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Antoni Fernàndez Teixidó

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El fracaso de una política de alianzas

Puigdemont tiene la última palabra para la convocatoria de elecciones pero los movimientos rupturistas de la CUP reducen su capacidad de liderazgo

Foto: El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. (EFE)

Afirmé que el acuerdo de 'govern' entre CDC y ERC tendría, finalmente, un desenlace dramático. Admito, que los hechos han superado con creces las expectativas del peor escenario político. Sostuve en su día, que dicha alianza difícilmente aportaría resultados positivos para la gobernabilidad del país y que, con toda seguridad, acarrearía pérdidas irreparables para Catalunya, primero y para CDC, después. Insistí, por activa y por pasiva, en que el siguiente pacto entre Junts pel Sí y la CUP resultaría letal para los intereses de los catalanes y funesto para el futuro de CDC.

El camino iniciado el 9 de enero con la elección del 'president' Puigdemont condicionada por los votos de la CUP, abrió un proceso que, a mi juicio, solo podía llevarnos, en el mejor de los casos, a la inacción del Govern y, en el peor, a la ingobernabilidad. Los hechos han corroborado el pronóstico.

No es cierto que una misma lógica presida la acción de todos los actores políticos. La capacidad de actuación de un partido democrático centrado y la de un movimiento anticapitalista no solo no es la misma, sino que es antitética.

Los dirigentes y los militantes de la CUP tienen un marco mental que les obliga a implementar una política que, más allá del propósito de la independencia, nada tiene que ver con la dinámica objetiva del resto de partidos del sistema. Es infantil pensar que el hipotético interés común para conseguir la independencia anula las notables diferencias de fondo entre unos y otros.

No se puede pactar una hoja de ruta para lograr un Estado propio con un movimiento que pretende proclamar la independencia en Catalunya para acabar con el sistema capitalista y desatar la revolución social. Solo desde una confianza inexplicable en la sinceridad política de este tipo de aliados, se puede intentar. Algunos nunca tuvimos dudas y siempre recomendamos evitarlo. Algunos creyentes, en cambio, pensaron que la CUP era un compañero de viaje que podría ser domesticado y que, finalmente, su apuesta independentista prevalecería por encima de su programa político. Confiaron, con un inusitado grado de inocencia, en la segura lealtad de la CUP hacia los pactos firmados.

Tal dosis de inexperiencia y de buena fe ha producido resultados esperpénticos. Parecería, ahora, que la CUP es la única responsable del desatinado escenario actual. Probablemente, son los principales culpables, pero hay que repartir las responsabilidades entre todos los socios del pacto de estabilidad.

Desde la constitución del Parlament, la actividad parlamentaria se ha complicado día a día. En todos estos meses, no se ha aprobado ley alguna y la mayoría legislativa ha perdido 55 votaciones, muchas de ellas debido al voto en contra de los cuperos. Hoy, la ciudadanía desconoce en qué punto se encuentra la proclamada y reafirmada hoja de ruta hacia la independencia, por dónde sigue el Govern y qué tiene derecho a esperar.

Probablemente la CUP es la principal culpable, pero hay que repartir las responsabilidades entre todos los socios del pacto de estabilidad

La moción de confianza prevista para el mes de septiembre, parece abrir un nuevo marco, especialmente, diseñado para que la confusión, la inacción y la indignación crezcan en toda Catalunya. Su resultado no es determinante. Las cartas están echadas. Prosperará o no, pero a corto plazo la convocatoria de unas nuevas elecciones es inevitable y todos los partidos políticos son conscientes de ello. Añado que habrá elecciones cuando le interese a ERC y se celebrarán cuando esta tenga la percepción de que su futura hegemonía está garantizada. Me temo que el resto de formaciones políticas asistirán, sin capacidad de reacción, al ruinoso desenlace de esta legislatura.

Es verdad que el 'president' Puigdemont tiene la última palabra para la convocatoria de elecciones. Pero la resignación de su Gobierno, las desavenencias del pacto de estabilidad con ERC y los movimientos rupturistas de la CUP reducen, significativamente, su capacidad de liderazgo. Era de esperar. No debe sorprendernos.

En todo este contexto, hay un elemento que me llama, poderosamente, la atención. ¿Cómo es posible que un Gobierno presente unos presupuestos a la Cámara sin pactar, cuando menos, su tramitación? Podía presentarlos ahora o más adelante, pero en cualquier caso, debía haberlo hecho con el acuerdo previo de la CUP. ¿No?

Nada de esto se ha tenido en cuenta y asistimos ahora estupefactos a la mayor derrota parlamentaria del Govern en la presentación de su ley más importante. ¿Es solo incompetencia? ¿Es solo falta de previsión? Sospecho, que hay alguna cuestión más. Probablemente, la voluntad de anticipar elecciones y de evitar hacer un balance de los 18 meses del 'procés' tiene algo que ver con todo ello. CDC y ERC siguen confiando en que el pueblo de Catalunya - bien intencionado siempre- manifestará de nuevo la esperanza de que las cosas pueden hacerse un poco mejor. Deben hacerse mejor, pero hay que reclamar que no a su costa.

Para algunos, este grotesco episodio de devolución de los presupuestos al Govern tiene claros culpables a los que hay que exigir responsabilidades y sería recomendable que pagaran por ellas. Creo, aunque manifiesto mi respeto por la acción del Govern, que los responsables tienen que ser señalados. Ahora bien, lo que piense yo es anecdótico, pero lo que crea o no la ciudadanía en Catalunya, en esta coyuntura, es decisivo. ¡Que acierte!

Afirmé que el acuerdo de 'govern' entre CDC y ERC tendría, finalmente, un desenlace dramático. Admito, que los hechos han superado con creces las expectativas del peor escenario político. Sostuve en su día, que dicha alianza difícilmente aportaría resultados positivos para la gobernabilidad del país y que, con toda seguridad, acarrearía pérdidas irreparables para Catalunya, primero y para CDC, después. Insistí, por activa y por pasiva, en que el siguiente pacto entre Junts pel Sí y la CUP resultaría letal para los intereses de los catalanes y funesto para el futuro de CDC.

Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Parlamento de Cataluña Carles Puigdemont