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El PSOE de los ‘griñaninis’
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Javier Caraballo

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El PSOE de los ‘griñaninis’

Desde que llegó a la presidencia de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán ha estado abonado al desconcierto. Es normal, un tipo como él, que

Desde que llegó a la presidencia de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán ha estado abonado al desconcierto. Es normal, un tipo como él, que siempre había pasado desapercibido en el PSOE porque forjó su carrera política en el segundo plano, sin brillo ni relevancia alguna en la actividad orgánica del partido, se sacudió el pasado, como motas de polvo acumuladas en la hombrera de su chaqueta, y comenzó a tomar las decisiones que nadie esperaba. La primera de esas decisiones, quizá la que más desconcertó a todos por inesperada, fue su ruptura con Manuel Chaves. No es solo porque Chaves fuera su mentor político, que lo era, la persona junto a la que había realizado la mayor parte de su trayectoria, sino que, además, conservaban una amistad de años: fines de semana de escapadas al campo o al mar, sesiones de cine y de cena… Eran inseparables.

Nada más sentarse en el sillón de la Presidencia de la Junta de Andalucía que Chaves le dejó en herencia cuando Zapatero lo nombró vicepresidente, José Antonio Griñán empezó a deshacerse de todo lo que guardaba alguna relación con el pasado. Comenzó por el propio Chaves, al que forzó a abandonar precipitadamente la secretaria general del PSOE de Andalucía, y acabó por la inmensa mayoría de sus colaboradores en la Junta de Andalucía y en el partido.

Griñán empezó a deshacerse de todo lo que guardaba alguna relación con el pasadoLa tensión a la que Griñán sometió al PSOE-A degeneró en la agrupación socialista andaluza en una ruptura interna, una disputa encarnizada entre sectores, que no se conocía desde los tiempos del más agrio enfrentamiento entre guerristas y renovadores. La consecuencia directa fue que el PSOE comenzó una caída vertiginosa en las encuestas que se fue confirmando luego en las sucesivas elecciones que se celebraron. Dicho de otra forma, aunque pueda parecer lo contrario, la realidad estadística señala que desde que Griñán es líder del PSOE andaluz, este partido, hegemónico durante treinta años, no ha ganado en las urnas andaluzas ni una sola vez. En las municipales y en las generales se hundió a casi vente puntos del Partido Popular y en las elecciones autonómicas volvió a perder, pero logro salvar los muebles gracias a un pacto con Izquierda Unida que le permitió conservar la presidencia de la Junta de Andalucía.

Como siempre ocurre en política, la 'dulce derrota' de las elecciones autonómicas disipó las tensiones internas, de la forma que el poder disipa esos enfrentamientos, pero nadie duda en el PSOE andaluz que las disputas volverían a aflorar en cuanto se produjera otro momento interno de debilidad.

Fue durante esa estrategia de ruptura total con Chaves cuando llegaron a la dirección del PSOE andaluz los griñaninis, que fue el apodo con el que se conoció en Andalucía a la generación de dirigentes jóvenes de los que se rodeó José Antonio Griñán para liquidar a la 'vieja guardia' que acompañaba a Manuel Chaves en su etapa de secretario general de los socialistas andaluces. Griñaninis porque son dirigentes políticos que no han conocido en su vida otra cosa que la vida del partido y el cargo público, de manera que ni siquiera podían adornar su currículum con una carrera universitaria. Griñaninis, porque ni han estudiado ni conocen otra actividad profesional que no sea la del partido. Eso sí, todos ellos tienen máxima especialización en las técnicas de supervivencia en el seno de una agrupación política.

En esa generación está, precisamente, la mujer a la que José Antonio Griñán quiere dejar en su puesto, Susana Díaz, quizá el mejor exponente de los griñaninis, por encima incluso de otro militante destacado de esa generación, Mario Jiménez, el otro gran apoyo de Griñán en su etapa de líder inesperado de los socialistas andaluces. Pero entre los dos, el todavía presidente andaluz parece haber optado por Susana Díaz como sucesora. A esta mujer, verán, ya le precede la fama, sus andanzas, como si la sombra siempre se le proyectara delante. El último dirigente del PSOE andaluz que me habló de ella contaba que en una ocasión le advirtió a un compañero inexperto que se iba a sentar a negociar con ella en unas de las reuniones internas del partido, muchacho, esa mujer come carne cruda por las mañanas. Fue un consejo, no más, una advertencia al compañero para que cuando estuviera frente a ella en la mesa de negociación y la viera sonreír, no fuera tan ingenuo como para pensar que le había caído bien. Esa es Susana Díaz. Ha escalado hasta la primera línea desde la base y siempre, en su currículum de partido, deja atrás, por las buenas o por las malas, antes o después, a quienes un día la auparon y apostaron por ella.

Los griñaninis, que fue el apodo con el que se conoció en Andalucía a la generación de dirigentes jóvenes de los que se rodeóCon el anuncio precipitado de la marcha de Griñán, el PSOE andaluz vuelve a convulsionarse internamente y, por mimetismo, la tensión se traslada también al PSOE federal porque coloca a Pérez Rubalcaba en la difícil tesitura de tener que forzar la maquinaria de su propia renovación. De hecho, internamente, el mensaje subliminal que conlleva la decisión de Griñán no deja lugar a dudas: el presidente andaluz, de la misma generación que Rubalcaba, se marcha invocando la necesidad de renovar los liderazgos en el Partido Socialista para prepararlo para los tiempos difíciles que han de venir. Es eso que ha dicho: "Un proyecto de largo alcance tiene que renovarse". Y lo hace, además, convocando de forma inmediata unas primarias para el mes de julio a pesar de que para la celebración de las elecciones andaluzas falta más tiempo que para las generales.

Nadie admitirá que la renuncia de Griñán, y la convocatoria inmediata de unas primarias en el PSOE andaluz es una jugada pactada con su protegida Susana Díaz y con Carme Chacón, a la que ambos ya apoyaron en el congreso federal que acabó ganando Rubalcaba, pero sólo hay que repasar las reacciones que han seguido a la espantada del presidente andaluz para sospechar que esa jugada se ha trenzado así. Una vez más, Griñán hace honor a su fama de desconcertante y remueve todas las estructuras. Griñán y los griñaninis marcan la agenda del centenario PSOE. Todavía habrá muchos dirigentes históricos del socialismo español que se froten los ojos ante esta evidencia sin llegar a creérselo. 

Desde que llegó a la presidencia de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán ha estado abonado al desconcierto. Es normal, un tipo como él, que siempre había pasado desapercibido en el PSOE porque forjó su carrera política en el segundo plano, sin brillo ni relevancia alguna en la actividad orgánica del partido, se sacudió el pasado, como motas de polvo acumuladas en la hombrera de su chaqueta, y comenzó a tomar las decisiones que nadie esperaba. La primera de esas decisiones, quizá la que más desconcertó a todos por inesperada, fue su ruptura con Manuel Chaves. No es solo porque Chaves fuera su mentor político, que lo era, la persona junto a la que había realizado la mayor parte de su trayectoria, sino que, además, conservaban una amistad de años: fines de semana de escapadas al campo o al mar, sesiones de cine y de cena… Eran inseparables.