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Muchos profesores, muchos políticos, mucho de todo…
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Javier Caraballo

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Muchos profesores, muchos políticos, mucho de todo…

Que la abundancia aquí está mal repartida, que sí; que no son los recursos los que faltan, los que fallan, sino la distribución de esos recursos.

Que la abundancia aquí está mal repartida, que sí; que no son los recursos los que faltan, sino la distribución de esos recursos. Como en política no existe una Ley de la Proporcionalidad que se imponga a todas las decisiones que se toman, como una norma superior que se imponga a las demás, hemos llegado a este punto en el que, nos miremos por donde nos miremos, existe una desproporción en el origen que lo contamina todo, que lo atrofia todo. En la política, en las Administraciones, en la escuela, en los hospitales, en las empresas… En la vida española, vida con mayúsculas, no en su vida o en la mía, en la sociedad española, en su estructura política, social y económica, tenemos un vicio original que nos conduce a un eterno vuelva usted mañana y, de ahí, al anquilosamiento.

El otro día, por ejemplo, cuando se pasó por aquí Andreas Schleicher, el director del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, el famoso informe PISA que vapulea la educación española año tras año, y se ganó todos los titulares cuando le dio por decir que “en España hay muchos profesores en relación al número de alumnos”. ¿Cómo? ¿Qué dice usted? Nadie nunca ha podido oír en España que el problema pueda ser ese, y eso que el debate educativo es una constante en este país: cada Gobierno que llega enmienda al anterior y aprueba su propia ley, a sabiendas de que será derogada en el plazo máximo de ocho o diez años y que, a fin de cuentas, luego cada comunidad autónoma se reservará el derecho a interpretarla y ejecutarla libremente.

En la vida española, vida con mayúsculas, no en su vida o en la mía, en la sociedad española, en su estructura política, social y económica, tenemos un vicio original que nos conduce a un eterno vuelva usted mañana y, de ahí, al anquilosamiento

Pero no sólo dijo eso; también afirmó que el problema de la educación en España no es de inversión, porque en términos generales la inversión de acuerdo al PIB es similar a la de otros países que obtienen mejores resultados educativos, sino de una mejor organización del modelo educativo. Un modelo más racional, más efectivo. Que haya, a su juicio, muchos profesores no supone, en absoluto, un ataque al profesorado, sino todo lo contrario. Lo que este hombre solicita es lo que se le oye pedir a tantísimos docentes, que se prestigie la profesión, que se reconozca y se recompense el talento de los profesores porque “no puede haber mejor sistema educativo que sus docentes”. Pero la realidad es la contraria: muchos educadores que naufragan en un sistema educativo imposible, muchas veces porque se les destina a tareas, a funciones, perfectamente prescindibles, insustanciales, y muchas otras porque, simplemente, se estrellan diariamente contra un muro de incomprensión y acaban quemados, achicharrados.

Esto de los debates eternos, que en España tenemos tan asimilados, es algo que sorprende extraordinariamente a quienes nos visitan desde fuera. Juergen Donges, catedrático emérito de Ciencias Económicas de la Universidad de Colonia, sevillano de nacimiento, no deja de asombrarse: “Hace por lo menos quince años que se habla aquí de los problemas de productividad y competitividad; se habla siempre de lo mismo, se debate y se debate, pero no se empieza nunca a solucionarlo”, ha dicho en una de las muchas entrevistas que ha concedido en su visita de estos días. En su caso, Donges fija la desproporción estructural en el mundo de la empresa. El trabajo, por ejemplo. “España todavía muestra unos déficits significativos. Se trabaja mucho, incluso más horas que en Alemania, pero el rendimiento se queda corto. En la gran empresa, la productividad es comparable a la alemana, pero en el amplio espectro de las pymes, no. Y de la Administración pública no hablemos: el exceso de plantillas, la duplicidad de trabajos y el absentismo laboral están muy extendidos”.

En realidad, no es necesario que venga un alemán a cantarnos estas verdades porque es probable que en España todo el mundo sabe señalar con precisión dónde están los problemas. La impuntualidad por sistema, el absentismo laboral elevado o la falta de seriedad en el cumplimiento de los plazos, ya sea la obra de reforma de una vivienda o de una gran autovía. Cualquiera señalaría esos problemas, y otros muchos, con los que convivimos con naturalidad sin reparar nunca ni en el coste que suponen para la economía diaria ni, más allá, en lo que limitan el crecimiento del país. Como la burocracia excesiva, que es como la madre de todos los vicios nacionales. También eso irrita a Juergen: “Hay muchas partidas de gasto nacional, autonómico y local que se tienen que mirar para decir fuera esto, fuera aquello. Hay mucho gasto que no contribuye nada de nada, es gasto por gasto, despilfarro puro, y aquí entran transferencias de renta, subsidios y demás. A veces me pregunto por qué los españoles tienen que financiar a los sindicatos y la patronal. ¡Que se financien con sus cuotas! Hay mucho margen para recortar”.

¡Ay, si existiera una Ley de Proporcionalidad en España, cuántos castillos de naipes se desmoronarían al instante!

¡Ay, si existiera una Ley de Proporcionalidad en España, cuántos castillos de naipes se desmoronarían al instante! En eso, otro tipo, Jesús Fernández Villaverde, catedrático de Economía en la Universidad de Pensilvania, va incluso más allá y sostiene que esa hipertrofia de tantas cosas que existe en España arranca en la estructura institucional (“tenemos una estructura institucional que no funciona”, dice) y la desplaza después, como una cascada, a los demás órdenes de la vida diaria. Hace justo un año, en una conferencia en Madrid, Fernández Villaverde se mostró desolado por la realidad española: “Es una consecuencia del proceso de selección de las élites políticas y sociales que es horrendo, que hay que cambiar. Es un proceso de selección en el cual tenemos unos partidos políticos muy cerrados, en los que lo que importa es la lealtad a los jefes y no el haber demostrado en algún momento una capacidad intelectual o profesional. Tenemos una Alta Administración del Estado (y lo siento por aquellos de ustedes que sean funcionarios) que tiene un sistema de selección de personas que no es el que España necesita en el 2012. Y tenemos una estructura en la vida social y económica que ha sido capturada por los partidos políticos y que ha destrozado por completo nuestra capacidad de reaccionar ante nuestros problemas”.

Andreas Schleicher, Juergen Donges y Jesús Fernández Villaverde. Dentro de un año, o de dos, podrían venir de nuevo y repetir, otra vez, la misma conferencia, las mismas críticas, porque a buen seguro todo seguirá igual. España irá mejor o peor, porque la economía se desperece o se deprima, pero abajo, en la base, todo seguirá más o menos igual. Mucho de todo para producir menos que otros. Desproporción estructural, vicios que se remontan varios siglos atrás. “Vuelva usted mañana”, la eterna canción. “¿Volver? Vuelva usted y calle usted. ¿Es posible que nadie sepa aquí ocupar su puesto? ¿Entre qué gente estamos?” El Pobrecito Hablador se indignaba y un francés a su lado, no entendía nada: “C'est drole”, decía. Es gracioso, sí, tantos años dándole vueltas a lo mismo. El país de los debates eternos mientras todo sigue creciendo. Muchos profesores, muchos políticos, mucho de todo…

Que la abundancia aquí está mal repartida, que sí; que no son los recursos los que faltan, sino la distribución de esos recursos. Como en política no existe una Ley de la Proporcionalidad que se imponga a todas las decisiones que se toman, como una norma superior que se imponga a las demás, hemos llegado a este punto en el que, nos miremos por donde nos miremos, existe una desproporción en el origen que lo contamina todo, que lo atrofia todo. En la política, en las Administraciones, en la escuela, en los hospitales, en las empresas… En la vida española, vida con mayúsculas, no en su vida o en la mía, en la sociedad española, en su estructura política, social y económica, tenemos un vicio original que nos conduce a un eterno vuelva usted mañana y, de ahí, al anquilosamiento.

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