Es noticia
Andalucía y Cataluña, años basura
  1. España
  2. Matacán
Javier Caraballo

Matacán

Por

Andalucía y Cataluña, años basura

Que Andalucía vive instalada en el gerundio es cosa sabida. La región, desde hace años, se mantiene en ese tiempo verbal. Porque el gerundio es un

Que Andalucía vive instalada en el gerundio es cosa sabida. La región, desde hace años, se mantiene en ese tiempo verbal. Porque el gerundio es un tiempo detenido. Pasa el tiempo y persiste la acción, inacabada. «Forma invariable no personal del verbo. Suele denotar acción o estados durativos», dice el diccionario. Andalucía está ahí, siempre en el tránsito desolador de promesas renovadas para solucionar los problemas invariables.

La política andaluza, la acción de gobierno, incluso la de la oposición, está en eso, suele denotar acción pero, en realidad, se ha instalado en un bucle de ‘planes de choque’ contra del desempleo que se suceden, de programas educativos que se acumulan sobre las mayores cotas de fracaso escolar de Europa, de promesas de regeneración que se renuevan tras cada escándalo de corrupción. Funcionarios que se jubilan como interinos, obras que se anuncian en grandes carteles que acaban oxidados, derribados por el viento. Gerundios. No salimos de lo mismo.

En el Consejo de Gobierno las dos únicas que se han aprobado han sido la Ley de Transparencia y un primer borrador sobre la futura Ley de Memoria Democrática, el polémico texto que alarga la etapa franquista hasta 1982. ¿Saben cuál es la versión oficial de lo sucedido? Pues que estos dos años transcurridos han sido “muy productivos”, en los que Andalucía, “con una agenda política clara de cara a la recuperación económica y al mantenimiento del Estado del bienestar” se ha convertido en un referente de izquierda, “una referencia clarísima de unas políticas diferentes a las del Gobierno central”. Pues nada, a seguir igual.

El mismo bucle político que envuelve a Andalucía desde hace años es el que se ha instalado en Cataluña. Desde que, en tiempo de Pasqual Maragall, el discurso político derivó hacia la reforma estatutaria, ya no se ha salido de lo mismo. Desde las últimas elecciones, finales de 2012, el Parlamento catalán sólo ha aprobado una ley, la que regula el impuesto de transmisiones patrimoniales.

Desde que, en tiempo de Pasqual Maragall, el discurso político derivó hacia la reforma estatutaria, ya no se ha salido de lo mismo

Es verdad que se están tramitando una treintena de proyectos, pero en los meses decisivos de salida de la crisis económica la evidencia es que todo el esfuerzo, todo el empeño, todos los recursos políticos se destinan a un solo objetivo: la consulta soberanista de noviembre próximo, tras la que, previsiblemente, se disolverá el Parlament sin haber abordado ninguna otra tarea que el impulso del independentismo. Las infraestructuras, la sanidad, la educación o el déficit se mantendrán en ese estado de problemas eternos, porque el gerundio de la política catalana es la independencia prometida.

Eso que se conoce en el baloncesto como ‘minutos basura’, que sólo esperan que pase el tiempo, pueden prolongarse en política durante varias legislaturas. Los ‘años basura’. Andalucía y Cataluña comparten ese estado de Babia política que, para colmo, internamente se viven como si no existiera otra realidad posible. En cada una de ellas existe un discurso único, una única realidad endogámica y absorbente, un sistema bipolar que lo atrapa todo en un círculo vicioso, ya sea la confrontación izquierda/derecha de Andalucía o la confrontación comunidad/Estado de Cataluña.

Cuando la provisionalidad puede estirarse indefinidamente en el tiempo, ya no hablamos de coyuntura. Es otra cosa. Es el gerundio. Y vivimos ahí, en ese tiempo verbal

Todo se supedita a los ‘minutos basura’, sin posibilidad alguna de otro balance distinto al que marcan los discursos oficiales. Quizá llegue el día en el que se vuelva la vista atrás, hacia estos años, y nos preguntemos nosotros mismos, catalanes, andaluces y españoles, cómo se pudo estancar la vida durante tantos años. Y en plena crisis económica. Que hablamos de dos regiones que, sumadas, suponen más del 35% de España, tanto en población como en PIB.

Hay una barriada en Málaga, Los Asperones, que se creó hace 25 años como “solución provisional” para erradicar el chabolismo en la ciudad. Viviendas prefabricadas que iban a durar eso, nada, el tiempo necesario para que esa gente se pudiera ir a vivir, gracias a los planes pertinentes, a viviendas normales. Lo que ocurrió es que Los Asperones llegó a convertirse en el núcleo chabolista más grande de Andalucía. Cinco lustros después, hace unos meses, se anunció otro nuevo plan para solucionar el problema “entre 2014 y 2020” con apoyo de todas las Administraciones y financiación europea. Cuando la provisionalidad puede estirarse indefinidamente en el tiempo, ya no hablamos de coyuntura. Es otra cosa. Es el gerundio. Y vivimos ahí, en ese tiempo verbal. 

Que Andalucía vive instalada en el gerundio es cosa sabida. La región, desde hace años, se mantiene en ese tiempo verbal. Porque el gerundio es un tiempo detenido. Pasa el tiempo y persiste la acción, inacabada. «Forma invariable no personal del verbo. Suele denotar acción o estados durativos», dice el diccionario. Andalucía está ahí, siempre en el tránsito desolador de promesas renovadas para solucionar los problemas invariables.

Cataluña Leyes Política