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La cofradía de los santos inocentes de los EREs
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Javier Caraballo

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La cofradía de los santos inocentes de los EREs

Muy pocos días antes de que a Francisco Javier Guerrero, el  director general que gestionó la mayor parte del ‘fondo de reptiles’ de la Junta de

Muy pocos días antes de que a Francisco Javier Guerrero, el  director general que gestionó la mayor parte del ‘fondo de reptiles’ de la Junta de Andalucía, diera con sus huesos en la cárcel, donde aún permanece, sus amigos charlaban con él extrañados de la enorme tranquilidad con la que afrontaba la cita con la juez del caso, Mercedes Alaya. Uno de ellos lo explicaba: “No está preocupado porque piensa que es imposible que vaya a la cárcel; simplemente cree que no ha cometido ningún delito”.

Guerrero, que está imputado de un abanico de delitos de prevaricación, cohecho, malversación de caudales públicos y falsedad documental; Guerrero, que hasta metió de intrusa a su suegra en una de dos pólizas de prejubilación, mantiene, sin embargo, con una sonrisa, que nada malo ha hecho. Y lo ha vuelto a repetir esta semana, cuando se ha definido ante la comisión parlamentaria como “un simple gestor público” que ha prestado sus servicios con “muchas horas de trabajo, con dedicación”. En suma, “creo que me he dedicado con bastante brillantez a mi labor”, acabó diciendo.

El caso de Guerrero, sin embargo, no es único. Junto a él, muchos otros imputados repiten y repiten, como en estos últimos días, que están “injustamente procesados” y que no tienen conciencia “de haber cometido ni conocido ningún delito” cuando gestionaban esos fondos millonarios de Empleo que la Junta de Andalucía despilfarró. Hubo un intruso que, cuando el periodista pionero en la investigación de esa trama, Sebastián Torres, lo localizó en un pueblo de Jaén y le preguntó por su prejubilación en una empresa de Sevilla, le contestó, ufano, “sí, yo estoy en ese ERE, ¿y qué problema hay?”. A lo que el periodista, con sorna, le contestó, “si obviamos el detalle de que usted nunca ha trabajado en esa empresa, ningún problema, no, ninguno…”.

Ese tipo en cuestión era un sindicalista de Jaén que veía normal que la Junta de Andalucía le compensara sus años de liberado con una prejubilación en una empresa que jamás había pisado. Desde el director general, y mucho más arriba en el Gobierno andaluz, hasta el sindicalista o la suegra, todos piensan que han actuado correctamente

Ese tipo en cuestión, el intruso, era un sindicalista de Jaén que, sencillamente, veía normal que la Junta de Andalucía le compensara sus años de liberado con una prejubilación en una empresa que jamás había pisado. Desde el director general, y mucho más arriba en el Gobierno andaluz, hasta el sindicalista o la suegra, todos piensan que han actuado correctamente; la cofradía de los santos inocentes de los EREs.

¿Cinismo?; ¿desvergüenza? De todo eso hay, es evidente, como también se detecta en cada reacción la soberbia y la sensación de impunidad que se extiende cuando un partido se hace régimen a lo largo de varias décadas de gobierno, como ha ocurrido con el PSOE en Andalucía. Pero más allá de esas explicaciones, entre jueces y fiscales que han investigado los delitos de corrupción política es corriente escuchar que en los delitos de ‘guante blanco’ es casi imposible encontrar a un individuo que admita su culpa y asuma la fechoría cometida.

Los delincuentes de alto rango, digamos, jamás admiten el delito y lo normal es que, en cuanto se les ponga un micrófono delante, lo aprovechen para dar lecciones de democracia, de ética y de servicio público. Todo lo contrario de lo que ocurre con el delito común, quizás porque, explican, en el lumpen el delincuente tiene asumida su condición; la Policía los sorprende con un alijo de droga o a la salida de un atraco, y se van derechos a la trena sin rechistar más que por la mala suerte de que los hayan pillado in fraganti.

Podemos concluir, por tanto, que si el objetivo fundamental de una comisión de investigación es determinar responsabilidades políticas, nada cabe esperar de ésta que se celebra en el Parlamento de Andalucía. Eso, claro, al margen de que, como ha quedado de manifiesto, la única pretensión del PSOE andaluz, que no admitía comisiones de investigación desde hacía 17 años, ha sido la de salvar del compromiso a su socio de gobierno, Izquierda Unida, y, de paso, poner el ventilador para intentar que las sospechas salpiquen a diestro y siniestro. Nada se ha investigado y ninguna responsabilidad se va a asumir. Sólo nos queda el desparpajo de todos los que forman esa cofradía de inocentes de la trama de los EREs que, al menos, nos podían hacer el favor de ahorrarnos las lecciones de moral. Que ya está bien…

Muy pocos días antes de que a Francisco Javier Guerrero, el  director general que gestionó la mayor parte del ‘fondo de reptiles’ de la Junta de Andalucía, diera con sus huesos en la cárcel, donde aún permanece, sus amigos charlaban con él extrañados de la enorme tranquilidad con la que afrontaba la cita con la juez del caso, Mercedes Alaya. Uno de ellos lo explicaba: “No está preocupado porque piensa que es imposible que vaya a la cárcel; simplemente cree que no ha cometido ningún delito”.