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Antoni Fernàndez Teixidó

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Sin ases en la manga

No se trata aquí de descubrir las lagunas de la ley. Se trata más bien de afirmar que las múltiples dificultades objetivas no arredrarán ni a Puigdemont ni a su Gobierno

Foto: El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, durante la sesión de control parlamentario. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, durante la sesión de control parlamentario. (EFE)

El presidente Puigdemont sigue imperturbable la hoja de ruta del independentismo catalán. No representa para mí sorpresa alguna. Le conozco desde hace muchos años y sé el designio principal de su dilatado compromiso político: la independencia de Catalunya.

El pasado martes presentó públicamente la proposición de Ley del Referéndum de Autodeterminación. Una nueva cita enmarcada en la habitual solemnidad y efectismo para que propios y extraños comprendan y acepten que el 1 de octubre se votará en referéndum. No se trata aquí de descubrir las lagunas de la ley y el carácter presumiblemente anticonstitucional de la misma. Se ha hecho hasta la saciedad. Se trata más bien de afirmar que las múltiples dificultades objetivas no arredrarán ni a Puigdemont ni a su Gobierno. No habrá vuelta atrás en la convocatoria. Solo una oferta de amplia negociación, sin condiciones previas, con el Ejecutivo español podría inclinarle a replantear las cosas. Sospecho que no se producirá.

El cese fulminante del 'conseller' Baiget es una muestra rotunda de cuanto digo. Las dudas, incertidumbres y temores que el 'procés' desata en sectores del PDeCAT serán tajantemente abortadas. La destitución del 'conseller' de Industria es un aviso para navegantes. No es, ahora, relevante saber si algún otro 'conseller' o 'consellera' puede presentar la dimisión en un futuro inmediato. No importa, el 'president' procederá con la misma diligencia para que nadie dude de que su propósito y el de su Ejecutivo es celebrar el referéndum. Tanto el Gobierno de España como el de Catalunya saben que la cuestión esencial no es tanto la convocatoria propiamente dicha, sino que su celebración permita que se cuenten los síes y los noes.

Si finalmente se vota y el resultado se puede evaluar en condiciones de relativa normalidad, el independentismo catalán habrá obtenido una victoria indiscutible. Quizás no habrá ganado la guerra, pero habrá librado con éxito una de las batallas más importantes. Si se llega a contar, independientemente del resto de las presumibles irregularidades, el referéndum se habrá convertido en el elemento más dinámico de la actual situación política en Catalunya. Se entrará en una nueva fase.

Para conseguirlo, el presidente de la Generalitat sorteará todos los obstáculos. Ha demostrado que si ha de gobernar contra sectores de su propio partido, lo hace. Si el PDeCAT se desmorona es un lamentable daño colateral. El cese de Baiget, el previo debate en el ejecutivo, las declaraciones de Marta Pascal y el rosario de réplicas en las filas de los independentistas evidencian que, en la estrategia presidencial, el partido de Artur Mas no es una pieza esencial. La CUP ha presionado y mucho para forzar al 'president' a actuar en la forma que lo ha hecho. No era estrictamente necesario. Ha decidido solo, sabiendo que los pasos inmediatos requieren de toda su firmeza. Apurará la celebración del referéndum.

Si finalmente se vota y el resultado se puede evaluar en condiciones, el independentismo catalán habrá obtenido una victoria indiscutible

En función de la respuesta del Gobierno español llamará a la movilización total del pueblo de Catalunya, y, según el alcance de la respuesta, pensará que está en condiciones de negociar o no con el Gobierno de Rajoy. No quedan así, ases en la manga. Todo el juego está al descubierto; se trata ahora de comprobar si el envite surte efecto o no. Se ha apostado todo el capital del que disponen el Gobierno y las fuerzas independentistas catalanas, con la esperanza de que la correlación de fuerzas, hoy adversa, se desplace a su favor. Seguiremos hablando de incidentes múltiples, políticos y judiciales, en las próximas semanas; solo una oferta de negociación que pudiera interpretarse como una victoria de las fuerzas independentistas haría cambiar la decisión de Puigdemont. Al llegar a la Presidencia se comprometió a intentar conseguir la independencia de Catalunya y, aunque les sorprenda, no tiene otra aspiración política que esa.

En mi opinión, el desenlace del 'procés' tendrá un reflejo electoral muy obvio, en la subsiguiente e inevitable celebración de elecciones anticipadas en Catalunya. Será objeto de un futuro artículo, pero adelanto que Esquerra Republicana será, con seguridad, la formación política que más rentabilizará los episodios vividos y los que nos quedan por vivir. Toda estrategia de presente y futuro debería tener en cuenta este hecho fundamental.

En lo personal, con la declaración del Parlament del 9 de octubre de 2015, el nacionalismo catalán cruzó definitivamente el Rubicón. Me consta que para muchos nacionalistas independentistas, los acontecimientos de esta semana señalan su propio Rubicón. Hay que entender con serenidad que se está jugando una compleja partida política ahora ya sin cartas de reserva en la baraja. Para el independentismo nacionalista no hay plan B, no hay plan C, no hay escenario alternativo. La encontrada posición del Gobierno de Rajoy y la dinámica del Gobierno de Puigdemont precipitan el actual 'procés' hacia un desenlace en buena medida imprevisible. Muchos catalanistas pensamos, aunque nos duela, que puestas así las cosas, cuanto antes se escriba el capítulo final de este larguísimo y agotador 'procés', mejor para los ciudadanos de Catalunya.

El presidente Puigdemont sigue imperturbable la hoja de ruta del independentismo catalán. No representa para mí sorpresa alguna. Le conozco desde hace muchos años y sé el designio principal de su dilatado compromiso político: la independencia de Catalunya.

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