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El rescate a hostias
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Javier Caraballo

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El rescate a hostias

Una distinguida autoridad del Estado contaba jocosa hace unos días, en la sobremesa de una comida cualquiera, el impacto que le produjo la asistencia a un

Una distinguida autoridad del Estado contaba jocosa hace unos días, en la sobremesa de una comida cualquiera, el impacto que le produjo la asistencia a un concierto de la Banda de Guerra de la Legión, con motivo de no sé qué aniversario. Llegó el hombre al concierto, ocupó su asiento en las primeras filas junto al resto de autoridades, y cuando el director bajó la batuta sólo pudo contener la emoción que recorrió todo su cuerpo, como un escalofrío. Rossini, Mozart… Pocas veces había oído una interpretación más fiel, más medida, más sensible. Todos sus prejuicios, todas sus mofas previas, se desmoronaban ante el espectáculo inesperado de aquella maravilla. Al finalizar la primera parte del concierto, giró la cabeza para sincerarse con un alto mando de la Legión, que asistía al concierto en la butaca de al lado. “¡Sublime!”,  exclamó aún emocionado. A lo que el militar en cuestión contestó, con media sonrisa: “Son buenos, ¿verdad? Pues a base de hostias han aprendido...”

Se hable con quien se hable, no existe otra sensación que ésa entre el personal. Por muchos debates teóricos que se mantengan, por muchos malabares macroeconómicos que se realicen, al final el peso mayor de la crisis económica y de sus consecuencias está recayendo sobre las espaldas del ciudadano medio

La boutade, que le sirve a los legionarios para mantener en el imaginario el perfil grueso que les convierte en leyenda, surgió en plena discusión, no de ninguna filarmónica, sino de la crisis económica y los recortes presupuestarios que se han impuesto por todos lados. “Lo que quiero decir –añadió, tras contar la anécdota del concierto- es que todo el mundo se está preguntando si España va a pedir el rescate a la Unión Europea y nadie parece darse cuenta de que el Gobierno de Rajoy ha decidido solucionarlo de otra forma, a hostias… Rebajan los sueldos, aumentan los impuestos, las Administraciones no le pagan a nadie, suprimen pagas extras, paralizan todas las obras públicas… Ni una alegría para nadie, todos tiesos. ¿Para qué va a pedir el rescate si lo están arreglando a hostias, como los de la Legión?”

El rescate a hostias. Desde luego, lo que nadie negará es que una expresión así, abrupta, encaja perfectamente con lo que se piensa, lo que se palpa en la calle. Se hable con quien se hable, no existe otra sensación que esa entre el personal. Por muchos debates teóricos que se mantengan, por muchos malabares macroeconómicos que se realicen, al final el peso mayor de la crisis económica y de sus consecuencias está recayendo sobre las espaldas del ciudadano medio. El sacrificio y las privaciones que se le exigen, y se le imponen, no tiene correspondencia alguna con los mínimos recortes realizados, por ejemplo, en la inmensa burocracia política de España. Autónomos y emprendedores fritos a impuestos, funcionarios de carrera a los que le rebajan el sueldo para mantener una corte de asesores, trabajadores precarios con derechos precarios que tiemblan cuando piensan en un despido. En la calle, sí, se mastica un cabreo sordo.

El estallido, en estos días, de la polémica de los desahucios debe guardar una relación directa con ese estado de cosas. Una mujer, un hombre, se arrojan por el balcón cuando oyen llegar a los policías que van a echarlos de su casa y es toda la sociedad la que se ve reflejada en esa tragedia, en esa derrota. Porque sienten que ya no pueden más, porque se rebelan ante una situación que sólo se percibe como una inmensa injusticia. Sin más. Quiere decirse, en definitiva, que ahora que los partidos han decidido consensuar y frenar esta oleada social contra los desahucios, harían bien en pensar que no se trata sólo del problema de la vivienda en cientos de miles de personas en España, sino que ese debate pertenece a un malestar mayor, generalizado. Y que es urgente, sin más aplazamientos, comenzar a enviar a la ciudadanía señales inequívocas de compensación que vayan en la dirección contraria a la actual. La crisis económica puede convertirse en un círculo vicioso si la calle no recupera el optimismo, la esperanza en que se puede salir de esta. Sin consumo, no hay salidas. Sin confianza, no hay salidas. Sin la gente, no hay salidas. El rescate a hostias no vale.   

Una distinguida autoridad del Estado contaba jocosa hace unos días, en la sobremesa de una comida cualquiera, el impacto que le produjo la asistencia a un concierto de la Banda de Guerra de la Legión, con motivo de no sé qué aniversario. Llegó el hombre al concierto, ocupó su asiento en las primeras filas junto al resto de autoridades, y cuando el director bajó la batuta sólo pudo contener la emoción que recorrió todo su cuerpo, como un escalofrío. Rossini, Mozart… Pocas veces había oído una interpretación más fiel, más medida, más sensible. Todos sus prejuicios, todas sus mofas previas, se desmoronaban ante el espectáculo inesperado de aquella maravilla. Al finalizar la primera parte del concierto, giró la cabeza para sincerarse con un alto mando de la Legión, que asistía al concierto en la butaca de al lado. “¡Sublime!”,  exclamó aún emocionado. A lo que el militar en cuestión contestó, con media sonrisa: “Son buenos, ¿verdad? Pues a base de hostias han aprendido...”