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Relato en primera persona de mi relación con Sánchez
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Gonzalo López Alba

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Relato en primera persona de mi relación con Sánchez

El libro 'El PSOE en el laberinto' de Ainara Guezuraga, es una lectura imprescindible para conocer la auténtica personalidad del secretario general del PSOE, cuyos rasgos patológicos pone al descubierto

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

El primer recuerdo que acude a mi mente cuando pienso en Pedro Sánchez es la escena de una conversación en el patio del Congreso de los Diputados. Elena Valenciano y Antonio Hernando maquinan cómo deshacerse de Tomás Gómez (el exportavoz parlamentario aspiraba a ser su sustituto al frente de la federación de Madrid), pero no encuentran la fórmula política, y Sánchez es el instrumento que se presta para segarle la hierba debajo de los pies. Bajo premisa de 'off the record', soy testigo de aquella conversación. Sánchez siempre estaba dispuesto “a asumir cualquier encargo”, como refleja Jesús Maraña en ‘Al fondo a la izquierda’ (Planeta), una obra de lectura obligada para comprender los años más convulsos del PSOE en el periodo democrático.

No recuerdo la fecha exacta, pero ya estaba al mando Alfredo Pérez Rubalcaba y Valenciano, que, como Hernando y Sánchez, militan en Madrid, era vicesecretaria general. Sánchez había sido concejal entre 2004 y 2009, antes de convertirse en diputado este último año, tras la renuncia a su escaño de Pedro Solbes. Por aquel entonces, acababa de volver a la Cámara baja, merced a otro de esos rebotes que eran su especialidad cuando jugaba al baloncesto (op. cit.), por la designación de Cristina Narbona para ocupar un puesto en el Consejo de Seguridad Nuclear. Y, además, entre 2008 y 2012 formó parte de la ejecutiva del dirigente madrileño, al que decapitó en la plaza pública tras ganar las primarias de 2014, sin mostrar el menor escrúpulo en destruir su reputación social con infundios sobre el tranvía de Parla para justificar el abrupto final de su carrera política.

Con independencia de la fecha exacta, yo apenas conozco a Sánchez. Sé que es uno de los cachorros de los que se rodeó José Blanco cuando en 2000 fue elegido secretario de Organización, junto con Hernando y Óscar López. Es el ‘patito feo’ del trío políticamente hablando, aunque sea el más telegénico. López se convertirá en la mano derecha de Blanco y Hernando, en una suerte de ‘alter ego’ de Rubalcaba. Él, se queda descolgado.

La otra imagen que conservo de esa época es una escena a la puerta de un diario de tirada nacional. Sánchez ha acudido hasta la sede de ese periódico para trasladar algún tipo de información confidencial a su contacto periodístico, al que suele pasar papeles comprometedores para el PP de Madrid cuando los consigue. ​

Después le pierdo la pista durante una larga temporada, hasta que, en 2013, es repescado para coordinar la conferencia política promovida por Rubalcaba. Durante una de las jornadas, cuando ya de noche abandono el Palacio Municipal de Congresos donde se celebra el cónclave, veo caminar por un lateral a Óscar López, con Sánchez un paso detrás. Así fue siempre hasta que ganó las primarias en 2014, cuando los papeles se invierten. Tras un periodo en el limbo para lavar su imagen de secretario de Organización de Rubalcaba, Sánchez lo nombra portavoz en el Senado y, en la segunda campaña electoral, lo rescata a última hora para su equipo directo. Tras el comité federal del 1 de octubre, cuando Óscar López se decanta por Patxi López, envía un mensaje a Sánchez para explicarle sus motivos, pero no recibirá respuesta de aquel a quien tanto ha ayudado a prosperar políticamente.

Sánchez, según los testimonios recogidos por esta periodista, vive con "la fe, la creencia, de que es un elegido del destino para ser presidente del Gobierno" y el partido es para él "un mal necesario"

No había vuelto a saber de Pedro Sánchez hasta el cierre del diario ‘Público’, “el auténtico” que diría Luis María Ansón, en febrero de 2012. Para mi sorpresa, porque mi relación con él había sido muy superficial, es uno de los contados miembros del PSOE que me telefonea para interesarse por mi situación laboral. Le explico que he decidido hacerme autónomo y él me cuenta que, como en las elecciones de noviembre de 2011 no salió elegido diputado, su situación es parecida, está “buscándose la vida” como “falso autónomo” y viaja con frecuencia, creo recordar que a Bruselas. Al menos parte de aquellos trabajos los facturaba a la Fundación Ideas, creada por Zapatero como laboratorio ideológico del PSOE, así que, aunque de forma encubierta, sigue alimentándose de la teta del partido.

Me propone quedar a tomar un café y respondo que sí, pero, ya que viaja con frecuencia, le digo que es preferible que me llame él para concretar la cita. Poco después, haciendo ‘zapping’ por las cadenas televisivas, le veo en una tertulia nocturna de TVE y, como no había vuelto a llamarme, aprovecho para enviarle un ‘guasap’ en el que le digo que estoy viéndole por la tele. Me contesta que está gracias a un amigo que tiene en la cadena pública, de lo que interpreto que me está diciendo que no lo ha designado oficialmente el PSOE y se ha buscado el escaparate por su cuenta.

Pasa el tiempo sin que tenga noticias suyas hasta que me lo encuentro otro día en el patio del Congreso. Susana Díaz está considerando dar el salto al liderazgo nacional y yo me he pronunciado públicamente a favor de la candidatura de Eduardo Madina como mejor solución para renovar el liderazgo del PSOE ("El futuro del PSOE se llama Eduardo Madina", El Confidencial, 5/11/2012). Le pregunto qué va a hacer él si, finalmente, el diputado vasco, que aún es un manojo de dudas, se presenta.

“Yo solo voy a participar si es para hacer algo histórico”, me responde. La forma desmesurada en la que me desvela su ambición me hace dar un respingo y mi incredulidad me impide reaccionar a tiempo para preguntarle qué entiende por “histórico”, una palabra que en adelante no se le caerá de la boca y que aplica hasta para maquillar sus estrepitosos fracasos o pactos sin recorrido como el que suscribió con Ciudadanos. Entiendo que está hablando de presentarse él mismo pero, en ese momento, no creo que, si lo intenta, vaya a disponer de muchos apoyos, salvo que se preste, como luego ocurriría, para ser el instrumento de una operación coordinada para frenar las opciones de Madina.

Es Blanco quien me da la primera alerta. “No pierdas de vista a Pedro”, me dice. Le pregunto si no cree que Madina sería una apuesta mejor para el partido y me dice que no, que el diputado vasco no aguantaría el peso de ser secretario general y, por aquel entonces, tampoco cree en Susana Díaz, íntima enemiga de Rubalcaba. Tampoco acabo de darle crédito porque sé desde hace muchos años que Sánchez es uno de los tres llamados ‘Blanco boys’ y el ex vicesecretario general también está buscando su espacio de influencia.

Cuando ya empiezan a perfilarse las candidaturas, en vísperas de las navidades de 2013 doy a entender que es un hombre del aparato ("Ferraz se inclina por hacer las primarias a una sola vuelta", 23/12/2013): “[…] Ha emergido el nombre del diputado madrileño Pedro Sánchez, al que Rubalcaba dio especial protagonismo en los preparativos de la conferencia política [celebrada a comienzos de noviembre], pero que, fuera de Ferraz, no figura entre las opciones que manejan los pesos pesados del partido”. Me he limitado a describir lo que siempre ha sido: un ‘fontanero’, con una etapa de concejal y dos breves estancias en el Congreso de los Diputados, puestos que logra gracias a nombramientos o abandonos de los que le precedían en las listas. Su círculo de penetración es el creado en torno a Blanco con López y Hernando, y la federación de Madrid.

En la época en la que negociaba el pacto con Ciudadanos, afirmó ante una persona de su confianza: "La socialdemocracia ha muerto"

A Sánchez no le gusta que lo haya relacionado con el aparato —su estrategia es vincular con este a Madina, al que apoyan Rubalcaba y Valenciano, y postularse él, que tiene el respaldo de Óscar López, entonces número tres, como el candidato de las bases—. Ese día llama insistentemente a mi teléfono, pero no le cojo porque se me ha caído dentro del coche y no sé dónde lo he dejado, hasta que el día 24 vuelvo al vehículo para emprender viaje al lugar donde voy a pasar la Nochebuena. La segunda etapa de ese viaje la hago en tren y desde él le telefoneo. Molesto, me dice que cómo puedo escribir que es un candidato del aparato (reducido en ese momento, en sentido estricto, a Rubalcaba, Valenciano y, un tanto descolgado, López), que ése es Madina, aunque en mi crónica yo englobé implícitamente en la expresión ‘aparato’ a todas las estructuras de poder en el PSOE. Añade que está a mi disposición para hablar cuando vaya a escribir algo que le afecte y quedamos en vernos para charlar reposadamente a la vuelta de las vacaciones.

El encuentro no se produce hasta el 11 de marzo de 2014 porque el año comienza muy ajetreado informativamente con las elecciones europeas convocadas para mayo y otros eventos políticos. Animado por una decena de diputados y excargos públicos indignados con ‘la tabla redonda de barones’ que gobierna el partido desde la marcha de José Luis Rodríguez Zapatero, lleva ya meses recorriendo las agrupaciones para testar “si hay agua en la piscina”. Según las notas que conservo de aquella conversación, en una cafetería aledaña al Congreso, me cuenta que está decidido a competir por el liderazgo del partido y que cree que podrá obtener los avales sin problemas porque “hay una pulsión de cambio muy fuerte en toda la organización”. También se reivindica como ‘outsider’ y descarta que vaya a presentarse Patxi López, como así fue.

La impresión que guardo en la memoria es que no se presentaba a ganador, sino a colocado. Así lo confirmarán después los hechos, como narra Ainara Guezuraga en ‘El PSOE en el laberinto’ (Temas de Hoy, pp. 17 y 18), un libro imprescindible para conocer la auténtica personalidad de Sánchez, repleta de rasgos patológicos como luego se irá viendo: “Susana, además, tiene otro as en la manga. Pedro no va a ser un problema en esa operación política para encumbrarla, pues él ya se ha encargado de hacerle saber que, si es necesario, 'vende' su candidatura. Ella sabe que el precio a pagar es un buen cargo cuando llegue el momento”.

En su etapa como "falso autónomo", parte de sus trabajos los facturaba a la Fundación Ideas, que financiaba el partido

Más allá de que intenta hacerse un hueco al sol , no saco nada en limpio. Cuando le pregunto por su proyecto, responde: “Trabajo, democracia, igualdad y ecología”. Inútil pretender que profundice. Y cuando intento averiguar si, dado que aquellas primarias son para elegir únicamente el candidato electoral, ha meditado si, en caso de ganarlas, forzará un congreso extraordinario para evitar que le ocurra como a José Borrell o apostará por la bicefalia, no tiene respuesta porque ni se ha parado a pensar en ello. En lo único que ha pensado a fondo es en conseguir la plataforma para llegar a ser presidente del Gobierno.

Sánchez vive con “la fe, la creencia, de que es un elegido del destino para ser presidente del Gobierno”, según el testimonio de un diputado recogido en el citado libro (p. 112). Otros testimonios de cocarnetarios que le tratan desde hace años coinciden en que está “dispuesto a pagar cualquier precio para conseguirlo” (p. 158) y en que, para él, el partido es tan solo “un mal necesario” (p. 164). En la época en la que negociaba el pacto con Ciudadanos, a una persona de su confianza llegó a decirle: “La socialdemocracia ha muerto”.

Por aquel entonces yo desconozco esos rasgos de su personalidad y, puesto que me asegura que va a postularse como candidato, el domingo de la semana siguiente —esa semana la actualidad socialista la acapara la crisis del partido en Navarra—, publico en este blog un artículo titulado "Primarias del PSOE: con el dorsal número 1, Pedro Sánchez" (23/3/14). No volveré a hablar con él hasta que, después de imponerse a Eduardo Madina con el apoyo de los barones encabezados por Susana Díaz y la inmensa mayoría del ‘establishment’ socialista, ya ha sido elegido secretario general en el congreso extraordinario que se clausura el 27 de julio. Ese día coincido con él en un pasillo cuando está dando el paseo final por el recinto y, sin que se detenga, tras felicitarle por su elección, le digo que me gustaría tomar un café para charlar cuando él pueda y que estaré trabajando durante todo el verano.

Desde aquel 27 de julio de 2014, salvo algún breve saludo o corrillo colectivo en el Congreso, no he vuelto a tener interlocución directa con él, con la única excepción de un ‘guasap’ del que hablaré a continuación. En 2015 o 2016, no puedo precisar la fecha, yo le he enviado un mensaje para recordarle mi interés en charlar con él cuando encuentre un hueco. No responde.

Sin embargo, el 8 de noviembre de 2015 sí recibo un ‘guasap’ suyo, el primero y único desde que es secretario general. Son vísperas electorales y he publicado un artículo titulado "Los 22 días ‘horribilis’ de Pedro Sánchez", en el que reflejo que el líder socialista “se abate cuando los problemas lo superan”, aunque también resalto que “su enorme ambición hace que vuelva a levantarse por mucho que lo tiren a la lona”. Me escribe que no está en absoluto preocupado y que si escribo eso es porque “no me conoces”. Le respondo que si, con lo que está cayendo sobre su partido y con la crisis política general que vive España, no está preocupado y que si no le conozco será “porque tú no has querido”. La comunicación vuelve a romperse.

El 14 de febrero de 2016 publico un artículo titulado "Pedro Sánchez, ¿un cisne negro?", en el que alabo su “crecimiento político” y sostengo que, pese al batacazo histórico en las elecciones del 20 de diciembre de 2015, ha logrado resituar al PSOE como “factor indispensable para la gobernabilidad” después de conjurar el fantasma del ‘sorpasso’ de Podemos. Esta vez sí ha gustado en Ferraz lo que he escrito, tanto que en la mañana de ese domingo, por primera vez, recibo sendas llamadas de su jefe de Gabinete, Juanma Serrano, y de su directora de Comunicación, Maritcha Ruiz Mateos, que no atiendo, y un mensaje de la segunda al que no respondo porque me da las “gracias” por lo que he escrito, como si lo hubiera hecho para agradar o como una especie de ‘servicio’ a su causa. Días después, cuando me encuentro con la directora de Comunicación durante una convocatoria de prensa en Ferraz, le explico que no respondí porque yo estoy siempre abierto a precisar, matizar o rectificar cualquier información errónea, pero no atiendo a agradecimientos de esa naturaleza puesto que tampoco los atiendo ni los voy a atender cuando se trate de quejas.

No ha encontrado hueco en tres años para "tomar un café" con quien hace seguimiento de su partido desde hace 31 años y la comunicación se ha reducido a un ‘guasap’ para quejarse por un artículo

No obstante, percibo un cambio ostensible en la actitud de sus colaboradores más directos hacia a mí, a la vista de lo cual reitero mi interés en “tomar un café” con Sánchez a su jefe de Gabinete y a su directora de Comunicación. En el pasillo que discurre al lado de la Oficina de Prensa del PSOE, Maritcha me dice: “Habrá ese café”. Hasta hoy.

Cuando, tras ser revocado tan democrática como chapuceramente por el comité federal del 1 de octubre de 2016 decide embarcarse en la campaña de reconquista, soy ‘borrado’ del listado de las convocatorias que se hacen a los periodistas que cubren la información del PSOE, pese a realizar su seguimiento desde hace 31 años. No me sorprende. La descripción que Guezuraga hace de él es la de alguien vengativo: “Sánchez, desde el principio, va a premiar la fidelidad a su persona por encima de la capacitación profesional” (pp. 28-29); “sus colaboradores saben que la única forma de permanecer a su lado es dorarle la píldora” (p. 158); “no está acostumbrado a tanta sinceridad” y, con frecuencia, “callan por miedo a su reacción” (p. 162), que se traduce en “cortar cualquier comunicación” e incluso “negar el saludo” (p. 162). Periodistas que han viajado ‘empotrados’ con él aseguran que, cuando las cosas no salen como quiere o ha planificado, reacciona de forma histérica, “a grito pelado”, y han observado que, cuando trata con algunos subordinados, estos reaccionan “como las mujeres maltratadas”. Su personalidad es “una mezcla de inmadurez y soberbia” (p. 168). Añado: y de narcisismo.

A pesar de no recibir la convocatoria, acudo sin invitación a su acto de postulación en el Círculo de Bellas Artes, como antes había ido al de Patxi López y después asistiré al de Susana Díaz, cuyas candidaturas sí me envían regularmente sus convocatorias, al igual que la Oficina de Prensa de Ferraz. Con el único de los tres candidatos con el que hablo directamente durante la campaña de las primarias es con López, porque es el único al que se puede encontrar en el Congreso de los Diputados. Durante ese periodo, el equipo de Sánchez me excluye también del ‘briefing’ que realiza en su ecuador, igual que hará en el que realiza tres días después de su reelección.

Hasta aquí el detalle de mi relación profesional con Pedro Sánchez que, sumada a las opiniones recogidas a lo largo de este tiempo entre muchos compañeros de su partido, algunos de los cuales trabajaron con él y dejaron de hacerlo, otros pocos que todavía lo hacen y también entre amigos que lo fueron para caer en el olvido a través de la ruptura de toda comunicación, han consolidado esta opinión: Pedro Sánchez es un peligro público para el buen gobierno de España.

Dada la extensión de este relato, dejo para mañana mi autocrítica profesional, que publicaré en una Carta a los Lectores.

El primer recuerdo que acude a mi mente cuando pienso en Pedro Sánchez es la escena de una conversación en el patio del Congreso de los Diputados. Elena Valenciano y Antonio Hernando maquinan cómo deshacerse de Tomás Gómez (el exportavoz parlamentario aspiraba a ser su sustituto al frente de la federación de Madrid), pero no encuentran la fórmula política, y Sánchez es el instrumento que se presta para segarle la hierba debajo de los pies. Bajo premisa de 'off the record', soy testigo de aquella conversación. Sánchez siempre estaba dispuesto “a asumir cualquier encargo”, como refleja Jesús Maraña en ‘Al fondo a la izquierda’ (Planeta), una obra de lectura obligada para comprender los años más convulsos del PSOE en el periodo democrático.

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