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Impuestos europeos, burocracia africana
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Javier Caraballo

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Impuestos europeos, burocracia africana

En las leyes de Murphy ya se advierte la endiablada espiral en la que suelen quedar atrapadas muchas veces las personas y las sociedades: “No hay

En las leyes de Murphy ya se advierte la endiablada espiral en la que suelen quedar atrapadas muchas veces las personas y las sociedades: “No hay problema que no pueda resolverse sin crear otros. Pero pueden crearse muchos problemas sin resolver ninguno”. Esa máxima, a ver, se sigue aquí a pie juntillas sin posibilidad alguna de torcer una dinámica que puede remontarse a siglos o a décadas. Lo que ocurre, por ejemplo, con el drama del empleo en España. Nadie podría entenderlo sin asomarse a las dificultades laberínticas en las que se enreda cualquiera que tenga una idea para montar una empresa; nadie se explicaría la anomalía del paro español, con tasas de desempleo que hasta pueden llegar a multiplicar por cinco a las existentes en los países vecinos, sin experimentar la frustración de crearse un autoempleo. Imposible, desesperante.

El por qué de todo está ahí, en la desconsideración general que se tiene en España a la creación de empleo y en la penalización constante, con trabas, con impagos, con impuestos, de aquellos que intentan progresar, más allá, mucho más allá, de las listas de desempleo. El país que más paro tiene de Europa es, a su vez, el país en el que es más complicado crear empleo; no es una contradicción, es la explicación de lo que nos ocurre.

Hastiados como estamos de estadísticas sobre la crisis, apenas reparamos hace unos días en el estudio del Banco Mundial que situaba a España en el puesto 136 de una lista que comparaba las facilidades que existen en cada uno de los países analizados para la creación de una empresa. De un total de 185 países, España estaba a la cola, por debajo incluso de Burundi, Tanzania o Zambia. Y eso que los datos que se ofrecían en ese informe son abiertamente sospechosos, porque, por ejemplo, se afirmaba que en España sólo son necesarios 10 trámites y 28 días para crear una empresa. ¡Diez trámites y menos de un mes! Si fuera eso, si sólo fuera eso, si en ocasiones el trámite para abrir un negocio no se alargase durante meses, no habría problema alguno del que hablar. La realidad, sí, debe ser peor y, en cualquier caso, lo llamativo es pensar en las paralelas que se trazan a raíz de ese informe.

Porque, de la misma forma que se constata que la burocracia es más pegajosa e intrincada que en muchos países africanos, la carga fiscal con la que se graba al que pretende crear una empresa o, incluso, un autoempleo, sí que se asemeja, o incluso supera, a la de muchos países desarrollados. Burocracia africana, pues, con impuestos europeos. Que ya veremos cómo acaban el año miles y empresarios y de autónomos después de la última subida de IRPF y de IVA, aprobada en agosto.

El absurdo se completa con la espiral de impagos en la que, irremediablemente, se verán atrapados muchos empresarios, sobre todo pequeños empresarios y autónomos, por la morosidad de los gobiernos. Con el peso que tiene la administración pública en España, en especial en algunas regiones como Andalucía, esa constate de impagos conduce a la quiebra diaria de alguna empresa. Los últimos datos que han ofrecido los autónomos, además, demuestran que aquí los vicios se perpetúan, que no es verdad que las administraciones hayan aprendido la lección de la austeridad. Incluso después de la aplicación del Plan de pago a Proveedores, que se dotó con 27.000 millones de euros, se siguen acumulando impagos por parte de las administraciones públicas hasta los cinco mil millones de euros que ya se deben de nuevo.  En junio pasado se debían 4.800 millones y en octubre esa cifra ha crecido hasta los 5.000 millones de euros, como acaba de poner de manifiesto la Federación de Trabajadores Autónomos (ATA).

En las leyes de Murphy ya se advierte la endiablada espiral en la que suelen quedar atrapadas muchas veces las personas y las sociedades: “No hay problema que no pueda resolverse sin crear otros. Pero pueden crearse muchos problemas sin resolver ninguno”. Esa máxima, a ver, se sigue aquí a pie juntillas sin posibilidad alguna de torcer una dinámica que puede remontarse a siglos o a décadas. Lo que ocurre, por ejemplo, con el drama del empleo en España. Nadie podría entenderlo sin asomarse a las dificultades laberínticas en las que se enreda cualquiera que tenga una idea para montar una empresa; nadie se explicaría la anomalía del paro español, con tasas de desempleo que hasta pueden llegar a multiplicar por cinco a las existentes en los países vecinos, sin experimentar la frustración de crearse un autoempleo. Imposible, desesperante.