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Antoni Fernàndez Teixidó

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Una apuesta perversa

Solo un cambio sustantivo en el escenario político español podría, hipotéticamente, abrir un horizonte distinto al del tan traído y llevado 'procés'

Foto: Foto de grupo en la presentación de Junts pel Sí en julio de 2015. (Reuters)
Foto de grupo en la presentación de Junts pel Sí en julio de 2015. (Reuters)

La apuesta de CDC por la fórmula electoral Junts pel Sí perseguía tres objetivos simultáneos. El primero, sumar fuerzas con ERC y con otras formaciones menores para obtener una victoria que permitiera disponer de una mayoría absoluta. Con 68 diputados, el 'procés' para la eventual proclamación de la independencia de Catalunya podía seguir su curso. El 'president' Mas decía que, de convocar un plebiscito, si se ganaba -todas las encuestas así lo atestiguaban- la independencia estaría más cerca.

El segundo tenía que ver con el designio de CDC para evitar que, yendo a las elecciones con listas diferenciadas, ERC tuviera la tentación -en función de los resultados- de encabezar un nuevo Tripartit en Catalunya. Esa fórmula política gobernó del 2003 al 2010 con un balance francamente controvertido.

El tercer objetivo consistía en disimular las magras expectativas de Convergència si concurría sola a los comicios, circunstancia apuntada por todas las previsiones electorales.

En los últimos meses, ante las desmedidas pretensiones de la CUP y las manifiestas resistencias de CDC, ERC se comporta como un árbitro

Cerrar aquel acuerdo (Junts pel Sí) fue extraordinariamente difícil, pues Junqueras sostenía que la mejor manera, por razones diversas, era presentarse separadamente. Artur Mas se empleó a fondo. Buscó el compromiso de parte de la sociedad civil organizada en Òmnium Cultural y en la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y forzó el acuerdo a cambio de situarse de número cuatro en la lista. Se reservó, eso sí, el papel de candidato a la Presidencia de la Generalitat. Un movimiento sorprendente que se incardinaba, no obstante, en su lógica de presión política hacia los republicanos.

El resultado electoral fue concluyente y, a pesar del notable logro de Junts pel Sí -62 escaños- el plebiscito se perdió. Dicho sea de paso, esa derrota nunca fue ni ha sido aceptada por los dirigentes de CDC y ERC.

Al no obtener la mayoría absoluta, el precio pagado para la investidura del 'president' y la formación del Govern fue muy costoso. La CUP impuso su ley y ERC inauguró su papel de bonapartista. Dicha caracterización se ha acelerado en estos últimos meses. Ante las desmedidas pretensiones de la CUP y las manifiestas resistencias de CDC, ERC se comporta como un árbitro.

No conseguir el primer objetivo supuso ni más ni menos que sacar del camino a la Presidencia de la Generalitat al principal impulsor del 'procés': Artur Mas. Jamás creyó que la CUP sería capaz de llevar hasta el final su implacable decisión de no apoyar su investidura. Finalmente, ante la posibilidad de una nueva convocatoria anticipada de elecciones, se produjo, 'in extremis', un nuevo giro táctico: Mas fuera de la escena política y Puigdemont 'president'.

Es absurdo no reconocer que la CUP ganó la partida y que ERC fue su principal beneficiario. No obstante, esta tesis aún no es aceptada en las filas de CDC.

Puigdemont se puso al frente de un Govern configurado por Mas y Junqueras. Lo hizo con la mayor determinación posible y con el compromiso político que le caracteriza. Se trata de un Govern producto de los equilibrios internos de Junts pel Sí. Lo era y lo es. Y ahí, justamente, radica la perversidad de la apuesta.

No solo hay discrepancia en la eventual convocatoria de elecciones constituyentes, sino que es justo la gobernanza del día a día lo que resulta complicado

Hoy la tarea conjunta de unos y otros resulta particularmente difícil. No se trata solo de los objetivos y del ritmo del 'procés'. No solo hay discrepancia en la eventual convocatoria de elecciones constituyentes, sino que es justo la gobernanza del día a día lo que resulta especialmente complicado.

El debate surgido en el seno del Govern por la propuesta de incremento de impuestos es una muestra. No la única. Las discrepancias respecto al tratamiento que debe tener la solución definitiva para la adjudicación del concurso de concesión de Aigües de Ter Llobregat es otro caso preocupante. Las desavenencias manifiestas respecto al presente y el futuro del proyecto BCN World en Tarragona son un ejemplo más.

Es cierto que el Govern tiene una hoja de ruta conjunta hacia la independencia. Pero he aquí la paradoja: se es consciente de las inmensas dificultades para su aplicación, a pesar de ser el eje programático de Junts pel Sí. En cambio, donde se podría avanzar, en las políticas concretas, surgen los enfrentamientos una y otra vez. Afirmo que unos son tácticos y otros son de fondo. Pero el resultado final es que ERC presiona, desde su pretendida condición de árbitro, para moderar el radicalismo de la CUP y hace que sus socios de Govern -CDC- admitan, resignadamente, algunas de las posiciones políticas de la formación revolucionaria. Todas ellas en contra de su ideología y tradición.

Una pregunta: ¿puede cualquier refundación política, en un marco como el de arriba descrito, cambiar significativamente las cosas?

¿Hay que introducir en los Presupuestos, como sostiene la CUP, figuras impositivas anuladas por el Tribunal Constitucional o no hay que subir impuestos, como afirma CDC? ERC parece tener la solución: incrementar las cargas fiscales a las clases altas y disminuir tímidamente los gravámenes a las clases modestas. La imperturbable lógica de la política lleva con frecuencia a los convergentes al redil de los republicanos.

Este es el resultado más comprometido de la apuesta perversa de CDC. Solo un cambio sustantivo en el escenario político español podría, hipotéticamente, abrir un horizonte distinto al del tan traído y llevado 'procés'.

Día a día, el perfil político y programático de un partido de centro como CDC se desgasta inexorablemente. El margen de maniobra político, más allá de la expectativa de aparente normalidad, se reduce peligrosamente.

Una pregunta: ¿puede cualquier refundación política, en un marco como el de arriba descrito, cambiar significativamente las cosas? Otra pregunta final: ¿hay mimbres suficientes para una refundación que revierta el actual estado de cosas? Si les parece, dejamos estas cuestiones para un próximo artículo.

La apuesta de CDC por la fórmula electoral Junts pel Sí perseguía tres objetivos simultáneos. El primero, sumar fuerzas con ERC y con otras formaciones menores para obtener una victoria que permitiera disponer de una mayoría absoluta. Con 68 diputados, el 'procés' para la eventual proclamación de la independencia de Catalunya podía seguir su curso. El 'president' Mas decía que, de convocar un plebiscito, si se ganaba -todas las encuestas así lo atestiguaban- la independencia estaría más cerca.

Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Artur Mas Oriol Junqueras