Es noticia
Fueros vascos: el debate prohibido, el cinismo consentido
  1. España
  2. Matacán
Javier Caraballo

Matacán

Por

Fueros vascos: el debate prohibido, el cinismo consentido

La unanimidad en política es, en muchas ocasiones, señal evidente de un pasteleo insoportable. Sobre todo aquí, en España, donde el sectarismo partidario es la seña

La unanimidad en política es, en muchas ocasiones, señal evidente de un pasteleo insoportable. Sobre todo aquí, en España, donde el sectarismo partidario es la seña de identidad más sobresaliente del comportamiento político. Es tanto el afán de distanciarse del adversario, de no darle la razón jamás, que cuando se alcanzan unanimidades siempre suele existir un interés oculto detrás, un reparto de cuotas, de cargos o similar. O un beneficio económico o un privilegio para la comunidad a la que se defiende. Lo podemos ver ahora, estos días: llegan unas elecciones en Euskadi y ya podemos tener claro que se someterán a debate todos los temas menos uno, los fueros vascos.

Que se recuerde, sólo UPyD se comprometió en una ocasión a incluir en su programa electoral la derogación de los fueros, pero ni el asunto trascendió de alguna entrevista de prensa ni nadie ha tenido la más mínima intención de rescatarlo, al menos, como mera reflexión, como duda histórica (¿tiene sentido seguir manteniendo unos privilegios medievales en la Europa unificada?) o como dilema de actualidad (¿no convendría asentar el modelo autonómico español en un sistema más igualitario de financiación, que es, quizá, la principal distorsión de ese sistema?). Pues no, se mantiene el silencio, se mantiene el privilegio, y con el cinismo habitual se pone de relieve que, a pesar de la crisis económica, las finanzas del País Vasco nada tienen que ver con las del conjunto de España ni con las de otras autonomías, como si no fuese evidente que esa prosperidad no sería tal si Euskadi no hubiera dispuesto en todos estos años de más financiación y más recursos que cualquier otra región española.

Es evidente que esa prosperidad no sería tal si el País Vasco no hubiera dispuesto en todos estos años de más financiación y más recursos que cualquier otra región española

No son palabras al viento; hasta el BBVA, en su estudio ‘Las balanzas fiscales de las comunidades autónomas con la Administración Pública Central 1991-2005’ acabó concluyendo que las regiones más ricas en España eran las que más aportaban a la solidaridad interregional, y que, por tanto, tenían balanzas fiscales negativas, a excepción del País Vasco y Navarra, que presentan en ese periodo balanzas fiscales positivas, pese a su mayor nivel de renta. La Fundación BBVA, que elaboró ese informe, lo llamaba “anomalía”, y nunca se le pudo poner un mejor calificativo a la realidad de los fueros vasco y navarro. La anomalía, convertida en costumbre en España, realidad incontrovertible.

En toda España hubo reinos y fueros medievales que fueron desapareciendo progresivamente cuando la Corona de Castilla fue consolidando los pilares de un Estado moderno. Si en el País Vasco y en Navarra se han perpetuado no ha sido por razones históricas; lo han hecho para comprar voluntades. Primero, a finales del siglo XIX, para acallar a los carlistas, un movimiento monárquico profundamente reaccionario. Al final de la Guerra Civil, con Franco en el poder, para premiar a las provincias vasco-navarras (Álava y Navarra) que participaron del golpe de estado contra la República. Y ahora, con la democracia, en la Constitución de 1978, para contentar al nacionalismo vasco y con la pretensión baldía de acabar con ETA, de acallar las exigencias soberanistas.

Eso ha sido así hasta ahora, pero, llegados al momento en que vivimos, existen más motivos que nunca para acabar con esa inercia. En primer lugar, porque mientras que España tenga enquistada esa anomalía, no habrá posibilidad alguna de hacer del Estado autonómico un modelo territorial estable. Más bien al contrario, las tensiones irán en aumento, porque otras comunidades buscarán privilegios idénticos por caminos distintos, como Cataluña con el ‘pacto fiscal’ o Andalucía con la reivindicación de cuotas de financiación diferenciadas, como contempla su Estatuto.

Y, en segundo lugar, porque en lo que nadie parece haber reparado es en el desastre que se avecina cuando, tras las próximas elecciones en Euskadi, los reaccionarios de Bildu se asienten en la mayoría de las instituciones vascas y tengan, para uso y disfrute de sus despropósitos conocidos, el privilegio de contar con el caudal de ingresos propios que garantizan los fueros. Inestabilidad territorial y radicales fortalecidos; dos razones más que suficientes para que, de una vez por todas, se le ponga fin a esa anomalía que se mantiene entre el silencio de muchos y el cinismo de unos pocos.

La unanimidad en política es, en muchas ocasiones, señal evidente de un pasteleo insoportable. Sobre todo aquí, en España, donde el sectarismo partidario es la seña de identidad más sobresaliente del comportamiento político. Es tanto el afán de distanciarse del adversario, de no darle la razón jamás, que cuando se alcanzan unanimidades siempre suele existir un interés oculto detrás, un reparto de cuotas, de cargos o similar. O un beneficio económico o un privilegio para la comunidad a la que se defiende. Lo podemos ver ahora, estos días: llegan unas elecciones en Euskadi y ya podemos tener claro que se someterán a debate todos los temas menos uno, los fueros vascos.