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Llamadme Griñán ‘Seisdedos’
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Javier Caraballo

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Llamadme Griñán ‘Seisdedos’

Las manos ásperas, encalladas, quemadas por el sol. Una gorra ajustada que le frunce el ceño, las uñas negras y un palillo entre los dientes. Tiene

Las manos ásperas, encalladas, quemadas por el sol. Una gorra ajustada que le frunce el ceño, las uñas negras y un palillo entre los dientes. Tiene los zapatos con la suela rota y el pantalón raído se lo ha atado a la cintura con la guita de las pacas de paja del cortijo del señorito. Están allí, en la plaza del pueblo, esperando que el capataz los contrate para unas peonadas en el algodón, el garbanzo o las aceitunas... Están allí los jornaleros del hambre, apoyados en una pared de cal, esperando una limosna para que esa noche las bocas tengan algo más que roer que unos mendrugos de pan duro. La Andalucía pobre, subdesarrollada, de hambruna y niños desnudos corriendo por las calles...

Cualquiera que hubiese llegado a España estos días, hoy mismo, cuando el Gobierno andaluz apruebe en su reunión semanal su decreto de urgencia para garantizar tres comidas diarias a los niños andaluces, pensaría que la situación de esta región sigue estancada en la miseria de hace un siglo. La Andalucía de la Segunda República; la Andalucía de la 'Mano Negra' y de la masacre de Casas Viejas. Porque, qué otra imagen transmite un Gobierno que pone todo el acento en el discurso político del hambre de los niños, que emplea toda su maquinaria de difusión, semana tras semana, en esa estampa deformada de la realidad. Que ya sólo falta que una mañana, el presidente de la Junta se levante decidido a darle un vuelco definitivo a su imagen: “Llamadme Griñán Seisdedos”.

Es tan acusada la deriva ideológica que la Junta de Andalucía, en su versión actual del PSOE hegemónico unido a la Izquierda Unida más panfletaria que ha existido, ha decidido acelerar el desgaste del Gobierno del Partido Popular con esas medidas que trasmiten una imagen de la región que nada tiene que con la realidad. En Andalucía los niños no pasan hambre. Punto. Existen, y de eso sabe Cáritas y otras muchas organizaciones sociales, miles de familias en estado de extrema necesidad, que se han multiplicado exponencialmente desde el comienzo de la crisis. Pero ni las situaciones de pobreza severa se detectan sólo en Andalucía, ni hace falta que el Gobierno andaluz se dedique a dar platos de comida porque de eso ya se encargan todas esas organizaciones, la mayoría de ellas religiosas, sin que jamás hayan alardeado de sus comedores sociales. No hay repugnancia mayor que esta de contemplar que, para algunos, la política no se detiene ante nada y se hace demagogia hasta con el hambre de los demás. Con el hambre de los niños.

Ni las situaciones de pobreza severa se detectan sólo en Andalucía, ni hace falta que la Junta se dedique a dar platos de comida porque de eso ya se encargan muchas organizaciones, la mayoría de ellas religiosas, sin que jamás hayan alardeado de sus comedores socialesLos problemas de Andalucía son otros, muy graves y complejos, y son a los que se debería dedicar el Gobierno andaluz, antes que cubrirlos o camuflarlos con polémicas como estas que va generando, ora expropiaciones de pisos, ora vales de comida. Ya el pasado domingo, recordaba aquí Carlos Sánchez que la deriva histórica de Andalucía es digna de estudio, porque se ha estancado en la cola de todas las estadísticas de las regiones europeas a pesar de que, hace tan sólo dos siglos, era una de las regiones más prósperas de España y comenzaban a despuntar aquí las primeras industrias textiles y siderúrgicas.

Es necesario constatar que si todo ese progreso industrial se acabó esfumando no fue sólo por el carácter rentista de los empresarios andaluces, que también, sino fundamentalmente por la planificación económica del Estado español, que fue derivando todas las inversiones hacia el triángulo formado por el País Vasco, Cataluña y Madrid. Uno de los historiadores que, como recogía Carlos Sánchez, más se ha dedicado al estudio de la involución andaluza, es un andaluz nacido en Valencia, Juan Antonio Lacomba. "A Andalucía la han metido históricamente en el subdesarrollo, se le asigna ese papel. Se decide que Andalucía se centre en el sector primario, con lo que las industrias se sitúan en las regiones del norte. Hasta mediados del siglo XX, uno de cada dos empleados andaluces trabajaba en la agricultura", afirma.

Todo eso, en cualquier caso, pertenece a la historia y en modo alguno puede servir para explicar la situación actual de Andalucía. El atraso andaluz de 2013 sólo tiene un responsable: el Gobierno autonómico de los últimos treinta años, que ha dispuesto de todos los recursos, de todas las ayudas, para haber cambiado el signo de la historia reciente de subdesarrollo. Pero no lo ha hecho. ¿Por qué?

Algunas explicaciones las encontramos en escándalos como los ERE y otras, como se ve estos días, en la mera constatación de que se anteponen los intereses políticos, el mantenimiento del poder, a la resolución de los problemas reales. Por ejemplo, las variables que determinan la exclusión social son cuatro: el empleo, la vivienda, la educación y la salud. ¿Hay mayor tragedia para una sociedad que una tasa de paro que, según las últimas previsiones de Unicaja, alcanzará este año el 36,7% de la población activa? ¿Cómo pensar en ningún futuro si se mantiene como modelado un sistema educativo que arroja las mayores tasas de Europa de fracaso escolar? Ahí están los problemas de Andalucía. Pero en vez de atajar las causas de la exclusión, el Gobierno de Griñán emplea esfuerzos y recursos en aquello que más le renta políticamente. “Llamadme Pepe Seisdedos”.

Las manos ásperas, encalladas, quemadas por el sol. Una gorra ajustada que le frunce el ceño, las uñas negras y un palillo entre los dientes. Tiene los zapatos con la suela rota y el pantalón raído se lo ha atado a la cintura con la guita de las pacas de paja del cortijo del señorito. Están allí, en la plaza del pueblo, esperando que el capataz los contrate para unas peonadas en el algodón, el garbanzo o las aceitunas... Están allí los jornaleros del hambre, apoyados en una pared de cal, esperando una limosna para que esa noche las bocas tengan algo más que roer que unos mendrugos de pan duro. La Andalucía pobre, subdesarrollada, de hambruna y niños desnudos corriendo por las calles...

José Antonio Griñán