Es noticia
Arenas, Bárcenas y Cospedal, el triángulo imperfecto
  1. España
  2. Matacán
Javier Caraballo

Matacán

Por

Arenas, Bárcenas y Cospedal, el triángulo imperfecto

Sólo hay que ponerle oído a las declaraciones de unos o de otros, también a los silencios y a las ausencias; a aquello que se insinúa

Sólo hay que ponerle oído a las declaraciones de unos o de otros, también a los silencios y a las ausencias; a aquello que se insinúa y a lo que se presiente. Sólo hay que mirar por encima de los titulares de todos los días para encontrar que detrás de todo se está librando, se sigue librando, una batalla antigua en la cúspide del Partido Popular, la que enfrenta a la actual secretaria general, María Dolores de Cospedal, y a Javier Arenas, vicesecretario general y uno de los hombres con más influencia interna en este partido en los últimos veinte años. Y entre ellos, en ese pulso antiguo, se interpone ahora la figura del extesorero, Luis Bárcenas, que puede ser clave para la resolución de esa pugna en un sentido o en otro.

Arenas, Bárcenas y Cospedal, citados así, por ese orden, componen con sus iniciales el ‘abc’ de todo cuanto está ocurriendo y explican buena parte de todo lo que ha ocurrido. Las estrategias titubeantes del Partido Popular desde que estalló el escándalo y las declaraciones cambiantes sobre el extesorero, tienen su origen y su explicación en ese pulso de poder, en dos formas distintas de entender y de ejercer la secretaría general del Partido Popular.

Arenas, Bárcenas y Cospedal, citados así, por ese orden que coloca al extesorero justo en medio de los dos grandes rivales internos del Partido Popular. Y ambos, cada cual a su forma, utilizan a Bárcenas en su pugna particular, en ese soterrado pulso de poder en el Partido Popular. Sólo hay que mirar por encima de los titulares, por ejemplo, para vislumbrar la figura, amable e implacable, de la secretaria general del PP en las filtraciones que surgen de Génova y que ya sitúan a Javier Arenas muy lejos de Mariano Rajoy; nada de una vicepresidencia, como se decía hasta ahora, en el Gobierno español, sino algún puesto de salida, sin retorno, en el Parlamento Europeo.

Arenas, Bárcenas y Cospedal, citados así, por ese orden que coloca al extesorero justo en medio de los dos grandes rivales internos del PP. Y ambos, cada cual a su forma, utilizan a Bárcenas en su pugna particular, en ese soterrado pulso de poder

Es esa la lógica que, en las conversaciones de café, en las filtraciones, señalan a Javier Arenas como el principal causante de la crisis en la que se ha encharcado el Partido Popular por haber desaconsejado a Mariano Rajoy desde el principio que rompiera relaciones de forma abrupta con Bárcenas. El ‘pactismo’ de Arenas, su estrategia fracasada, que a nada ha conducido, salvo a agravar el conflicto, como se ha visto en los sms que ahora está pagando Rajoy; los mensajes de ánimo, ‘tranquilo Luis’, que ahora se convierten en dagas envenenadas contra el presidente.

Frente a ese pactismo, la misma versión, señala la estrategia inflexible, firme, de María Dolores de Cospedal, la única que ha roto de forma abrupta con Bárcenas, la única que se ha querellado contra él, la única que ha llamado a las cosas por su nombre y al ex tesorero encarcelado, por el nombre que le corresponde: un presunto delincuente.

Esa es una corriente de opinión interna en el PP, sí, pero en sentido inverso circula otra versión, la opuesta, tras la que se puede adivinar la figura de Arenas, siempre maniobrando, siempre colgado al teléfono, viejo zorro, siempre calculando, midiendo y evaluando sus movimientos como si la política fuera una regla de progresión aritmética. En esa otra lógica, el desastre en el que se ha acabado convirtiendo el ‘caso Bárcenas’ para el PP no puede analizarse aislado del mayor error que ha cometido Mariano Rajoy en su etapa de líder, que no es otro que el de haber nombrado a María Dolores de Cospedal secretaria general del partido y, al mismo tiempo, colocarla al frente de la presidencia de Castilla-La Mancha.

Porque un cargo así, la secretaría general de un partido, necesita lo que no le aporta Cospedal: dedicación completa, absoluta, y mano izquierda, claro, capacidad de maniobra para evitar, precisamente, lo que ha ocurrido, que un tipo como Bárcenas se rebele contra su propio partido, contra su propia historia, y acabe dinamitándolo todo. Cospedal que, en que su incapacidad para ejercer el cargo, ha pasado del ridículo de justificar las “indemnizaciones en diferido” de Bárcenas, a la absurda política de cerrarle todas las puertas al extesorero, a humillarlo en público, y abocarlo a las delaciones desde la cárcel. Cospedal, que en su descontrol de los tiempos, de las cosas, de las gentes, ni siquiera es capaz de reparar que ha sido a ella, sólo a ella, a la que Luis Bárcenas le ha imputado un delito ante el juez.

Arenas, Bárcenas y Cospedal, citados así, en orden cronológico, para que visualmente se pueda imaginar en sus iniciales, en ese ‘abc’, el triángulo imperfecto de un escándalo político que guarda en sus tripas un enfrentamiento antiguo, persistente y soterrado. Una guerra fría que, parafraseando a Churchill, es mucho más peligrosa que las guerras convencionales porque, a diferencia de éstas, “en la guerra se puede morir sólo una vez y en política, muchas veces”.

Sólo hay que ponerle oído a las declaraciones de unos o de otros, también a los silencios y a las ausencias; a aquello que se insinúa y a lo que se presiente. Sólo hay que mirar por encima de los titulares de todos los días para encontrar que detrás de todo se está librando, se sigue librando, una batalla antigua en la cúspide del Partido Popular, la que enfrenta a la actual secretaria general, María Dolores de Cospedal, y a Javier Arenas, vicesecretario general y uno de los hombres con más influencia interna en este partido en los últimos veinte años. Y entre ellos, en ese pulso antiguo, se interpone ahora la figura del extesorero, Luis Bárcenas, que puede ser clave para la resolución de esa pugna en un sentido o en otro.

Luis Bárcenas Javier Arenas María Dolores de Cospedal