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Tres en uno, también es financiación ilegal
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Javier Caraballo

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Tres en uno, también es financiación ilegal

Sonaba un piano de fondo y los dos se habían citado en un lujoso hotel de Madrid, con lo que cabe imaginarlos a última hora de

Sonaba un piano de fondo y los dos se habían citado en un lujoso hotel de Madrid, con lo que cabe imaginarlos a última hora de la tarde, cuando los turistas extranjeros ya comienzan a bajar a cenar, y los hombres de negocios como ellos se han desabrochado el nudo de la corbata, mientras le dan vueltas al vaso de whisky caro que sostienen en la mano. Sonaba un piano de fondo, nos contaba hace unos días Manuel Cerdán en su reconstrucción precisa del origen del ‘caso Gürtel’, y es de suponer que esos detalles no tienen ninguna trascendencia judicial pero, como intuyó mi colega, son esenciales para reconstruir el ambiente y, a partir de ahí, detectar qué hay de cierto en lo que se cuenta.

Son dos tipos que han citado en un hotel del centro de Madrid, no muy lejos de Génova, donde está la sede del PP, y uno de ellos, el que lleva la voz cantante, se desenvuelve en ese ambiente con la confianza de quien instala allí cada tarde su segundo despacho; con la soltura de quien está acostumbrado a cerrar cada día muchos negocios en hoteles y restaurantes. Es Francisco Correa y lo único que no sospecha aquella tarde es que el concejal que ha pedido verle ha colocado sobre la mesa un micrófono camuflado porque ha decidido reventarlo en los tribunales. Contarlo todo. También este tipo se desenvuelve con la soltura de un infiltrado profesional, porque su actitud no levanta la más mínima sospecha en Correa. Es José Luis Peñas, el exconcejal de Majadahonda que presentó la denuncia contra la trama de corrupción del PP en la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales (la UDEF) de la Policía Judicial. Hablan de Bárcenas y se percibe que Correa está cabreado con él.

- Yo le he llevado a Bárcenas mil millones de pesetas en un día. Mil millones. A Génova y a su casa. Yo, Paco Correa. Todo de obras del Ministerio de Fomento, cuando estaba Cascos. Mil millones… Y yo sé bien dónde los tiene, en qué paraíso fiscal y cómo los saca de España… Pero no voy a cantar.

Sabemos por la experiencia de tantos casos anteriores que no habría intermediarios corruptos si, previamente, no existiera un sistema de cobro de comisiones para financiar un partido político

Esa es sólo una frase de la ingente cantidad de testimonios que pudo recoger durante nueve meses (desde el 7 de febrero de 2006 hasta el 10 de octubre de 2007) el denunciante del ‘caso Gürtel’, pero ya es suficientemente indicativa de la trama de corrupción del Partido Popular porque ahí se citan ya las tres vertientes que, con posterioridad, se han confirmado en piezas distintas en los tribunales. Sólo una frase muy elocuente que sobresale en el CD que acompañaba a la denuncia y que, a su vez, ha debido quedarse pequeño si se compara con las grabaciones posteriores de la Policía a los teléfonos de los protagonistas de la trama. Quiere decirse que no es casualidad que la instrucción de este proceso haya derivado de la trama Gürtel a las cuentas de Bárcenas y finalmente a la financiación ilegal del Partido Popular. Que son las tres vertientes que ya se apuntan en la frase de Correa cuando se reconoce ‘recaudador’ del Partido Popular, desvela las ‘donaciones’ de empresas adjudicatarias del Ministerio de Fomento que, respectivamente, entrega en la sede de ese partido y en la casa del entonces gerente para que, desde allí, salga con destino a un paraíso fiscal.

¿No es ese, acaso, el hilo argumental de todo lo que se puede intuir en este escándalo de corrupción? Tampoco es nuevo, en todos los casos de corrupción se reproduce la misma secuencia, con lo que no sería de extrañar que también aquí haya ocurrido lo mismo: las comisiones que pagan las empresas acaban distribuyéndose entre el partido y los intermediarios, que en este caso se dividen en dos, la trama de Correa y las cuentas de Bárcenas en Suiza. Uno, dos y tres.

Ahora que se ha cerrado la ronda de declaraciones judiciales, con el previsible desmentido de todos los secretarios generales sobre la existencia de una doble contabilidad, en el Partido Popular, como también era previsible, se ha comenzado a extender de nuevo la especie de que nada de lo que se investiga en los tribunales tiene que ver con la financiación ilegal de ese partido. En el desmentido, llegan incluso más lejos y se critica, abierta o soterradamente, al juez Ruz por abrir esa pieza separada, la de la financiación del PP, y llamar a declarar a los dirigentes como testigos. Quieren que de las tres vertientes, todo quede reducido a las dos primeras patas, a los intermediarios que se han enriquecido. Pero sabemos, también por la experiencia de tantos casos anteriores, que no habría intermediarios corruptos si, previamente, no existiera un sistema de cobro de comisiones para financiar un partido político. Luego en los tribunales, el caso llegará hasta donde pueda demostrarse -ahí está de muestra el bluf judicial de Filesa- pero nadie podrá quitarnos de la cabeza que la secuencia comenzaba en el partido.

Sonaba un piano y hablaba Francisco Correa con firmeza, con cabreo, seguro de sí mismo, seguro de su fuerza en el Partido Popular, por sus relaciones personales y, sobre todo, por todo lo que sabe. Es curioso que ese folio del atestado policial, tan contundente, tan revelador, se cierra con un último apunte meramente técnico que, sin embargo, cuatro años después, tiene ya un sentido político nuevo, surgido también al calor de este escándalo que nació con esa denuncia. Son sólo cuatro palabras: Fin de la grabación.

Sonaba un piano de fondo y los dos se habían citado en un lujoso hotel de Madrid, con lo que cabe imaginarlos a última hora de la tarde, cuando los turistas extranjeros ya comienzan a bajar a cenar, y los hombres de negocios como ellos se han desabrochado el nudo de la corbata, mientras le dan vueltas al vaso de whisky caro que sostienen en la mano. Sonaba un piano de fondo, nos contaba hace unos días Manuel Cerdán en su reconstrucción precisa del origen del ‘caso Gürtel’, y es de suponer que esos detalles no tienen ninguna trascendencia judicial pero, como intuyó mi colega, son esenciales para reconstruir el ambiente y, a partir de ahí, detectar qué hay de cierto en lo que se cuenta.

Francisco Correa Caso Gürtel Luis Bárcenas