierda, buen trato personal, talante abierto, capacidad de negociación y pensamiento propio.

El secretario general del PSOE ha logrado blanquear parcialmente su imagen y nadie se atreverá a chistarle antes de las próximas elecciones si no quiere salir trasquilado

Sánchez ha logrado blanquear parcialmente su imagen, pero, por más que el propio Pedro II pregone que ya no es el mismo, algunas actitudes delatan que en el fondo no ha cambiado. Ya se sabe: el zorro sabe más por viejo que por zorro. Y los políticos, como todas las personas, experimentan cambios a lo largo de su vida; pero, a los 45 años, hay cosas, esas que conforman el tronco del carácter, que, si no se han cambiado antes, ya no se pueden modificar.

Sin el menor ánimo de victimismo ni protagonismo, un botón de muestra. A este periodista, que lleva 31 años haciendo el seguimiento informativo del PSOE en medios de diversa orientación ideológica, por primera vez le ha ocurrido que es excluido de la convocatoria a un 'briefing' con el secretario general del partido, como el que Sánchez ofreció el miércoles, igual que durante toda la campaña de las primarias fue ‘borrado’ del listado de periodistas a los que se enviaban sus convocatorias.

Paralelismos históricos

La situación que ha vivido el PSOE desde que Sánchez fue revocado como secretario general por el comité federal y la que afronta tras su regreso a la secretaría general tiene interesantes paralelismos con ‘la guerra de los dos Pedros’, como podrán apreciar si continúan leyendo.

Fue aquella una sucesión de conflictos que, a mediados del siglo XIV y durante trece años, enfrentó a Pedro IV de Aragón, llamado ‘El Ceremonioso’ o ‘El del Punyalet’ (puñalito, por uno que solía portar, lo que resulta también metafóricamente evocador de la presidenta andaluza), con Pedro I de Castilla, motejado ‘El Cruel’ por sus detractores y ‘El Justiciero’ por sus partidarios, apodos que con la misma división de pareceres se atribuyen a Sánchez. Ambos pertenecían a la dinastía de los Trastámara, por la que la suya, como la del PSOE, fue una guerra fratricida. ¿Por unos ideales? No, por el poder.

Los dos Pedros se enfrentaron por el control de Murcia, un territorio que entonces, en plena Reconquista, era la única salida posible de Castilla al Mediterráneo, que en aquella época era el mundo y dominaba la Corona de Aragón, que no quería tener competidores políticos ni comerciales dentro de la península. Así pues, había una ruptura territorial, como también se ha puesto de manifiesto en los resultados de las primarias —Sánchez ha obtenido sus mayores apoyos allí donde el PSOE está peor electoralmente, como ocurre en Cataluña—.

Castilla no dispuso de esa salida al mundo que entonces representaba el Mediterráneo hasta que descubrió un nuevo mundo en las Américas. Y entonces sí, con la caja de caudales que de allí obtuvo, se enseñoreó del mundo. Pedro II ha manifestado abiertamente, desde que decidió optar al liderazgo del PSOE por primera vez, su ambición de protagonizar “algo histórico”; de encontrar, como aquella Castilla, una salida al mar o descubrir un nuevo mundo. Es una ambición que ha ido creciendo con los años porque, como cuenta Ainara Guezuraga (‘El PSOE en el laberinto’, Temas de Hoy), ya a sus primeras novias de juventud, “absolutamente convencido” les decía: “Yo seré presidente del Gobierno”.

Desde el pasado domingo, acumula un capital de legitimidad para liderar el PSOE como no tuvo ninguno de sus predecesores, incluido Felipe González. Con su rotunda victoria sobre Susana Díaz, las estructuras internas de poder y las terminales mediáticas del ‘viejo PSOE’, ha llenado sus depósitos de combustible para el viaje. ¿Hasta cuándo? Como mínimo, hasta las próximas elecciones generales. Hasta entonces, nadie se atreverá a chistarle y quien ose hacerlo saldrá trasquilado, como ya se han dado cuenta hasta los barones más díscolos, llámese Javier Lambán o la propia Díaz, que se han replegado a sus castillos y visto forzados, en mayor o menor media, a aceptar sus condiciones para el armisticio.

Pedro ‘El Cruel’ abandonó el ideal de Reconquista de su predecesor y, como se propone hacer ahora Sánchez, también impulsó leyes destinadas a recortar el poder de la nobleza en favor de la burguesía y de la propia Corona (el secretario general). Cuando los nobles se rebelaron en defensa de sus privilegios (en una serie de levantamientos inconexos), el rey respondió con una crudeza inusitada y hubo varias ejecuciones. Otra advertencia de la Historia.

Para algunos, que temen que se repita, se abre claramente, como en el caso del valenciano Ximo Puig, la puerta hacia la bicefalia si quieren conservar la presidencia autonómica, porque el varapalo recibido de la militancia ha sido de órdago pese a haber conseguido recuperar la Generalidad después de veinte años de hegemonía del PP (1995-2015). La otra opción que se maneja es dejarlo como figura nominal, pero barriendo a todas las personas de su confianza.

En cuanto a Pedro II y Susana Díaz, depositaria de la joya de la corona socialista que es Andalucía, por el bien del PSOE harían bien en imitar ambos lo que durante tantos años hicieron don Juan Carlos y doña Sofía por el bien de la Monarquía, que es su partido, porque la moraleja de 'la guerra de los dos Pedros' es que hay guerras que no gana nadie. Aquella acabó sin tener un claro ganador, puesto que las pretensiones de Pedro ‘El del Punyalet’ no llegaron a cumplirse y Pedro ‘El Cruel’ no llegó a vencer tampoco porque fue asesinado y destronado por su hermanastro Enrique de Trastámara.

Expandir la ilusión fuera del PSOE

En la noche del 21 de mayo, a Pedro II solo le faltó decir, parodiando a Alfonso Guerra en 1982, que, tras su paso por el poder, al PSOE “no lo va a reconocer ni la madre que lo parió”. “Estas primarias son el kilómetro cero. Hoy no acaba nada, empieza todo. Vamos a hacer del PSOE una organización nueva”, dijo en su arenga a las bases tras recuperar la secretaría general con una campaña propia de ‘Barrio Sésamo’ (izquierda es izquierda y derecha es derecha; no es no y sí es sí), pero, como se ha demostrado, de gran eficacia.

El mérito corresponde a la agencia de marketing Affidávit, que dirige Teresa Morán, esposa del exministro Luis Carlos Croissier: aunque no había trabajado antes para políticos, supo crear con técnicas de marketing empresarial un fuerte vínculo entre la marca Sánchez y los militantes que consideraron ofendida su dignidad cuando ‘la nobleza’ del comité federal revocó la decisión que ellos habían tomado tres años antes siguiendo, por cierto, las indicaciones de esos mismos ‘nobles’. Son muchos los que creen que este sentimiento de haber sido ninguneados pudo más en el voto de los afiliados que la decisión de abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy.

El repuesto líder socialista, que triunfó con una campaña propia de ‘Barrio Sésamo’, tendrá que expandir fuera del partido la ilusión de los militantes o todo quedará en otro episodio de ‘Juego de Tronos’

Sánchez ha prometido una revolución y ahora tiene el desafío de llevarla a la práctica sin destruir todo lo anterior, aunque por el camino ya ha enterrado a todas las viejas guardias, incluidas las de más reciente cuño. Partir del “kilómetro cero” en una organización con 138 años de historia es un oxímoron, pero vivimos una época de retos, rumbos y comportamientos sociales ignotos. No haberse percatado de ello ha sido el gran error de los susanistas; o, mejor dicho, de los antipedristas. En el horizonte inmediato habrá un repunte de las expectativas electorales del PSOE, la mejor amalgama interna de todos los partidos. Pero, ¿cuánto durará ese repunte?

El gran desafío para quien ya nadie duda que será por tercera vez el candidato electoral del PSOE es mantener la ilusión que ha logrado despertar en las primarias hasta los próximos comicios y, además, expandirla fuera del partido. De lo contrario, todo habrá quedado en otro episodio del interminable ‘Juego de Tronos’.

El principal enemigo de Pedro II, tras su triunfal retorno al trono de Ferraz, no es Susana Díaz ni el resto de la ‘nobleza’ socialista o los llamados poderes fácticos —sean mediáticos o financieros—, ni siquiera el PP o la competencia de Podemos, sino Pedro I. Tras su errático primer mandato, pesa sobre él la incógnita del rumbo que fijará y la duda de si llegará a desembarcar en el puerto de La Moncloa. Y, a pesar de su promesa de pasar página, sigue actuando —o consintiendo que lo hagan algunos de sus colaboradores más directos— con sectarismo vengativo.

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