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¿Juegos Olímpicos? Otro robo
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Javier Caraballo

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¿Juegos Olímpicos? Otro robo

“Un frío espantoso”. Lo dijo el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, tras su breve discurso de saludo y apoyo a los Juegos que persigue Madrid para

“Un frío espantoso”. Lo dijo el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, tras su breve discurso de saludo y apoyo a los Juegos que persigue Madrid para 2020, y parecía que no se refería al tiempo. “Me voy, que hace un frío espantoso”, dijo con el pelo revuelo por el frio gélido del Madrid festivo de ayer lunes. Lo decía por el tiempo, pero cualquiera podría pensar que el presidente se sobrecogía por el repelús que provocaría en cualquiera el aluvión de críticas ácidas, desabridas, indignadas, que ha levantado por todas partes la nueva intentona, la tercera, de la capital de España para acoger unos Juegos Olímpicos. No había red social ni medio de comunicación, y en eso era un buen ejemplo las reacciones que se podían leer aquí, en El Confidencial, en los que la noticia de la llegada de la comisión de evaluación del COI no hubiera despertado un alud de protestas. “¿Los Juegos? Otro robo”. Al personal no le hacían falta más explicaciones. La sola mención de la propuesta provoca la respuesta inmediata, que no es otra que la desconfianza profunda que levantan esas iniciativas a estas alturas de la crisis, con estos niveles de corrupción política.

Hay ejemplos de Juegos con balance positivos en todos los sentidos, aunque el debate, de forma general, es tan impreciso e indemostrable que todo acaba en un cruce de datos infinitoComo en todas las reacciones viscerales, y éstas lo son desde luego, existen dosis elevadas de irracionalidad y demagogia en los planteamientos que se hacen contra la propuesta de los Juegos Olímpicos de Madrid, pero parece evidente que lo que fluye es un fenómeno creciente que se detecta a pie de calle, la indignación de la gente que está asfixiada y que ha dejado de pensar hace mucho tiempo que la solución de sus problemas puede venir desde la clase política, a la que hace culpable de sus males. Todavía más si, como ocurre en España, cada vez que se habla de la crisis,los análisis se remontan a la época de ‘vacas gordas’ y despilfarro y esa época tiene, precisamente, como estandarte primero los fastos del 92, con los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla. El esquema mental es inevitable, si aquellas celebraciones nos llevaron, al final, a esta quiebra económica, social y financiera, ¿qué pretenden, repetir otra vez la misma jugada?

De todas formas, descartado el debate visceral, lo que nadie en su sano juicio puede negar es que un acontecimiento de esa naturaleza, bien gestionado, supone un buen negocio para todo un país. La candidatura de Madrid cuenta, además, con la innegable ventaja de que la mayoría de las infraestructuras ya se han construido y que la inversión prevista no se iría más allá de los 1.600 millones de euros, una cantidad que está muy por debajo, casi la mitad, de los presupuestos que se presentaron en otras ciudades. Sostienen, en contra, quienes se oponen al proyecto que, en realidad, los presupuestos nunca se cumplen, no sólo en España, y ponen como ejemplo que la mayoría de los Juegos Olímpicos celebrados hasta el momento han duplicado, como poco, sus costes iniciales y que el remanente de ganancias se diluye luego en un intangible de teóricos beneficios a largo plazo. Pero también en este caso, hay ejemplos de Juegos Olímpicos con balance positivos en todos los sentidos, aunque el debate, de forma general, es tan impreciso e indemostrable que todo acaba en un cruce de datos infinito.

Con todo lo expuesto, de lo único que podemos extraer conclusiones ahora es de lo poco palpable que tenemos al alcance. Por un lado, el gran vendaval de protestas y escepticismo que ha levantado la presencia en Madrid de los miembros del COI y la inmediata relación que se ha establecido con la corrupción y con el despilfarro. Y por otro lado, la esperanza de que los Juegos Olímpicos de Madrid 2020 puedan ser una buena ocasión para impulsar el despegue de España, tras la crisis económica. Entre una y otra, la certeza de que el personal no está ya para ni una sola equivocación más, ni una sola frivolidad más, con dinero público. Si los responsables de esos Juegos futuros no son capaces de asentar esa idea, si no son capaces de convencer, la protesta irá creciendo al ritmo de cada recorte nuevo que se produzca. Quiere decirse, en fin, que la primera prueba de la candidatura no estará en el tartán de ningún estadio; está en la calle, en las aceras. Se llama desconfianza, se llama cabreo.

“Un frío espantoso”. Lo dijo el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, tras su breve discurso de saludo y apoyo a los Juegos que persigue Madrid para 2020, y parecía que no se refería al tiempo. “Me voy, que hace un frío espantoso”, dijo con el pelo revuelo por el frio gélido del Madrid festivo de ayer lunes. Lo decía por el tiempo, pero cualquiera podría pensar que el presidente se sobrecogía por el repelús que provocaría en cualquiera el aluvión de críticas ácidas, desabridas, indignadas, que ha levantado por todas partes la nueva intentona, la tercera, de la capital de España para acoger unos Juegos Olímpicos. No había red social ni medio de comunicación, y en eso era un buen ejemplo las reacciones que se podían leer aquí, en El Confidencial, en los que la noticia de la llegada de la comisión de evaluación del COI no hubiera despertado un alud de protestas. “¿Los Juegos? Otro robo”. Al personal no le hacían falta más explicaciones. La sola mención de la propuesta provoca la respuesta inmediata, que no es otra que la desconfianza profunda que levantan esas iniciativas a estas alturas de la crisis, con estos niveles de corrupción política.

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