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La insoportable levedad de Griñán
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Javier Caraballo

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La insoportable levedad de Griñán

Treinta años lleva José Antonio Griñán en un despacho público, pero sólo es ahora, en el epílogo de su vida política, cuando este hombre ha cobrado

Treinta años lleva José Antonio Griñán en un despacho público, pero sólo es ahora, en el epílogo de su vida política, cuando este hombre ha cobrado un protagonismo que ni él mismo imaginaba. No es que se haya convertido, como han defendido los suyos incluso en público, en la esperanza de la izquierda europea junto a François Hollande, pero sí es verdad que, con el lehendakari López a punto de dejar el Gobierno vasco, Griñán es ahora la principal referencia de gestión pública del socialismo español. Por eso ha pasado del gris al negro, al negro sobre blanco, y se hace notar como nunca antes en su vida política. 

Cuando esto ocurre en la vida, el riesgo que se corre siempre es el de la gastada anécdota del marqués sevillano que fue alcalde para disgusto de su familia (“hasta ahora sólo nosotros sabíamos cómo era; ahora se va a entrar toda España”), y el presidente Griñán, que en treinta años se había labrado una extendida imagen de gestor serio, prudente y discreto, ha roto todos los esquemas con una espiral de declaraciones desconcertantes. ¿Puede un líder político, por ejemplo, preguntarse en un acto público si ”es que no es lo mismo un espermatozoide que un óvulo” para ganarse el favor del feminismo militante? Parece claro que, incluso en esos momentos de euforia mitinera, decir ciertas cosas supone llegar demasiado lejos. Porque, salvo a un grupo de desatadas feministas de salón, lo que conseguirá será provocar una sonora carcajada en la mayoría de las mujeres y hombres razonables, incluso de su electorado.

La realidad andaluza, y la de otras comunidades autónomas, deja poco margen para la ficción. Y hasta las ocurrencias de Griñán, envuelto en un manto de levedad, dejan de ser divertidas

La cuestión, sin embargo, es que el presidente andaluz, en vez de revisar la efervescencia de sus discursos, cada vez parece más decidido a profundizar en esa deriva. Y, claro, si el asunto de fondo son los óvulos y los espermatozoides, el invento no pasa de un mero chascarrillo, pero el problema se plantea cuando esa futilidad se traslada a asuntos de mayor calado como las finanzas de una comunidad como la andaluza. Vamos a ver, lo que desde hace ya mucho tiempo es vox populi en Andalucía, es que la situación financiera de la administración autonómica es de quiebra técnica en muchas de sus áreas. Se negará, se desmentirá y, en todo momento, se camuflará, pero los datos que van surgiendo periódicamente no dejan lugar a dudas. Ya sean las cifras globales que colocan a Andalucía a la cabeza de los listados que se realizan de administraciones morosas por volumen de deuda y por retraso en el pago a proveedores, o ya sea por el goteo de sorpresas presupuestarias que surgen a diario, como la anulación ahora de ayudas y subvenciones a la creación de empleo por falta de liquidez en las arcas públicas. 

¿Es normal, por tanto, que la Junta de Andalucía, como ha ocurrido, se vea abocada al rescate? Sí, pero que nadie espere que el presidente Griñán admita abiertamente la situación crítica y que asuma los errores de gestión cometidos y el despilfarro sostenido en todo este tiempo. No, lo que viene haciendo Griñán desde hace ya meses, desde que volvió a la Presidencia de la Junta de Andalucía en las últimas elecciones autonómicas gracias al apoyo de Izquierda Unida, ha sido preparar un discurso exculpatorio, primero contra el concepto de déficit en sí mismo y, posteriormente, contra el Gobierno del PP y contra las entidades financieras. Es como si dijeran, ‘Andalucía va a pedir un rescate, sí, pero es porque la han abocado a ello no porque se encuentre en una situación crítica’. Así de fácil; así se convierte una situación de ruina en una administración pública en un elemento de recarga ideológica.

El único problema de esa estrategia es cuando alguien se detiene a analizar algunas de las cosas que se dicen; algunas de las frases lapidarias que ha ido soltando el presidente Griñán en ese camino exculpatorio hacia el rescate andaluz. Por ejemplo, ya en su discurso de investidura dejó dicho que “el déficit cero es un prejuicio ideológico". Siguió semanas más tarde con el argumento de que las administraciones públicas “tenemos un problema de déficit porque hemos socializado las deudas, incluidas las de los bancos”.  Y ahora, finalmente, asegura que si Andalucía pide el rescate es porque “se han cerrado los mercados financieros para las autonomías” a consecuencia de la política del Gobierno de la nación. Un ‘prejuicio ideológico’, dice, como si se tratara de un concepto abstracto, virtual, que nada influye en la contabilidad de una sociedad o de una administración. Impresionante, sí. 

¿Y qué decir de lo segundo, eso de que “hemos socializado las deudas, incluidas las de los bancos”? ¿Ese es el problema del gasto desbordado de las administraciones? Como si los mayores desastres de la banca en España no se hubieran dado, precisamente, en las cajas de ahorro controladas por los partidos políticos. Se trata de colocar el ‘ogro de los mercados’ y el ‘ogro del PP’, juntos, como causantes del rescate autonómico, sin más. Pero los ogros, como sabemos, sólo aparecen en los cuentos; la realidad andaluza, y la de otras comunidades autónomas, deja poco margen para la ficción. Y hasta las ocurrencias de Griñán, envuelto en un manto de levedad, dejan de ser divertidas.

Treinta años lleva José Antonio Griñán en un despacho público, pero sólo es ahora, en el epílogo de su vida política, cuando este hombre ha cobrado un protagonismo que ni él mismo imaginaba. No es que se haya convertido, como han defendido los suyos incluso en público, en la esperanza de la izquierda europea junto a François Hollande, pero sí es verdad que, con el lehendakari López a punto de dejar el Gobierno vasco, Griñán es ahora la principal referencia de gestión pública del socialismo español. Por eso ha pasado del gris al negro, al negro sobre blanco, y se hace notar como nunca antes en su vida política. 

José Antonio Griñán