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Desde una iglesia que parece una sandwichera hasta un arquitecto indio: seis 'pifias' que afean Madrid
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Miguel Díaz Martín

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Desde una iglesia que parece una sandwichera hasta un arquitecto indio: seis 'pifias' que afean Madrid

Repasamos algunos de los 'disparates' patrimoniales cometidos en la capital a la hora de construir, reformar o efectuar alegres derribos sin pensar en las consecuencias

Foto: Parroquia del Buen Suceso, en la calle de Princesa (Cedida: Archidiócesis de Madrid)
Parroquia del Buen Suceso, en la calle de Princesa (Cedida: Archidiócesis de Madrid)

Hay edificios de Madrid que deprimirían a Antonio Palacios. El insigne arquitecto y urbanista, de cuyo nacimiento celebramos el 150 aniversario, se echaría las manos a la cabeza con algunos de los disparates que se han cometido en la capital a la hora de construir, reformar o efectuar alegres derribos sin pensar en las consecuencias.

Si de afear la ciudad hablamos, muchos evocarán el estrafalario obelisco ‘móvil’ de Santiago Calatrava de la Plaza de Castilla. Situado a la espalda del monumento franquista a José Calvo Sotelo, esta oda a la inutilidad y al despilfarro protagonizó un sainete político-institucional como pocos se recuerdan en la Villa y Corte. La ‘broma’ se saldó con una factura de 14 millones de euros. Pero para demostrar que Calatrava no tiene el monopolio del mal gusto, vamos a seguir el rastro de otros atentados al patrimonio menos conocidos.

Si tomamos el Paseo de la Castellana hasta el número 19, encontraremos la antigua casa-palacio de Pablo del Puerto. Sus cuatro plantas rematadas con torreones decorativos, fachada monumental de simetría armónica y decoración naturalista y clasicista data de 1903 y es obra del arquitecto vizcaíno Miguel de Olabarría y del madrileño Benito González.

El inmueble perdió gran parte de su valor patrimonial en una desafortunada reconversión en oficinas realizada en los años 90 por un desconocido Sham-Saran Mathur. Poco se sabe de este arquitecto indio, más allá de que obtuvo la nacionalidad española en 1979, según el BOE. Su proyecto eliminó la valorada calle central interior que conectaba la entrada de Castellana 19 con los ‘portales’ interiores y con el patio trasero. Hoy solo se conservan la primera crujía y parte de la galería posterior, que se están recuperando -en una transformación mucho más respetuosa- junto a las efigies, esculturas y motivos florales de balcones, cornisas y ventanales.

Los almacenes de rebajas "a duro"

Para hallar la siguiente pifia bajamos hasta la Gran Vía. Imitando las Galerías Lafayette de París, fueron levantados en el número 19 los Almacenes Rodríguez. La fachada con apliques en bronce presentaba acceso a doble altura con siete vanos entre pilastras. Seguía un cuerpo de tres pisos con molduras decorativas y un tercero como antesala del ático-pabellón enmarcado por balaustrada. Tan valorada era la construcción que Alfonso XIII la inauguró en 1921. En plena Guerra Civil, durante el cerco de Madrid, los almacenes mantuvieron su éxito gracias a iniciativas como la Semana del Duro, “escaparate del buen estado de ánimo” que la República pretendía infundir a la población, según el archivo municipal Memoria de Madrid.

placeholder Grabado de los Almacenes Rodríguez. (Cedida)
Grabado de los Almacenes Rodríguez. (Cedida)

Modesto López Otero, arquitecto de la Ciudad Universitaria, el hotel Gran Vía o la sede de La Unión y el Fénix, intervino en el edificio junto a Miguel de los Santos y José Luis Subirana. “Lamentablemente”, según el Ayuntamiento de Madrid, una reforma de Francisco Calero escondió su bella fachada tras un espeso muro cortina en 1975. Esta pantalla sucia y deslucida, aún permite distinguir, a pesar de todo, la fachada original de influencia vienesa y art decó, como descubrió recientemente el geógrafo y urbanista Antonio Giraldo.

Giraldo ha reivindicado otro de los inmuebles desnaturalizados de la ciudad: el bloque comercial de la Plaza de Jacinto Benavente. Conocido como el edificio del Centro Gallego, esta mole rectilínea abandera el feísmo inmobiliario por el impacto de su estilo moderno en un entorno de corte histórico. El mayor problema, sin embargo, lo constituyen la cantidad de avíos -toldos, climatizadores, cerramientos, carteles y hasta una bandera pirata- que lo invaden. Estos desvalorizan el diseño racionalista-funcionalista de Luis Cubillo Arriaga, aumentando la degradación de una de las plazas más hostiles al peatón y peor tratadas del centro.

Dos iglesias, dos desastres

En Madrid, los pecados arquitectónicos también se cometen en nombre de Dios. Así ocurrió con la Iglesia y Hospital del Buen Suceso (s. XV), derribados por ‘estorbar’ la ampliación de la Puerta del Sol. Le sucedió un segundo conjunto en la calle Princesa realizado por Agustín Ortiz de Villajos, autor del Circo Price o del Teatro María Guerrero. Villajos homenajeó al santuario primigenio con un estilo tradicional en piedra blanca y berroqueña que destacó por el campanil sobre pilastras de la entrada y por la cúpula sostenida por arcos torales ojivales. El arquitecto diseñó incluso la decoración floral y geométrica de cornisas, arcos y dinteles, así como el mobiliario, de acuerdo al Instituto de Estudios Madrileños.

placeholder Iglesia del Buen Suceso, en la calle de la Princesa, tras los bombardeos de la Guerra Civil. (Cedida: Biblioteca Digital HIspánica)
Iglesia del Buen Suceso, en la calle de la Princesa, tras los bombardeos de la Guerra Civil. (Cedida: Biblioteca Digital HIspánica)

Los bombardeos sobre la iglesia-hospital durante la Guerra Civil dieron a la dictadura la excusa perfecta para meter la piqueta en los años 70. Sus sillares y dovelas acabaron en el Monte del Pardo, como certificó la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en un informe de 2022. Los promotores del solar construyeron en su lugar un complejo de viviendas al que adosaron una iglesia futurista. El ágora octogonal sobre zócalo cuadrangular y la fachada de acero inoxidable y celosía horizontal corrida arrasaron por completo la estética del bulevar de Princesa. Los vecinos la bautizaron inmisericordemente como Nuestra Señora de Magefesa por el parecido que todavía conserva con una olla exprés o con una sandwichera.

No menos decepcionante, aunque mucho menor en escala, es el recrecido que se practicó en el Convento de las Madres Clarisas Franciscanas de Carabanchel. En un inexplicable atentado contra el patrimonio del distrito, los propietarios crearon una ruda tercera planta en ladrillo naranja con cubierta plana sobre el ala norte. El añadido rompe por completo la unidad neomudéjar, reflejada en ventanas bajo arcos apuntados y tejados a dos aguas.

El esperpento del Prado

Como guinda a este muestrario reservamos el proyecto que Emilio Ambasz trató de sacar adelante frente al Museo del Prado. El arquitecto argentino proyectó en pleno Triángulo del Arte, sobre los terrenos de un edificio institucional de la II República, un Museo de la Arquitectura de cinco plantas con fachada blanca y doble cubierta vegetal muy alejado de la concepción del Paseo del Prado, cuya candidatura ya optaba entonces al reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en la categoría de paisaje cultural.

placeholder Un proyecto para el Museo del Prado de Ambasz. (Cedida)
Un proyecto para el Museo del Prado de Ambasz. (Cedida)

La idea de Ambasz fue apoyada por la alcaldesa saliente, Ana Botella, que regaló el espacio por un período de 75 años. Su sucesora, Manuela Carmena, ordenó revocar la cesión del solar sin pensárselo dos veces, lo que desató una pelea de informes y amenazas cruzadas en la que intervinieron el propio Ambasz, los técnicos de Patrimonio Histórico, la Comunidad de Madrid, el Colegio de Arquitectos y la Real Academia de Bellas Artes de Fernando. Por el camino, el edificio llegó a ser okupado, lo que enredó aún más la discusión. Finalmente, y a pesar de los cambios sobre la propuesta original, el Ayuntamiento tumbó definitivamente la idea y el Paseo del Prado se conservó tal y como lo caminamos hoy.

Hay edificios de Madrid que deprimirían a Antonio Palacios. El insigne arquitecto y urbanista, de cuyo nacimiento celebramos el 150 aniversario, se echaría las manos a la cabeza con algunos de los disparates que se han cometido en la capital a la hora de construir, reformar o efectuar alegres derribos sin pensar en las consecuencias.

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