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Bárcenas ataca de nuevo
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Javier Caraballo

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Bárcenas ataca de nuevo

Ya no se oculta como al principio. El extesorero del PP se cita en restaurantes y cafeterías a la vista de todos y saca de su

Ya no se oculta como al principio. El extesorero del PP se cita en restaurantes y cafeterías a la vista de todos y saca de su maletín un puñado de folios con la contabilidad paralela de su partido desde 1990 hasta 2008, con la salvedad de tres años intermedios (del 94 al 96) que se quedaron retenidos en algún cajón de su antiguo despacho. “Aquí está; si quieres le haces la prueba del carbono 14”, suele decir cuando su interlocutor va repasando con los ojos abiertos como platos los epígrafes que relacionan nombre y cifras.

Nunca entrega ningún papel, nunca solicita que se publique nada ni que trascienda nada; se diría que Bárcenas sólo pretende ganar credibilidad en círculos selectos de la clase influyente española y, sobre todo, quiere enviarle un recado a su antiguo partido. ¿Quizá un acuerdo con los actuales dirigentes del Partido Popular? ¿Quizá que se restablezca la comunicación perdida? ¿Quizá que se resuelva el conflicto laboral que tiene pendiente, por la documentación que no le dejaron sacar de Génova o por la indemnización que le negaron? Bárcenas ataca de nuevo, esa es la cuestión. Igual los destinatarios de las preguntas son los primeros que conocen las respuestas, los primeros que saben bien cuáles son las intenciones del extesorero.

Todo esto, además, si se observa con cierta perspectiva, no deja de provocar una perplejidad añadida, porque lo que Bárcenas va exhibiendo en esos círculos influyentes es la contabilidad que oficialmente no existe, ya que él mismo ha negado ante el juez que en el Partido Popular se mantuviese una contabilidad paralela. Se dejan las pestañas los grafólogos de la Policía analizando la coincidencia de la letra de un puñado de fotocopias con la letra de Luis Bárcenas en cualquier otro documento, y ahí están, en ese maletín, los documentos oficiales sobre los que no parece existir ninguna duda de su existencia.

Bárcenas sólo pretende ganar credibilidad en círculos selectos de la clase influyente española y, sobre todo, quiere enviarle un recado a su antiguo partidoPero todo eso, de todas formas, pertenece a un ámbito distinto, al campo de las incongruencias judiciales en España que se producen cuando algunas estrategias de defensa, estrategias extremas, abarcan intereses que van mucho más allá de los juzgados. Y tiene que ver también con el terreno, siempre empantanado, de la trastienda política. Por eso es tan fácil de adivinar que, con estas citas, Bárcenas envía mensajes encriptados a quienes fueron sus compañeros de partido para que conozcan sus intenciones.

Hasta ahora, sin embargo, que se sepa, nadie en la cúpula del Partido Popular se ha dado por aludido y la estrategia con respecto a Bárcenas se mantiene en el punto en el que la dejó Mariano Rajoy en la última ocasión, su última ‘comparecencia plasma’, en la que se refirió al escándalo. Bárcenas se ha convertido en una palabra tabú y parece como si en el Partido Popular sólo estuvieran esperando (‘la espera mariana’, tan característica del presidente) que la celebración futura de los juicios y las sentencias posteriores abran un tiempo nuevo en el que se haya superado este impasse de Bárcenas, de amagar y no dar, de filtraciones incompletas que se quedan a medio camino.

O dicho de otra forma: si todo el mundo coincide en que Mariano Rajoy y algunos, sólo algunos, de sus más directos colaboradores en el Gobierno y en el partido apenas aparecen salpicados por esos documentos, para qué preocuparse en exceso. En todo caso, la explosión de esos papeles exhibidos públicamente afectará sobre todo al pasado del Partido Popular, a los dirigentes de entonces, mucho más que a los actuales, aunque muchos de ellos se encuentren aún en la primera línea política.

Bárcenas ataca de nuevo, ya no se oculta. “Aquí están, puedes hacerle la prueba del carbono 14”, suele decir, burlón. Y cuando se ha marchado, ante la mirada atónita de algunos comensales ajenos, siempre se queda flotando en la mesa en la que ha estado la misma pregunta en la que se detienen todas las especulaciones previas. Muchos de los posibles delitos fiscales que pudieran desprenderse de esos papeles, si es que algún día ven la luz judicial, han prescrito ya, con lo que el escándalo se ceñiría, casi exclusivamente, a la esfera política, al Partido Popular y quizá, por extensión, a todo el sistema político, ya herido gravemente por la corrupción. De ahí se deriva la pregunta final, como un escalofrío: ¿soportaría la democracia española un escándalo así, la posibilidad de provocar la más grave crisis del sistema que se recuerda en democracia?

Ya no se oculta como al principio. El extesorero del PP se cita en restaurantes y cafeterías a la vista de todos y saca de su maletín un puñado de folios con la contabilidad paralela de su partido desde 1990 hasta 2008, con la salvedad de tres años intermedios (del 94 al 96) que se quedaron retenidos en algún cajón de su antiguo despacho. “Aquí está; si quieres le haces la prueba del carbono 14”, suele decir cuando su interlocutor va repasando con los ojos abiertos como platos los epígrafes que relacionan nombre y cifras.

Luis Bárcenas